miércoles, 30 de septiembre de 2020

METRÓPOLIS - EL CLIC

 

EL CLIC

   Inspirar y espirar con rapidez, rítmicamente, para minimizar el dolor, pero ahora ya no sirve, cuando las contracciones llegan con tan poco intervalo la tranquilidad ya no se puede alcanzar. Bien lo sabe Brick, que lleva dos semanas buscándola tras la promesa que hizo de no tomar un trago al menos hasta después del parto.

     Ahora está ahí, enfundado en ese traje de papel verdoso, con un gorro ridículo y cubiertos los pies por aquellos patucos, mientras sujeta la mano de la madre, o más bien deja que sea ella quien le estruje los dedos. Esto es mucho más difícil que colocar bien un lanzamiento de cuarenta yardas, se le van a quebrar con cada contracción.

     Mira a Maggie casi con admiración, lo estuvo buscando con tanto ahínco que al final lo logró, a él le encandiló en uno de esos momentos de extraña languidez en los que su cabeza consigue alcanzar el clic tan ansiado, y de aquellas paces llegan ahora estos estruendos.

    Toda la familia está fuera, lo presiente, velando por el orgullo de los Pollitt una vez más, unos para ver si el destino les da la razón, otros deseando que aquella criatura no vea la luz y les robe sus herencias, su madre enjugando lágrimas con aquel pañuelo que parece llevar siempre cosido a la mano, y él, el Gran Padre por antonomasia, domando al cáncer quizá por última vez, derrotándole en una última batalla que el nuevo nieto no convertirá en una guerra ganada.

     Siguen siendo igual de mendaces, todos, igual de falsos, pero Maggie ha logrado llevarlo todo a su terreno. A Brick le da igual, hace tiempo que aprendió a dejarse llevar y a no beligerar más entre aquella camada de hienas. Una botella y un quintal de recuerdos, no necesita más.

   Continúa aguantando los apretujones de sus manos, la dilatación va en aumento, la cabeza de la criatura ha empezado a asomar. Todo sigue su curso mientras él busca en su interior algún instinto paterno sin encontrarlo, como otros tantos instintos que también desterrara hacia tanto tiempo.

     La presión mengua, se muere por darle un trago aunque fuera al frasco de éter, se ríe jugando a imaginar que le pone al niño el nombre de Skipper, Skipper Pollitt, eso acabaría con la familia. Suspira sabiendo que Maggie lo arreglará y de repente estalla el primer llanto. Ya puede lanzarse otra vez a buscar su tan ansiado clic.



domingo, 27 de septiembre de 2020

LA NENA - CARMEN MOLA

 

La nena de Carmen Mola por Antonio Parra


 

Título

La Nena

  

Datos publicación

Editorial Alfaguara. Madrid 2020. 392 págs.

 

Autora

 

Carmen Mola (Madrid, 1973) es un seudónimo. Vive en Madrid, con su marido y sus tres hijos, es profesora de universidad. La novia gitana fue su primera novela y continuó con el personaje de Elena Blanco en La red púrpuraLa Nena es la tercera entrega de la serie.

 

Sinopsis de las obra

 

    Es la noche del fin de año chino, empieza el año del cerdo. Chesca, al mando de la Brigada de Análisis de Casos desde hace un año, ha quedado con Ángel Zárate, pero en el último momento este le da plantón. Aun así, ella sale a divertirse, conoce a un hombre y pasa la noche con él. A la mañana siguiente, tres hombres rodean su cama, a la espera de unirse al festín. Y un repulsivo olor a cerdo impregna la estancia.

    Después de un día entero sin dar señales, los compañeros de la BAC empiezan a buscar a su compañera. Cuentan con una ayuda inestimable: Elena Blanco, que aunque dejó la policía tras la debacle que supuso el caso de la Red Púrpura, no puede dar la espalda a una amiga. Pronto se darán cuenta de que tras la desaparición de Chesca se esconden secretos inconfesables.

 

Reseña

El año del cerdo

 

     Con la misma efusividad y potencia con la que podría arrancar cualquier año nuevo chino aparece esta tercera entrega de la inspectora Elena Blanco y la BAC, esa brigada que es ficticia (y bien que se empeñan en recordarlo los más quisquillosos) pero que tanto nos ha hecho disfrutar, en las dos entregas anteriores, de unos personajes complejos y atrayentes, y no nos referimos únicamente a la inspectora sino a todos los integrantes de la brigada.

