domingo, 31 de mayo de 2020

AQUELLA VEZ EN BERLÍN - MARÍA JOSÉ MORENO


A FLOR DE PIEL


Una de esas novelas imprescindibles que hay que leer de vez en cuando para reconciliarse con la buena literatura.


Cuando una novela logra tocar la fibra del lector, emocionarle hasta las lágrimas, hay que felicitarse, porque en ese caso estaremos ante una historia tramada con tanta cabeza como corazón, y habremos acompañado a unos personajes complejos, redondos, llenos de vida para bien o para mal. Eso es lo que se deduce tras la lectura de esta obra de María José Moreno, una pura emoción a flor de piel, de la que no es fácil desprenderse una vez que se ha finalizado la lectura.

Y es que las tribulaciones del afamado arquitecto Richard Leinz, así como la inmejorable labor de su secretario, Thomas Parsons, y el aire fresco que aporta Marie Savard no son algo de lo que podamos sustraernos. Ellos son los tres pilares fundamentales de la novela, pero por encima de ellos la autora cordobesa le ha dado los triunfos al azar, al pasado, a la culpa, al amor y a la necesidad de revisitar lo vivido para intentar parchear todo aquello que en su momento hicimos mal.

Esa complejidad argumental, que su autora confesó tener clara en su cabeza, hubo que plasmarla en el papel, y eso se reveló como algo más difícil, de ahí que el resultado demuestre que el trabajo fue magnífico, porque la alternancia de situaciones, los saltos temporales, la manera de ir revelando datos y secretos, hacen que el lector quede irremediablemente prendado de la novela.

El aire británico de la prosa, cómo no, es otro de los méritos, no sólo por el marco, sino por el ritmo y la tranquilidad con los que María José Moreno nos permite conocer al gran arquitecto, al servicial secretario y a la impulsiva diseñadora, sin olvidar a la joven Lisa, que acude desde España para tratar de dar un giro completo a su vida en tierras londinenses. Ese tono tranquilo garantiza la mesura que rezumen los personajes, y con él conocemos también la complejidad de una familia alemana en la que perviven algunos fantasmas, el triunfo profesional del arquitecto, las dificultades del color de la piel incluso en Gran Bretaña, la presencia de la Costa del Sol como salvavidas, el valor de la amistad hacia el recién llegado a un nuevo país, o incluso la necesidad de viajar al pasado para empezar a cerrar esas heridas de la conciencia.

Novela de sentimientos, de verdades y secretos, de dolores y amores extendidos durante décadas; novela de las de verdad, de las que hay que leer de vez en cuando para valorar cómo se debe desnudar a un personaje, entrando en su alma hasta sus últimas consecuencias.

‘AQUELLA VEZ EN BERLÍN’. María José Moreno.
Versátil. Barcelona 2020. 360 págs. 17 euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 30/05/2020)

SOLEDAD - CARLOS BASSAS DEL REY


Soledad de Carlos Bassas por Antonio Parra


Título
Soledad
Datos publicación
Alrevés Editorial. Barcelona 2019. 181 páginas

Autor
  CARLOS BASSAS DEL REY (Barcelona, 1974) trabaja como juntaletras de fortuna, labor que equilibra con la docencia y la escritura de guiones. En el 2007 ganó el premio Plácido al Mejor Guion de Género Negro en el IX Festival Internacional de Cine Negro de Manresa. En el 2012 publicó su primera novela, Aki y el misterio de los cerezos (Toro Mítico), y ganó el premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona con El honor es una mortaja (Tapa Negra). En el 2015 llegó Siempre pagan los mismos (Alrevés), ganadora del Tormo Negro, y una nueva entrega de la saga japonesa Aki, El Misterio de la Gruta Amarilla (Quaterni). En el 2016 publicó el libro de haiku Mujyokan (Quaterni), la novela corta La puerta Sakurada (Ronin Literario) y Mal Trago (Alrevés), y en el 2018, El samurái errante (Quaterni). Ese mismo año publicó su última novela negra, Justo (Alrevés), que ha sido nominada a varios premios, entre ellos el Hammett.

Sinopsis de la obra

          El dolor por la muerte de un hijo es innombrable y se manifiesta de modos muy distintos. También lo hacen la soledad, el vacío, el miedo, la culpa y la rabia que traen consigo al saber que esa vida ha sido arrebatada. De la noche a la mañana, Soledad se convierte en la madre muerta de una niña muerta. El inspector Romero, encargado de investigar el caso, vivirá su propio calvario tratando de descubrir la verdad. La de la muerte de la niña y otra que solo le atañe a él.
          Soledad narra esa doble búsqueda desde la duplicidad constante de voces. También es un recordatorio de que, en ocasiones, la verdad no libera, sino que lo calcina todo a su alrededor.

