viernes, 31 de agosto de 2012

TRES HERIDAS

Se acaba de publicar mi libro sobre Miguel Hernández, aquí dejo el enlace de su edición electrónica (a ver si los hados económicos cambian de rumbo y algún día puede ver la luz en papel). Mi agradecimiento, especialmente, a Salvador Martínez Pérez, que diseñó y maquetó la obra además de crear esta magnífica portada; y también a Pascual García y Ángel Peñalver, de la Consejería de Educación de Murcia, por hacer posible la publicación.

http://www.carm.es/web/pagina?IDCONTENIDO=10415&IDTIPO=246&RASTRO=c943$m4331,4330 





domingo, 26 de agosto de 2012

TRAMPANTOJOS


         ¿Puede la edad exacerbar las manías o ciertas intolerancias? Siempre pensé que el tiempo atemperaría las tempestades, regalaría paciencia (lo de esperar sabiduría me parece pretencioso de más) y comprensión hacia todo aquello que uno no practica. Pero me sorprendo bastante ante ciertas conductas que me sacan de quicio, como la indigencia estética o indumentaria que parece extenderse en los últimos años.

         El derecho de cada quien a vestir como le plazca es inalterable, pero también lo es el de los demás a disfrutar de ciertos cánones estéticos que ahora no sólo no son respetados, sino que se violentan sin pudor en cada esquina. Ropas colocadas al desgaire, sin ningún sentido de la elegancia o la combinación, gentes vestidas como si se hubieran anclado en una pubertad eterna y asesina de futuro, como un rapero que encuentro, una vez más, en el autobús, tal vez llegue a los treinta, pero su envoltura lo ha disecado más o menos en la mitad.

         Gorra ladeada y enorme, pantalones culeros (alguien debería contarle que esa moda viene de las cárceles norteamericanas, y que quienes se bajaban los pantalones así transmitían un mensaje de disponibilidad sexual), camiseta tres tallas mayor, zapatillas de marca italiana con el logotipo más grande que la suela, una cadena uniendo el ombligo y la cartera y, por supuesto, enormes auriculares de los que escapan los decibelios, que creo debe ser lo que más me molesta. Que el tipo vaya moviendo la mano como si se hubiera escapado de un vídeo neoyorquino ya es casi lo de menos.


         Suspiro (y un cuarto de autobús también lo hace) cuando el peter pan de rap se baja, pero no hay tiempo para el alivio, porque sube una joven con los brazos completamente tatuados, la cara labrada de aceros y media cabeza rapada. Por suerte ya no soy joven con disposición a enamorarme, porque me cuesta entender que con semejante aliño se pueda encandilar a alguien que no profese la misma tribu. ¿Libertad de identidades o esclavitudes de clan?

viernes, 17 de agosto de 2012

TRAMPANTOJOS


         Mientras espero para acceder al andén de la Estación de Atocha, llega un legionario vestido con su uniforme de paseo, incluyendo abertura de camisa y gafas de aviador, no de espejo, pero casi (eso debe prohibirlo la ordenanza correspondiente). Calculo que habrá pasado ya la cincuentena, lleva una barba cerrada pero de estreno, por todo equipaje acarrea una bolsa de plástico de contenido incierto, unas irredentas ansias de fumar, y en las mejillas los deltas sanguíneos que el alcohol hace desembocar en la epidermis.

    Durante las cinco horas del viaje, no intercambia palabra alguna con nadie, fuera de las cortesías necesarias, y eso que va sentado en esos cuatro asientos enfrentados que aún conservan los trenes más antiguos, como el que nos lleva hasta el sur. Eso sí, en varias ocasiones visita el cuarto de baño, bien para fumar a escondidas, bien para dejarnos una mítica herencia odorífera que inunda el vagón entero.

       También se aprovisiona de los consabidos lingotazos en la cafetería, siempre sin destocarse ni quitarse las gafas. Cada vez que recorre los vagones, las cabezas se vuelven a su paso, como si contemplasen un agujero negro del pasado.

