Para almas bragadas
Si
pudiéramos secuestrar algunos de los escenarios que nos regaló Raymond Chandler
en sus novelas y exportarlos a algún lugar remoto del oeste europeo y a
mediados de este sigo, tal vez empezaríamos a acercarnos a la atmósfera que ha
construido Kevin Barry en esta novela. Dicho de otro modo, nos acercaríamos a
Bohane, un mundo propio, un cosmos tan vivo que puede arrancarte el alma de una
dentellada al menor descuido, una ciudad en la que cada uno tiene su papel
asignado, por la zona de nacimiento, actuación o depravación, y en la que el
único privilegiado que puede salir más o menos indemne del paseo por sus calles
es el lector.
Decir
que ésta es una novela descarnada sería quedarse cortos, quizá si metemos en
una coctelera ese ambiente chandleriano y la estética de ciertos cómics
podríamos ir aproximándonos, si se agita bien, a un combinado que habría que
rematar con unas pinceladas propias, por ejemplo, de Chester Himes,
especialmente presentes en una pareja de sicarios que nos recuerdan a
Sepulturero Jones y Ataúd Johnson, y que Barry bautiza como Lobato Stanners y
Cabrón Burke. Pero hay mucho más, una vez que iniciamos la lectura ya no
podremos sacudirnos de encima el olor del Dédalo, la peste del río, el ambiente
del Gran Páramo, Las Lomas, o el vicio constante y el descenso a los infiernos
que el opio y las putas nos regalan al entrar en el Barrio del Humo.
La
vida es lo más fronterizo de Bohane, la vida y las conspiraciones, porque el
regreso del pródigo Gant Broderick va a amenazar el dominio de Logan Hartnett,
quien gobierna sobre el Cotarro con una mano tal vez no tan firme como sería de
esperar, a juzgar por la cantidad de hienas que aguardan su caída: Ojos
Cusasck, los gitanos de las dunas, la inquietante Jenni Ching, el propio Lobato
Stanner e incluso la nonagenaria Nena,
la madre de Hartnett, que desde la postración de su cama sigue moviendo todos
los hilos que puede.
Absténganse
almas sensibles y pusilánimes, Bohane no está hecha para estómagos débiles, hay
que matar, saber encajar, mentir, nadar entre varias aguas y echarle, si se
puede, algún que otro polvo a la vida…, y sobre todo hay que tener la piel muy
muy dura para ver todo lo que se cuece en una ciudad en la que las fuerzas del
orden no son más que un brochazo decorativo que se sienta a verlas venir hasta
saber cuál de los clanes sobrevivirá.
Kevin
Barry puede estar orgulloso de haber creado semejante urbe, y sobre todo de
haberla sazonado con una atmósfera verdaderamente inolvidable.
Ciudad de Bohane. Kevin Barry
Ed. Rayo Verde.
Barcelona 2015. 252 páginas.