Reseña
 La Nena

          Hace ya algún tiempo que Carlos Bassas se ha erigido como la voz diferente, quizá la más exclusiva, dentro de la novela negra, ya nos presentó dicha voz con su novela Justo, y ahora la ha llevado hasta extremos aún más brillantes con Soledad, demostrando que se puede contar una trama negra dándole especial protagonismo a las voces narrativas de la misma. De ahí que sobrecoja tanto la historia de Abigail L., o la nena, como era llamada por su afligida madre.
          Precisamente ella, Soledad, es quien ocupa casi dos tercios de la novela, enfundada en una segunda persona que Bassas demuestra conocer bien, y que no es nada fácil de manejar, pero que se vuelve tremendamente necesaria para que el lector vaya conociendo el universo en el que se movía la joven muerta, con sus sombras, sus sueños, sus deseos quebrantados, y también sus rebeldías de adolescente, que las tenía y no eran precisamente pocas.
          En el otro lado está Romero, el inspector que ha de lidiar con el caso, cuya vida está también patas arriba, y a quien el autor da su parte de protagonismo entre el infierno de los remordimientos y los muchos años de oficio, los mismos que le han cubierto con una pátina de amargura con la que se enfrenta a este caso y a todos los fantasmas que le acompañan.
          Esa palabra medida, ese vocablo duro, esa expresión contenida que explota después como un balazo empieza ya a ser marca de la casa, y con ella se pueden contar también aspectos del procedimiento policial, vertientes sociales de una inmigración en la que parece que los malos tratos son cosa menor, chulerías de barrio, lolitas de extrarradio, el dolor que trae la muerte con su liturgia, una autopsia y hasta el mayor de los arrepentimientos. Carlos Bassas anuncia al principio de la novela que todo en ella es tristeza, de lo que no nos avisa en cambio es de la brillantez de su lenguaje.

viernes, 29 de mayo de 2020

METRÓPOLIS - THE MAJESTIC


THE MAJESTIC

     Este hijo mío va listo si se cree que me va a quitar la vida, ahora me sale con que le espere en el Rialto, con la excusa de no sé qué asunto urgente que tiene que contarme. Pretenderá paralizar Nueva York, como si yo tuviera todo el día para él, además sabiendo que hoy es día de Majestic, de bridge, y que Agnes y Emma me esperan para el martini vespertino y nuestra pequeña timba.

    Será para anunciarme otro divorcio, como si lo viera, o no, ahora tocaría compromiso, eso de trabajar en publicidad le ha hecho creer que puede cambiar de mujer como de marca de cigarrillos, qué ingenuidad y qué desfachatez, por Dios. Pero bueno, a estas alturas ya no voy a lograr que siente la cabeza, en eso ha salido a su padre, en la ligereza, no en los divorcios, eso no, que Rupert fue siempre muy leal, hasta para irse cuando debía, algo que nunca le agradeceré lo suficiente.

    ¿Cómo que un botones me va a traer el martini? Ah, una llamada, al final habrá recapacitado. Estoy por no atenderle después de todo, que le tengo muy mal acostumbrado. (…) ¿Cómo, la policía? (…) Sí, sí, soy yo, dígame (…) Pues sí, es mi hijo, al menos hace tres días lo era, porque ése es el tiempo que lleva sin dignarse a ver a su madre (…) ¿Cómo detenido? (…) ¿Embriaguez y escándalo público? Sí, sí, entonces seguro que es mi hijo (…) No, no, yo ahora no puedo ir a recogerlo, no conduzco siquiera, como usted comprenderá (…) ¿Pasar la noche en el calabozo? Humm, bueno, si no hay más remedio. La ley es la ley (…) No, no, de verdad que no puedo hacerme cargo. Además, ya es mayorcito, como ustedes habrán comprobado (…) ¿Qué dice de desnaturalizada? Oiga, no sea grosero (…) Ah, que lo dice él, bueno, no se apure, es un pequeño juego que tenemos (…) No, ni idea de quién puede ser ese tal Kaplan (…) No, no me suena de nada (…) ¿Quién dice que se llama así? No, no, es un error, Roger, él se llama Roger (…) Sí, mejor que duerma la mona y que me llame mañana. Gracias

    - Su martini, como a usted le gusta, señora Thornhill.



miércoles, 27 de mayo de 2020

METRÓPOLIS - SEÑORITA KATIA

SEÑORITA KATIA

Apenas faltan diez minutos para que cierre el banco y no puede estarse quieto. Seiscientos segundos son una gota frente a los días que lleva soñando con ella, descuadrando balances, ignorando vencimientos y acuñando recibos dobles. No hay préstamo que valga ante aquellos ojazos verdes, ante aquel talle perturbador, ante esas piernas interminables.

