UN PEZ LLAMADO WANDA
Como cada mes de julio, ya tenemos la foto de todos los veranos, los protectores de los animales que forman la PETA han montado su numerito en Pamplona, justo antes de los sanfermines. Y no han tenido la decencia, perteneciendo a una organización con semejante nombre, de hacerlo bajo los efectos de algún alucinógeno, no, lo han hecho sobrios y a pecho descubierto, embadurnaditos de sangre, artificial, supongo, y con unas banderillas de pega, cosa que no entiendo, porque si vamos a defender a los morlacos, sintamos primero lo mismo que sienten ellos.
Estas almas abnegadas son las que acuden a Barcelona cuando la Monumental se reabre con José Tomás, o las que arrojan pintura a las señoronas envueltas en abrigos de pieles, grandes acciones que entrañan un elevado riesgo para la pírrica recompensa que supone salir en todos los telediarios. Pero yo en cambio no los he visto en otras situaciones, de gran riesgo animal, no los he visto metiéndose bajo el casco de un ballenero japonés, ni en los hielos de Canadá echándole una manita a los bebés de foca, ni en los humedales de Doñana, caladitos para defender a nuestro lince ibérico. Ahí no recuerdo haberlos visto, o tal vez esté fallando mi precaria memoria animal.
Igual es por los años, pero estoy un poquito harto ya de los justicieros de pose, de los defensores de organdí que piensan en el murciélago pelotudo de Borneo, o en el amenazadísimo pájaro uyuyuy de Sudamérica, pero no se preocupan por la mendicidad o la explotación infantil, por el hambre del centro de África (demasiado calor) o por la trata de blancas provenientes de las estepas rusas (demasiado frío, supongo). Además, tampoco han levantado un dedo para quejarse por las epidemias de las vacas locas o de la gripe porcina, y esos animalitos también son del Señor, hombre.
Me encocoran ciertas actitudes un poco falsarias, así que debo de estar quedándome trasnochado, es cierto que los toros sufren en las plazas, pero sin la fiesta nacional ni siquiera existirían como especie. Entre estos floritos de la protesta despelotada y el pobre Michael Pallin de la pantalla, que mataba a tres perritos por accidente, me quedo con el segundo, su amor por los animales me parece más auténtico. Si los de la PETA hubieran estado en la famosa foto del buitre y el niño africano, igual se habían puesto a hacer campaña, y ya sabemos a favor de quién de los dos la habrían hecho.