     Esta vez otro de ellos, Chesca, se va a ver amenazado, y el equipo tendrá que ponerse en funcionamiento a contrarreloj y por necesidad, con la incorporación de Reyes Rentero, sobrina del comisario y mujer compleja donde las haya, que trastocará bastante la forma de ver la vida de Ortuño, otro componente de la brigada.

     Cada vez que se ha estrenado una novela de Carmen Mola han surgido voces aquí y allá, por el hecho de que sea un seudónimo, porque la brigada no existe, porque hay tópicos, por exceso de violencia, por falta de rigor negro (esto quisiera que alguien me lo explicara bien en algún momento), etc. El caso es que uno ya no sabe si pensar que estas novelas están llenas de taras, algo que está alejado de la realidad, o si las reacciones vienen motivadas por su triunfo, y es que, fuera de esos supuestos defectos, la autora (o autor, o autores) logra siempre algo que es muy difícil, un ritmo trepidante y sobre todo la conexión con el lector, a quien engancha del pescuezo desde el inicio y ya no lo suelta. A ver si van a venir por ahí las críticas y resulta que más de uno mataría por lograr ese efecto en sus novelas.

     Opiniones aparte, la trama de esta tercera entrega está cuidadosamente tejida, porque de la mano del conflicto de Chesca, los miembros de la BAC irán encontrando hilos de un caso anterior que afecta al propio personaje, y cuyo peso en la situación actual tendrán que averiguar. La atmósfera, por otro lado, roza el vértigo, y nos permite recuperar temporalmente a una inspectora Blanco que había decidido abandonar el cuerpo y dedicarse a otros menesteres.

     Como no podía ser de otra manera, conociendo un poco los mimbres de las dos novelas anteriores, la violencia tiene un papel casi protagónico en esta entrega, al igual que la psicopatía, y Carmen Mola nos sitúa en los momentos temporales adecuados al inicio de cada parte, para que conozcamos el pasado que nos ha traído hasta donde estamos.

     Luego, insisto, podemos hablar de estereotipos, de credibilidad, de facilidades argumentales, de lo que cada crítico desee, pero lo que no se le puede hurtar a la novela, como tampoco a la serie completa, son esas virtudes antes señaladas: la capacidad para mantener al lector pegado a sus páginas, el vértigo y la generosidad a la hora de ofrecerle al lector una emoción tras otra. Eso no creo que nadie pueda discutírselo, y eso tal vez sea lo que marque el secreto de su éxito.


https://www.solonovelanegra.es/la-nena-de-carmen-mola-por-antonio-parra/?fbclid=IwAR3Kt0JVif87Hv4VbJeduhg_Vq4X5J2929Xw38L4sURbHeAK1rllOm8y4RY

domingo, 20 de septiembre de 2020

METRÓPOLIS - PLANO CORTO

PLANO CORTO

     Todavía puede ver a Harry balanceándose de la barra de las cortinas, regalándole al gordo Sparkey su plan de jubilación y hasta pidiéndole que cerrara más el plano para repetir la acrobacia. Menudo imbécil, con lo fácil que lo habían tenido.

     La señora Pendleton le saca de su mutismo preguntándole si no piensa intervenir, él la mira displicente pensando que si en vez de caerse en aquella mugrienta esquina hubiera sucumbido a la piel de aquel plátano unos metros más adelante, frente a los almacenes Bloomingdale, otro gallo les cantaría ahora.

   La parte contraria sigue a lo suyo, ensalzando al Ayuntamiento, argumentando casos anteriores mientras cautiva a un juez decrépito y medio sordo que no hace más que asentir. Él se va aclarando la garganta mientras le susurra al oído a la Pendleton que no tiene que preocuparse, que lleva muchas demandas civiles a las espaldas y que sólo hay que aguardar el momento justo.

     El tedio de la ley le puede una vez más, el tedio y aquel descapotable que perdió, aquellas vacaciones en Florida con las que haberse deshecho por un mes de todo el equipaje familiar, suegra incluida, y todo por unos principios, ¿pero quién se viste ahora con principios?