Todos le miran como esperando instrucciones, pero él está a kilómetros del mostrador, ni aunque volviera el mismísimo don Felipe lograría recuperarlo para la causa. Se moja índice y pulgar y sigue pasando billetes ante sus ojos vacíos pero sin contar, desgastando el mismo fajo una y otra vez. Éste ni se lo llevará.

Los demás han hecho planes para después del golpe, tienen sus sueños, más o menos disparatados, Él no, él sólo tiene espacio en el pecho para aquel pedazo de mujer y para evocar sin pausa alguna el momento en el que venció la puerta giratoria, con un golpe de perfume que le levantó del taburete. ¡Qué manera de hablar, qué terciopelo de voz, qué escultura de manos, qué…!

Cordero ha golpeado con el sello de manera estruendosa mientras le mira impaciente, oscilando los ojos de los suyos al inmenso reloj que hay sobre la entrada, inquieto porque no ve llegar el minuto. Galindo le hace un gesto de tranquilidad, lo han estudiado mil veces, nada puede fallar. Pero de nuevo se pierde en el último anhelo, recostado en una tumbona caribeña, con un daikiri en la mano, pero de los buenos, de los de sombrillita, y vuelta otra vez a darle cuerda al fajo.

Otro minuto y otro suspiro, cada vez falta menos para perderse en sus labios, en sus golpes de pestaña, cada vez falta menos para verla entrar otra vez por esa puerta, para levantar medio mostrador y besar su mano con el mismo sonsonete que tanta gracia le hizo la primera vez. Ahí llega. Al fin.

- Señorita Katia, qué placer verla de nuevo. Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un escl…

Enredado en el piropo no ha reparado en que los dos tipos que han entrado tras ella no son Benítez y Martínez, no le ha dado tiempo a terminar porque el tacto helado de un cañón le ha arrancado la voz casi tanto como le ha congelado el pecho. Ella ahora ya no sonríe, sólo ordena.



sábado, 23 de mayo de 2020

DÓCIL - ARO SÁINZ DE LA MAZA

DÓCIL de Aro Sáinz de la Maza por Antonio Parra

Título
Dócil
Datos publicación
Ediciones Destino. Barcelona 2020. 496 páginas

Autor

   ARO SÁINZ DE LA MAZA nació en Barcelona, ciudad donde, además de jugar a vóley-playa y frecuentar librerías, se entretiene poniendo nombre a todos sus precipicios. Es escritor, editor y tutor narrativo de varios autores. Inició la serie protagonizada por el inspector Milo Malart con la novela El Verdugo de Gaudí (anteriormente titulada El asesino de La Pedrera), a la que en 2016 seguiría El ángulo muerto. Sus novelas han tenido una gran acogida por parte del público y la crítica especializada, y han sido traducidas por la editorial Actes Sud en Francia, donde han relacionado a Malart con los clásicos del género y con las creaciones de prestigiosos escritores contemporáneos como Jo Nesbø y Philip Kerr. Dócil es la esperada tercera entrega de la serie.

Sinopsis de la obra

            El lunes al amanecer, un joven se presenta en comisaría empapado de sangre de pies a cabeza. «Todos están muertos», balbucea, y acto seguido se desmaya. El análisis de su ropa revela que la sangre pertenece a tres personas como mínimo. ¿Se encuentran ante una víctima más, el superviviente de una matanza? Pero entonces, ¿por qué guarda silencio cuando recupera el conocimiento? Cabe otra posibilidad: que se trate del asesino. Sin embargo, su entorno lo define como un chico dócil, incapaz de matar una mosca. ¿Quién es en realidad Lucas Torres?
            Milo Malart, policía judicial de los Mossos, se enfrenta a un caso particularmente cruel y complejo. En una ciudad convulsa, sumido en una extraña sensación de irrealidad, está dispuesto a resolverlo, aunque le suponga un alto coste personal. Los personajes de Dócil van en busca de un anhelo ―el amor, el amor correspondido― como última tabla de salvación para no naufragar. Aferrados a esta ilusión como única esperanza, mendigan por una ensoñación tan efímera como pueril, un espejismo alimentado por el miedo a la soledad. Y todo por unos instantes de aliento, fugaces, demasiado escasos para fertilizar un sentido. Especialmente cuando puede significar la muerte. O algo peor: el terror absoluto.

