Sí, sí, y es que apostaban nada menos que diez céntimos por cartón, con los tiempos críticos que corren. Pecata minuta, pensarán algunos, pero porque no conocían la trastienda del negocio como las fuerzas policiales baleares. Bajo las mesas se trapicheaba con lexatines y sintrom, y las recetas corrían de mano en mano, porque en su reverso se falsificaban cartones y hasta se firmaban pagarés. Un escándalo de tomo y lomo, vamos. Menos mal que los inspectores son unos linces, porque estos delincuentes longevos, no contentos con el bingo, habían creado también una red de estraperlo poniendo a los nietos como pantalla: negociaban con potitos, vendían a cincuenta euros las dosis de leche en polvo, y hasta fabricaron “rulas” de apiretal, requeridísimas por los diabéticos.
Es preciso frenar esta locura del crimen, que amenaza con saltar desde Mallorca hasta la península. Por fortuna, la reciente reforma ministerial aún no está cerrada, el nuevo gobierno de Zapatero es firme y en unos días se presentará a los medios el Gerontoministerio, cuya cartera ha recaído en Cayetana de Alba, preclaro símbolo de la cuarta edad española que está dispuesta a dignificar a los decentes mayores patrios, y a acabar con estos elementos del hampa más plebeya, y que incluso ha filtrado ya alguna de sus medidas más revolucionarias. Pronto se descontará de las pensiones el desgaste de bancos de parque, o el gasto de aceras por andadores y conteras de bastón, además de cuadruplicar el precio del maíz con que alimentar a las palomas.
O les hacemos frente, o la mafia de los abuelos se hace con las riendas de nuestra sociedad. Yo al menos he avisado.