Fotografía: de Hanska, por @Jeosm
Cuando aún está muy reciente la aparición en las librerías de
La Red Púrpura, la segunda entrega de la inspectora Elena Blanco, hemos charlado con su autora, Carmen Mola, que nos ha confesado un buen puñado de secretos, tanto de sus personajes como de su percepción de la literatura y del género negro.
– ¿Qué le ha parecido el recibimiento que el lector le ha hecho a Elena Blanco?
Maravilloso, sólo puedo estar feliz. Ni en el mejor de mis sueños, mientras escribía La novia gitana, imaginé que en tan poco tiempo existirían dos novelas protagonizadas por Elena Blanco y tantos lectores que hubieran decidido dedicar parte de su tiempo a disfrutarlas. Se lo agradezco a todos, a los que les ha gustado más y a los que les ha gustado menos. También a los que me han hecho críticas, de todo se aprende.
– Ahora que ha pasado ya algún tiempo desde que Elena apareció, ¿cómo valora la llegada de su personaje a este mundo tan complejo de la novela negra?
No estoy metida en el mundo de la novela negra. Nunca he ido a jornadas, semanas de novela negra, encuentros entre autores y demás. No tengo relación con otros autores y autoras y desconozco su opinión, más allá de la que reflejan en las redes sociales, a las que tampoco soy muy aficionada. Supongo que son los demás escritores los que tienen que valorar a Elena Blanco. Yo sigo siendo lectora de novela negra y sigo descubriendo muy buenos autores, tanto en España como fuera.
– Háganos una confesión, si se puede, ¿el personaje de Elena nació antes de las tramas o primero surgieron las historias y luego su protagonista?
La verdad es que no lo sé. Supongo que nacieron a la vez Elena y La novia gitana. Un crimen, una investigadora, un proceso… No he sido muy consciente del orden, o por lo menos no lo recuerdo. Evidentemente, en el caso de la segunda novela, La Red Púrpura, ya tenía tanto a Elena como a la BAC.
– Y ya que estamos, ¿por qué está tan baqueteada, va a concederle algún respiro en algún momento?
Hay lectores que se quejan de que no haya investigadores que tengan una vida feliz, que terminen de trabajar y se vayan a su casa, en la que tengan una familia encantadora, unos niños preciosos, un jardín bien cuidado y una bonita colección de bonsáis. No estoy de acuerdo, ni como escritora ni como lectora. La gente feliz está muy bien en la vida real, las novelas piden personajes que sufran y que se sobrepongan. Así que la respuesta es no: por muchas novelas que pasen, la vida de Elena Blanco será siempre un caos.
– Además de haber protagonizado ya dos tramas muy adictivas, ¿cuál cree que es el motivo de que ella y sus compañeros calen tan hondo en el público?
No lo sé. Yo trato de que mis personajes me caigan bien a mí, que es un paso importante para que le caigan bien a los demás. Creo que los miembros de la BAC, pese a sus peculiaridades, son simpáticos, entrañables, personas a las que tendría cariño en la vida real. Me gustan mucho Elena, Chesca, Mariajo… Hay algunas características de las tres que me gustaría tener a mí. Reconozco que siento una simpatía especial por Orduño. Quizá los lectores piensen de ellos lo mismo que yo y de ahí que los hayan aceptado.
– Como lector, he de decirle que el equipo de la BAC me parece una auténtica joya en cuanto a caracteres, ¿le ha sido fácil gobernarlos o alguno ha tenido tentaciones de rebelarse?
Te agradezco el elogio. Me hace gracia esto de la rebelión de los personajes. A mí no se me rebelan, tal vez a medida que pasen las novelas alguno lo haga, pero no tendré piedad y lo mataré. Lo que sí adquieren es personalidad propia en el sentido de que hay decisiones que no puedo tomar en su contra. Me explico, hay veces que escribo a uno y, al releerlo, sin saber por qué, digo: esto Zárate no lo haría, tengo que cambiarlo. Tal vez sea el mismo Zárate, o el personaje que sea, el que me avisa y esa sea la mayor rebelión que se permiten.
– Hay un personaje, Rentero, que parece la antítesis de Elena y su equipo, ¿cree que España es un país en el que abundan este tipo de caracteres entre quienes ostentan mayores responsabilidades?
A mí me hacen gracia Rentero y sus lujos a costa del presupuesto. Me divierte documentarme para saber qué whisky pediría o a qué restaurante le gustaría ir. Supongo que hay muchos personajes de esos en nuestro país, pero no estoy segura de que no tengan su parte de utilidad. En las novelas de Elena Blanco, Rentero sirve para anclar los pies al suelo a la inspectora.
– El mal está muy presente en ambas novelas, ¿tanto nos acecha en la realidad?, ¿estamos tan expuestos como parece mostrar en estas dos tramas?
Creo que sí, aunque yo, afortunadamente, no lo noto en la vida real. Pero veo los telediarios y leo los periódicos y me escandalizo. Hay verdaderos canallas sueltos. La gente dice que mis novelas son fuertes, pero no reflejan ni una mínima parte de lo que ocurre un día cualquiera.
– En La novia gitana se habla de los rasgos calés, su concepto de la vida, sus costumbres, y a veces hay grandes barreras, ¿tan diferentes somos unos de otros?