Reseña
 Milo Malart

            Tercera vez que nos topamos con tan particular investigador, policía judicial de los Mossos, aquejado de una dolencia genética que planea sobre él como una sombra damocliana. En esta ocasión le vemos regresando antes de tiempo de unas vacaciones en Biarritz, para encontrarse con el enrevesado caso de un asesinato múltiple, del que únicamente hay un superviviente, un joven que se ha presentado cubierto de sangre en la primera comisaría que encontró.
            Desde ahí, Aro Sáinz de la Maza va a trazar una investigación tan peliaguda como semejante caso requiere, para ir tratando de desvelar las sombras que pueden estar acechando a este inquietante joven, durante las horas que ha de permanecer bajo custodia a la espera de que se aclare su implicación en el crimen. Vamos, un procedimiento policial seguido hasta los más pequeños detalles, en lo que se refiere a examen del escenario, patologías forenses, indagaciones e interrogatorios.
            Pero hay más, porque la vida personal de Milo Malart anda revuelta y pasándole facturas varias, sobre todo cuando no puede arrancar el día con unos cuantos cientos de brazadas en el Mediterráneo barcelonés. Las sombras de su sobrino Marc, de su hermano Hugo o de su cuñada Sara son demasiado alargadas, tanto como cruel pueden llegar a ser los genes, pero además el recuerdo de la mujer que conoció en Biarritz le está taladrando el alma, y aunque parece haber vuelto más sosegado, de cuando en cuando les arranca algún desprecio que otro a las mujeres con las que alguna vez compartió algo más que trabajo.
            Ante ese panorama, su capacidad deductiva se ve un poco menguada, y eso revierte en beneficio del joven Lucas, o Isma, revelándole al tiempo al lector un pasado espeluznante. A ese joven habrá de enfrentarse Malart, aunque sea en horas bajas, y se dará de bruces con una personalidad complejísima, dura y enigmática, casi tanto como la de Noe, otro de los personajes implicados.
            Sáinz de la Maza conforma una novela muy completa, en la que encontramos crímenes sin resolver, mafias del este e incluso atentados islamistas, sumándolo todo a esos asesinatos múltiples y a un equipo investigador que derrocha paciencia con Malart, y que se ve sometido a más de un peligroso vaivén durante la trama. Con todo, sigue siendo la personalidad de Milo quien termina sobrevolando esta novela, prueba de lo contundente que es el personaje.

jueves, 21 de mayo de 2020

METRÓPOLIS - LORD X


LORD X

            Para Eugenia Pérez Zarauz

        - ¿Y dices que se transformó en un lord?
- Pero en un auténtico lord inglés.
- No es posible – Mamadou se enfundó el pastís de un golpe, incrédulo.
- Venga ya, Moustache, nos tomas el pelo – rio Abdulah.
- Un lord verdadero, con su bombín y su paraguas, si lo sabré yo.
- ¿Y eso por qué? – terció Marcel, uno de los pocos autóctonos que quedaban ya en el barrio.
- Pues por amor, insensato, ¿por qué iba a ser?
- Chorradas.
- Eso, a vosotros todo lo que no entendéis os parecen chorradas, pero cuando venía Lord X el barrio entero adquiría clase, ¿cómo diría yo? Charme, eso es. Y ella esa noche no trabajaba.
- A buenas horas voy a dejar yo a una de éstas una noche con un solo tío.
- Las cosas eran antes de otra manera, la gente era más fina, no como vosotros ahora, que sois unos vulgares macarras, sacando la mano al aire con un decir adieu.
- Hay que proteger el género.
- Y antes se protegía también, pero de otra forma, con corazón.
- Ése no da de comer.
- Pues a ellas sí, ya ves, a ellas sí.
- Sigues sin convencerme, no hubiera dejado yo a una así una noche entera ni loco.
- Es que pagaba muy bien, Mamadou, pagaba muy bien.
- ¿Pero no habíamos quedado en que era un bofio sin dinero?
- Eso fue antes, hombre de Alá, eso fue antes.
- Te estás liando, Moustache – le soltó Abdulah mientras le tendía su jarra huérfana de cerveza.
- Está mayor. Éste ya confunde las historias – completó Marcel a carcajadas.
Moustache dejó la cerveza en la barra y en un vuelo se metió debajo para salir empuñando un viejo sifón.
- A ver si os doy un baño, y no va a ser de humildad precisamente.
- Vale, vale. Venga, sigue – levantó Mamadou sus palmas casi albinas.
- No os merecéis que os cuente nada. Néstor dejó el cuerpo pero no le llenaba vivir de ella, así que se puso a trabajar a destajo para que ella no tuviera que hacer tantas esquinas.
- Menudo gilipollas.
Esta vez el golpe de sifón, breve pero certero, le cayó en la mano a Abdulah, que tomó el aviso todo lo en serio que debía.
- Déjate al bofio, ¿qué pasaba con el lord ése? - Marcel picaba curioso.
- Que la enamoró.
- Pero bueno, ¿no era el mismo? – por algo Mamadou era el cabeza de aquella extraña familia.
- Pero qué animales llegáis a ser. Era y no era el mismo, con el parche y la perilla le cambiaba hasta el acento.
- Eso, encima tuerto – se carcajearon los tres.
- Ya está, a la puta calle, que os aguante otro.
- Vamos, hombre, no nos dejes así ahora.
- No entendéis lo frágil que es la naturaleza humana, ni los rincones que tiene el corazón.
- Ya te he dicho que ése no paga, paga lo de más abajo.
- Cállate ya, Abdulah, déjale que acabe.
- Cada martes llegaba el lord y ella le esperaba como quien aguarda un barco, y esa noche, como os digo, ya no trabajaba más. Lo peor vino después, cuando Néstor empezó a ponerse celoso.
- Joder, ¿pero no hemos dicho que era el mismo?
- Celoso y ciego, tanto que tuvo que matar al inglés.
- ¡No me jodas! – Marcel ya no atendía a nada que no fuera la voz de Moustache -. ¿De verdad que lo mató?
- Y tanto que lo mató, ahogado en el Sena.
- Joder, ¿y ella qué hizo?
- ¿Tú qué crees? No era ninguna tonta y sabía a quién quería.
- ¿Y cómo le fue con el bofio?
- Ah, amigo mío, ésa ya es otra historia.