         Cuando falta menos de una hora para llegar, saca de la bolsa de plástico un viejo transistor, extiende su antena y trata de sintonizar alguna emisora. No puedo abortar la sonrisa mientras los portátiles, móviles, ipods, iphones, smartphones y demás setas tecnológicas crecen a nuestro alrededor.

         Al llegar a Cartagena, se adecenta con una nueva visita al cuarto de baño (¿llevará su provisión privada de Varon Dandy?), recoge sus cosas empuñando la bolsa y, ajustándose las gafas aunque sean las diez de la noche, baja del tren. Es curioso, pero él y yo somos los únicos viajeros a los que nadie aguarda en el andén.

miércoles, 1 de agosto de 2012

LA LINTERNA MÁGICA - GATTACA


GATTACA

  
            En un futuro no muy lejano, los padres elegirían el sexo y las condiciones físicas e intelectivas de los hijos, y los que no cumplieran con las expectativas, o trabajarían al servicio de los perfectos, o acabarían en un desagüe genético, que se lo digan a Ethan Hawke, Uma Thurman y a Jude Law cuando trataban de burlar al perfeccionista sistema social de su país.

            Esto de la genética, amén de un mundo un tanto virgen, tiene también sus peligros, y el mayor de ellos radica en las experimentaciones bajo cuerda, en los tratamientos secretos que todo el mundo ignora hasta que son demasiado palpables. Tras mucho tiempo en el dique seco, he vuelto a poner a trabajar a mis contactos en el espionaje patrio, y los resultados son demoledores: la clase política dirigente lleva décadas participando en experimentos de selección genética, cuyo único fin es el de perpetuarse en el tiempo, y ponerse a salvo de las hordas de pelagatos indignados (y hasta funcionarios incluso) que amenazan con desterrarlos.

            Las pruebas han ido saliendo a la luz muy poco a poco, y en los últimos meses la avalancha ha sido ya brutal. No contentos con esquilmar todos ellos la ubre estatal, han criado a sus vástagos con genes manilargos, caripétreos y ausentes de conciencia y remordimiento algunos. ¿Que no me creen? Ahí van algunos ejemplos demoledores: un hijo de Esperanza Aguirre entra como asesor en el Ministerio de Economía, una hija de Eduardo Zaplana lo hace (“asesorar”) en materias turísticas, otra hija de Federico Trillo ayuda a la alcaldesa de Cartagena (que además de munícipe es también diputada, no vayamos a dar puntada sin hilo). Ya, ya sé que alguno pensará que sólo son puestos laborales, y que de ahí a llenarse la bolsa aún va un trecho, cada vez más pequeño, pero trecho al fin y al cabo. Ah, y no me olvido de los de la rosa y la ceja, que tampoco se libraban del mal ni del contubernio genético.

            Pero la cosa no acaba así, porque ahí están también Andrea Fabra, hija del hombre que posee el récord nacional de boletos de lotería premiados, sí, sí, el angelito que se hizo amigo de los parados en el Congreso, y Oriol Pujol, que anda manejando a su antojo las ITVs catalanas y todo lo que se ponga a tiro. Ahí ya no me pueden refutar la teoría de la génesis de Monipodio, llevan tatuado en lo más hondo del ADN el lema: “nacíos p’a trincar”, y luego se extrañan de que la gente proteste y los amenace, si total, son impunes ante la ley, a qué tanto revuelo.

            En Irán han condenado a muerte a cuatro banqueros corruptos, y me da cierta envidia, aunque entre el corte de manos de la ley Islámica y la impunidad de aquí habrá algún término medio, digo yo… ¿O es que la modificación de los supuestos del aborto emprendida por Ruiz Gallardón tiene fines más altruistas que desconocemos? Seguiremos investigando, porque hay cierto duquesito ahora camuflado cuyos genes serían muy jugosos de analizar.