No soy una especialista en el mundo gitano. He contado varias veces que mi fascinación por los gitanos viene de una época de mi vida que viví cerca de Tirso de Molina y me cruzaba con ellos a diario, hasta llegué a tener alguna confianza con varias vecinas gitanas con las que coincidía tomando café por Cascorro. Tenía sentimientos encontrados con sus costumbres, unas me gustaban y otras no, pero me parecía admirable su forma de luchar para conservarlas.
– Muertes en directo, malos tratos, vejaciones, apuestas…, un gran despliegue en La red púrpura. Da un poco de miedo intuir lo que puede hallarse en las profundidades de Internet, ¿usted las ha visitado para escribir esta novela?
Las he visitado, poco y con una pinza en la nariz para no oler su peste… He contado con la ayuda de un amigo con más experiencia que yo en esos asuntos que me ha guiado por ese inframundo. No le recomiendo a nadie que lo visite, ni siquiera como experiencia. Si puedo, no volveré.
– En ambas entregas aparecen personajes jóvenes, y enfrentados a situaciones bastante duras, ¿se nos está cayendo un poco el mito de confiar en los que vienen detrás y han de cambiar el mundo?
¿Existía ese mito? Debe de ser que pertenezco a la generación del baby boom y nunca he confiado en el poder regenerativo de las generaciones. Yo creo que, como en cualquier grupo de gente, entre los jóvenes hay gente muy preparada, que va a cambiar el mundo, gente a la que el mundo le va a pasar por encima y otros —los más— que se limitarán a ver la vida transcurrir. La gran diferencia entre los de mi edad y los siguientes es que nosotros no conocimos Internet hasta muy tarde y ellos han crecido usándolo. Antes pensaba que eso era una ventaja para ellos, ahora he dejado de estar segura.
– ¿Y qué hay de los que ostentan el poder, siguen moviéndose entre la impunidad?
Esa es, por lo menos, la sensación que muchos tenemos. Quizá no sea más que una variante de las teorías conspiranoicas: hay alguien arriba que conspira y para quien no valen las reglas…
– Volviendo al género negro, ¿qué le parece la expansión que está viviendo algo que al nacer fue catalogado como literatura de segunda?
Eso, volvamos a la literatura. A mí el género negro siempre me ha gustado como lectora; siempre me preguntan por él, pero eso no quiere decir que sea el único género que lea. No creo que la novela negra sea literatura de segunda, aunque sí pienso que puede ser literatura de entretenimiento. Pero es que eso no me parece mal, no debemos olvidar que dedicar a la lectura el tiempo de ocio es apasionante. Hay ratos en los que me apetece leer un tipo de novelas y ratos en los que prefiero sólo evadirme, para esos es perfecta la novela negra.
– Y ya que seguimos hablando del género, dicen que cada vez aumentan más las protagonistas femeninas, ¿cree que eso es una moda o una necesidad que debía haber sido cubierta hace mucho tiempo?
Las mujeres vamos tomando protagonismo en muchas áreas en las que nos había estado vedado. Y no olvidemos que el porcentaje de mujeres lectoras, en comparación al de los hombres, es muy alto, es normal que las protagonistas de las novelas lo sean. Yo viajo mucho en metro y suelo ir leyendo, pero me gusta levantar la vista y ver cuánta gente va con libros o con dispositivos de lectura, somos más las mujeres que los hombres. Ahora bien, pienso una cosa, ya hemos conquistado el mundo de las inspectoras y el de las víctimas, ¿para cuándo el de las culpables?
– ¿Qué es lo que impulsa a escribir a Carmen Mola?
Escribo por diversión. Intento pensar en más causas, pero no se me ocurren. He dedicado gran parte de mi ocio a la lectura durante toda mi vida y siempre he pensado en que sería capaz de escribir una novela. Había veces en que en la cabeza reescribía la novela que estaba leyendo, no siempre mejorándola. Por circunstancias de la vida lo había ido posponiendo, pero llega un momento en que te encuentras con el tiempo y la predisposición para escribir y te lanzas. Me lo pasé muy bien haciéndolo, pero supongo que si La novia gitana hubiera pasado sin pena ni gloria, mi atrevimiento se habría quedado ahí. Al funcionar como ha funcionado, me puse con La Red Púrpura. También lo he disfrutado. Ya veremos hasta dónde sigo.
– Tiene que satisfacernos otra gran curiosidad, ¿volveremos a ver pronto a Elena Blanco?
Tiene relación con la pregunta anterior. Con La Red Púrpura me he divertido, ya veremos cómo la reciben los lectores. Son mis dos requisitos, el día que uno de ellos falle, o yo no disfrute o a la gente no le guste, dejaré de escribir o, por lo menos, dejaré de escribir a Elena Blanco.
– Esta sección lleva un título emblemático y eso casi nos obliga a cerrar la entrevista con una pregunta también emblemática: ¿de qué material están forjados los sueños de Carmen Mola?
Éstas son las preguntas que más temo. Siempre pienso en lo difícil que tiene que ser contestar un cuestionario de esos en los que te preguntan por un olor, un sabor, una cualidad que prefieres en los demás… Temo no ser ingeniosa y defraudar a quienes lo leen. Puede que esa sea una de las razones de firmar con seudónimo.
Mis sueños, por decir algo, están forjados de tinta y papel, aunque escribo directamente en el ordenador. No sé, ¿ves como no era ingeniosa?