lunes, 18 de mayo de 2020

METRÓPOLIS - NARANJA

NARANJA
Para Susana Montoya

Le protagoniste c’est vous, le protagoniste c’est vous. En buena hora se le ha ocurrido a Jean Claude lo de venir hoy a un cabaré. Y ahora encima nos toman por monos de feria, al escenario. Una naranja, ¿cómo vamos a sujetar una naranja con la barbilla y pasársela a otra persona sin mover las manos? Eso es imposible.

Y yo encima con estas perlas, si lo llego a saber no me las pongo. Este tipo del micrófono lo único que quiere es reírse de nosotros. A ver qué hago yo ahora. ¿Cómo le paso yo esto a…? Madre mía, vaya galán, qué apostura y qué pelo. Huy, si se ha ruborizado un poco al intentar acercarse, qué mono, y con esas presumidas canas sobre las patillas.

Bueno, de no usar los brazos no han dicho nada, y si tiene que abrazarme qué le vamos a hacer. Jean Claude estará en frente a lo mismo, le veo de reojo, pero él ya se ha deshecho de la naranja. Yo no, no va a ser fácil, pero bueno, mientras dure el abrazo, y vaya si dura, porque tiene brazos fuertes. ¡Qué remedio!

Que no se me note, que no se me escape la risa, no vaya a ofenderse. Yo a aguantar muy seria, pero, ¿cómo?, ahora se aprieta más. Dios mío, qué bendito juego, ¡quién iba a decirlo! Se le cae, se la cae la naranja. Uf, justo ahí, sobre el pecho, ahí lo tengo ahora, redoblando esfuerzos, lástima de vestido de astracán, con lo bien que hubiera venido un tejido más finito y socorrido ahora.

Como siga bajando tan pegado no respondo, de verdad que no respondo. Ya no tengo la naranja, la tiene él en su brazo, pero casi se cae, y otra vez se me pega, qué deliciosa tortura, y qué pena que la haya dominado ya…, unos minutitos más no me habrían importado.

En fin, no ha estado mal la noche después de todo. Ahora se va con esa flaca. Menudo desperdicio, con ella no tendrá problemas, claro, todo hueso… Pero bueno, si se han parado, eso no es, hay que seguir, para mí que estos están aprovechando la barbilla ensamblada para otra cosa. Qué suerte tiene la bandida, cómo la mira él ahora, ay, si mi Jean Claude me mirara a mí así, o si tuviera esos ojazos o esa barbilla tan singular…



sábado, 16 de mayo de 2020

TIRAR DEL HILO- ANDREA CAMILLERI


HERENCIA


Por fortuna, aún quedaba algún título de Camilleri por llegar a España, y todavía tenemos la oportunidad de disfrutar del comisario Montalbano antes de que únicamente nos quede el placer de la relectura de sus casos. De ahí que la aparición de este volumen sea motivo de celebración, porque Camilleri logra, una vez más, conjugar un caso de asesinato con la realidad social más descarnada y al mismo tiempo con los avatares personales del comisario.

A estas alturas no vamos a descubrir el mérito de ambos, pero sí conviene destacar la forma en que el autor siciliano encara los desembarcos nocturnos de migrantes, con toda la crudeza y la violencia que a veces se desata en las lanchas cuando los “pasadores” no tienen tiempo de abandonarla antes de ser rescatada. Dolor y miedo llegan a las costas europeas, cuando todavía no se daban demoledoras invasiones virulentas, y Camilleri lo retrata con la lente objetiva de quien lo vive a diario y ha de saber cómo lidiar con las peores circunstancias pero ya con el callo de lo habitual.

Como segunda línea narrativa, lo personal confluye con lo profesional cuando la modista que le iba a hacer un traje al comisario para un evento con su Livia aparece brutalmente asesinada. Ahí se desata el mejor Montalbano, el que ya conocemos sobradamente de otras entregas, el que hinca el diente en el hueso sin aflojar hasta que su instinto queda satisfecho.

Y eso que, a veces, se nota que los años también han pasado para él, Salvo parece ralentizarse en sus razonamientos, pero ahí llega entonces el resto de su universo para ayudarnos a los lectores a sobrellevarlo. Cuando algún joven aspirante a escritor de novela negra pregunte por los secretos del género, habrá que plantarle delante toda la serie de Montalbano, para que se empape bien acerca de cómo la realidad social y las tramas de investigación pueden formar una pareja más que perfecta.

‘TIRAR DEL HILO’ Andrea Camilleri.
Salamandra. Barcelona 2020. 270 págs. 17 euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 16/05/2020)

viernes, 15 de mayo de 2020

METRÓPOLIS - EL OJO MÁGICO


EL OJO MÁGICO
Para Inés Iglesias


     Empuña la cámara como quien se dispusiera a disparar una pistola, y es que en cierto modo tiene una forma parecida, ese modelo se puede manejar incluso con una sola mano. Se ajusta el visor al ojo y toda la realidad entra por él, por esa pequeña ventanita a la que Alfredo le enseñó a asomarse.

     Es entonces cuando todo cambia, la luz se vuelve más generosa, más limpia, el aire se adensa, suben por él el humo de los cigarrillos, el aroma de las viejas colonias, los noviazgos de la penumbra. Y empieza a grabar sin saber muy bien qué.

     Ha regresado al pueblo después de media vida alejado de él, y ha vuelto soñando con ser lo que siempre quiso, soñando con honrar lo que tantas horas de felicidad le dio siendo un niño. Desde aquella tela blanca colgada en una de las paredes de la plaza hasta el sonsonete del proyector, con ese chorro de polvo en suspensión que era un camino mágico que le conducía a él hasta la pantalla, por encima de las butacas de aquella vieja sala.

     Con la mano libre tantea el vacío, para intentar encontrar aquella mano, rígida, áspera y experta, la misma que le enseñó a acariciar el celuloide, a abrir las latas de los rollos, a accionar los pulsadores para que la cinta fuera pasando sin obstáculos, sin barreras que interrumpieran los sueños.

     Sólo le hace falta un ojo ahora, el otro está cerrado casi como en su día se cerraron los de su maestro. No necesita ver aquel ambiente que ha llevado en su interior todos estos años, sólo precisaba unos minutos y una lente para volver a encontrarlo, casi para oír aquella voz en sus oídos, explicándole qué pasaría a continuación, por qué no habría más disparos, cómo se besaría a la estrella, o cómo reaccionarían los de abajo con la siguiente escena.

  Porque Alfredo era un sacerdote, un brujo de la imaginación que hacía alquimia con aquellos rollos, que le abría universos infinitos cada noche, y que los cambiaba cada semana.

    Salvatore camina por el pueblo, sin dejar de grabar, sin ver cómo sus paisanos se apartan sin reconocerle. Capturando retazos de sus vidas, suspiros, sonrisas, algún grito, las carreras de los niños, el jaleo de los bares, alguna que otra mirada casquivana. Y sólo se da cuenta al separar la cámara de su rostro de que ha vuelto a convertirse en Totò.



jueves, 14 de mayo de 2020

METRÓPOLIS - MORRIÑA


MORRIÑA



    ¿Que qué tal fue el día? No imaginas, Carmiña, no imaginas. (…) Interesante no, mujer, estresante. (…) Un descerebrado al que le abrí la cabeza. (…) No, joder, que me sacudió una hostia, así tal cual. (…) Vale, no hablaré mal, pero es que… (…) Tres youtubers de esos, y se andaban grabando por los pasillos del supermercado, lanzándose cosas. (…) Sí, claro que les llamé la atención, y mientras dos seguían con el móvil el tercero me arrimó una hostia en todos los morros. (…) ¿Qué iba a hacer? Echar mano de la cintura. Ay, si me pilla en otro tiempo, con una buena submachine gun, le abraso. (…) Ya, mujer, ya sé que no tengo pistola, por eso sólo se fue con un porrazo y el melón abierto. (…) Sí, yo bien…, espera, que viene el jefe.



      - Pazos, coño, ¿cómo se le ocurre?

     - Me vino así, señor director, un caso de acción reacción, inevitable, créame usted.

      - Pero joder, que usted es un profesional.

      - Sí señor, muy profesional.

   - ¿Entonces cómo se le ocurre abrirle la cabeza a un chaval en pleno centro? Vamos a salir hasta en la sopa. Ya lo estoy viendo: violencia en el Carrefour.

    - Ésa es la cosa, que ya estábamos saliendo, lo grababan todo haciendo el gilipollas, si me permite la expresión.

    - Ha venido la policía, le toca declarar porque el chaval le va a denunciar.

     - ¿Y de la hostia que diome no hacemos nada?

   - Toda Coruña está hablando de la hostia, toda Coruña, ése es el problema.

     - Pero señor director, que yo sólo me defendía.

     - Hay otras formas, Pazos, hay otras formas.


   
     Perdona, mujer, ya estoy contigo. (…) ¿Le has oído? A esta gente sólo le importa la imagen, el personal un carallo. (…) Ya, mujer, no digo más tacos, pero es que me puede… (…) Sí, ya lo sé, la hipoteca, los niños. (…) Que sí, mujer, que sí, no haré tonterías pero ganas no me faltan, coño. Antes al menos sabía por dónde me podía llover una hostia. (…) No, no pienso en volver a las andadas, pero me acuerdo mucho de Villambrosa y de aquellos tiempos, cuando éramos alguien, no te creas que no. (…) No, no le replicaré al jefe. Pero oye, creo que hoy llegaré tarde, aquí hay para rato. (…) Yo también, Carmiña, yo también.



miércoles, 13 de mayo de 2020

METRÓPOLIS - EL DORADO


EL DORADO
Para Ana Selma

     ¡Qué complejo es esto del cine! Y qué ajetreado, con lo fácil que tendría que ser rodar la soledad, o el silencio. Pero bueno, al menos se va a contar todo, y el espectador luego tendrá la oportunidad de conocer mi historia.

    Ha sido una gentileza traerme, dejarme ver todo esto, todos me tratan con mucho respeto, como si quisieran protegerme para evitar reabrir viejas heridas. Henri esto, Henri lo otro, me preguntan incluso de más, porque poco puedo yo aportar a algo que apenas conozco. Lo que sí sabía ya lo dejé en el libro, y si han llegado hasta aquí imagino que será porque habrán sabido leerlo bien.

     Me han presentado a los actores, también muy amables, ya caracterizados con los uniformes. El llamado Steve me ha estrechado la mano, el otro sólo ha inclinado la cabeza en una muda bienvenida. Veremos si son tan amables cuando se vayan a rodar al trópico. Casi me mareo al ver de nuevo las franjas descoloridas, no tanto por los colores, que allí apenas había, sino por la hechura de los uniformes, ahí sí que han sido fieles, la verdad. Por un momento ha sido como si volviera a llevarlo puesto. Ellos se han dado cuenta y han regresado a lo suyo.

   No termino de entender por qué temen tanto incomodarme, ya he soportado cosas mucho peores, y la mente fue lo único que nunca lograron apresar, si no pudieron entonces aquellos diablos que daban nombre a la isla no van a poder ahora los recuerdos.

      Se ha hecho el silencio, van a empezar, los han metido a los dos en un barracón al que le falta una de las paredes. Casi me da risa la metáfora. Todo es tensión. El director da una voz e inicia el rodaje. Escucho las palabras que en su día escribí y me parecen nuevas, como si las mías hubieran sido orugas que en sus bocas se volvieran mariposas, ¡qué si no! No podían alcanzar mayor transformación.

    Steve y el otro se empeñan, lo hacen bien, son muy profesionales. Incluso el guardia que llega con la porra es un profesional, se parece más a los venezolanos de El Dorado que a mis malditos compatriotas. Este recuerdo me ha dolido un poco más, y aunque sí han llegado a rozar el silencio de aquel tiempo, creo que mañana no volveré por aquí. No quiero que me encierren otra vez, ni aunque sea en un rollo de celuloide.



martes, 12 de mayo de 2020

METRÓPOLIS - CUESTIÓN DE FE


CUESTIÓN DE FE

Para Ana Fernández Álvarez

  Vamos, Rose, piensa, piensa, no puede ser tan complicado, esta lancha no es tan grande. No puedo verle ahí, refugiado entre las mantas, tiritando, delirando, he de hacer algo y no consigo orientarme en medio de tanto trasto como hay aquí dentro.

   Dios, te pido perdón, por mi orgullo, el que siempre me pierde, y mira que me lo habrás advertido veces, meterme en los zapatos de los demás, pero es que el señor Allnut iba casi descalzo, las cosas como son. Era tan fácil reconducirle, y tan necesario…

   ¿Y de qué me ha servido eso ahora? De nada, porque está ahí casi consumiéndose por la fiebre mientras yo no fui capaz de arrancarle de encima ni una sola de esas sanguijuelas del demonio con las que emergió del agua. Como si no tuviéramos ya suficiente con los mosquitos, con el calor y esta humedad. Lo sé, Señor, lo sé, tu creación, es tu creación pero hay que reconocer que a veces se te fue un poco la mano en según qué sitios.

    No entiendo bien lo que dice, me ha parecido que me llamaba, pero no, será otra vez el orgullo, o la vanidad, aunque ese calor que me ha recorrido por dentro era otra cosa, si es que ha dicho mi nombre. Pero debe de ser la fiebre. ¿Dónde estará? Debe de haber quedado alguna. Si le conozco un poco sé que tendrá algún escondite ocupado y yo no consigo hallarlo.

     Por favor, ya sé que en las últimas semanas te he pedido muchas cosas, pero no permitas que se muera. Alíviale de este suplicio, todo lo ha hecho por ayudarme, bueno, también por sobrevivir. ¿Pero no lo intentamos todos en este caldo infernal del que cuesta tanto salir? Ayúdame una vez más y te prometo ser menos rígida, menos intransigente, encuéntrame una, sólo una.

    Vamos, Rose, piensa, piensa. ¿Dónde la habría escondido para que tú no la encontraras? Seguro que no las tiraste todas por la borda. ¿Y ahí? Junto a la caldera. ¿Quién guardaría una botella de ginebra en un lugar como ése? Charlie, sólo él lo haría. Aquí está. Gracias, Señor, y no me culpes demasiado por preferirle ahora un poco ebrio, pero vivo y sano.



lunes, 11 de mayo de 2020

METRÓPOLIS - AQUEL PAR DE GUANTES


AQUEL PAR DE GUANTES

    “¡Qué alegría verte, Steven! ¡Bienvenido, Steven!” Mentiras, todo mentiras. Aquí no hay nadie que se alegre de que vuelva un viejo como yo, ni siquiera esta maquilladora, una niñita que ni sabrá quién soy ni lo que he hecho. No soporto la hipocresía, todos pensando que han de ser amables con un actor que hace tiempo que emprendió ya la cuesta abajo. Y claro que la emprendí, ¡qué remedio!, si ya el teléfono dejó de sonar, si ya no llega guion alguno mientras los que sí llegan sin faltar son los años. Y ahora esto, encima un papel de barrendero, de lujo, sí, pero barrendero al fin y al cabo, por muy bien que me lo hayan vendido, por mucho que me doren la píldora diciéndome que cuido los aseos, le doy réplicas ingeniosas al protagonista, que la chica me tomará cariño… Bobadas. Lo del protagonista sí que es bueno, mejor le habrían dejado con sus pistolas y su caballo, como el paleto de la pradera que es. Pero no me extraña viendo lo que han preparado, dicen que hay amor pero no es una película de amor, y es raro con este director, dicen que hay guerra pero no es una película de guerra, ¿entonces qué es esto?, ni ellos mismos se aclaran. Y en Buenos Aires, transcurre en Argentina, como si alguno de estos supiera dónde está Argentina. Qué cadena de despropósitos. A ver si terminan pronto de maquillarme, no paran de hablar de ella, ni un segundo han parado, ni que fuera tan especial, no ha aparecido por aquí hasta hoy y ahora tendremos que correr todos para rodar sus escenas. Bueno, allá vamos, con esta chaquetilla que hasta es dos tallas más pequeña. Qué de gente hay hoy, nunca ha habido tanto alboroto para una docena de escenas, y este remolino, mira por dónde al final la escoba me va a servir de algo. Me pongo en mi marca y suena la música, se van las luces, saldrá ella…

     Y ahora me traen unos guantes negros y larguísimos para que se los dé cuando emprenda el camino del escenario. Un mayordomo, ¿eso quieren?, ¿para qué?, ¿para quién?, ¿para ella…? Ahí llega…, sí que está guapísima, va como fuera del mundo, por encima de todos, me acerca esa piel marfileña y los guantes casi resbalan al suelo. Me los quita de los dedos con delicadeza y enfunda manos y brazos en ellos. No hay nada más, ahora entiendo que no hay otro papel más idóneo para mí, ni otro sitio donde quisiera estar en este final de camino, salvo mirándola caminar hacia ese foco que ahora lo llena todo.