    Y eso que él lo hacía todo por Harry, si hasta le trajo a Sandy, y eso era mucho traer, ahí sí que había que hacer un ejercicio de fe, pero todo era poco para aquel cuñado desagradecido, el mismo que le hurtó la gloria cuando tenía pillados por los bajos a los cocodrilos de O’Brien, Canon y Quindcale, que lo mismo hasta le habrían ofrecido un puesto como socio con tal de no soltar un centavo.

     Suspira recordando cómo todo se hizo humo, como una de esas galletas chinas que se deshacen con los dedos, pero sin dejarle sorpresa final, sin dejarle más que los mismos casos de siempre, aunque el colmillo de viejo zorro no lo ha perdido, y va a morder, justo ahora le toca morder para que la señora Pendleton reciba su justicia y él su jugoso veinte por ciento.

      - Su turno, señor Gingrich.



sábado, 19 de septiembre de 2020

CUADERNOS DE TIERRA - MANUEL MOYANO

 EL HORIZONTE

La esencia de un escritor está impresa en su alma, ya cultive relato, poesía, novela o como si le da por escribir campañas publicitarias. Esa habilidad para mostrarse, para desnudarse en cada género, no está al alcance de todos, por eso cuando nos topamos con ella hay que felicitarse y celebrar la suerte de poder disfrutar de vez en cuando de su prosa, como ocurre en el caso de Manuel Moyano, una de esas voces por las que merece la pena leer.

Polifacético, o más bien poligenérico, Moyano de vez en cuando pone negro sobre blanco otra de sus pasiones además de la escritura, la pasión del viajero, la del hombre que camina por el mero placer de moverse, como defendía Jack London, y de contar aquello que ve. En esta ocasión, no es ni mucho menos su primer libro de viajes, se ha movido por la región que habita, el sudeste español, remontando ríos como el Segura, el Argos o el Vinalopó, acercándose a sierras y montes, vaguadas y trochas, pueblos y pequeñas localidades.

Ha espaciado sus relatos apelando a la memoria de diferentes veranos, y así nos hemos encontrado a un narrador tan perspicaz como siempre, pero a un viajero un tanto más sosegado que en otras ocasiones, a pesar de que aún sea capaz de dormir al raso, si bien en no demasiadas ocasiones, y es que los años son los años y se dejan sentir.

Además de la naturaleza, primera cota de observación, Manuel Moyano anda siempre a la búsqueda de la voz humana, de las historias que laten en cada pueblo, en cada camino, y siempre se guarda alguna de ellas para volver sobre esa realidad cuando ha regresado de nuevo al hogar. Un crimen múltiple, una desaparición, la presencia de algún nazi en el Mediterráneo, son las que encontramos en este volumen, pero por encima de ellas, como ya se ha dicho, están la voz y el ojo del autor, del viajero, del caminante, del hombre siempre reflexivo.

 

‘CUADERNOS DE TIERRA’. Manuel Moyano.

Editorial: Menoscuarto. Palencia 2020.

165 páginas. 16 euros.

(LA VERDAD, "ABABOL", 19/09/2020)


lunes, 7 de septiembre de 2020

METRÓPOLIS - EL CALLEJÓN

 

EL CALLEJÓN

      Odio el agua, lo saben todos, y más cuando cae de esta forma tan desaforada, que no permite encontrar un refugio adecuado. Por eso quiero que me saquen de una vez de aquí, de este sórdido callejón, porque ellos creerán que no pero empiezo a sentir frío, y ni soy tan fuerte ni tan independiente como suponían.

    Me gustaría tanto volver al calor del hogar, al humo del tabaco, a los vaivenes de la música, a las perlas extraviadas del caviar, a los martinis, a las aglomeraciones, a las voces de aquel japonés colérico, a los sueños truncados de algún escritor, a los encantos de algún morenazo brasileño, y si me apuran mucho, hasta quiero volver al vapor de la ducha, aunque tampoco sea lo que más me priva en el mundo.

     No dejan de hablar de cárceles y jaulas, sabrán estos dos lo que es una jaula, y pasarse la vida encerrado en una, a poco que me dejen se lo voy a explicar, a ella y a él, a ella por inconsistente y a él por iluso, tantas historias por contar y aún no sabe cómo arrancarse a contarlas.

     Y luego se quejará por desayunar bollos y cafés mirando por un escaparate, cómo se nota que no llevan toda la vida contemplando el mundo a través de los cristales. Si se pararan de vez en cuando a valorar lo que de verdad importa no tendrían tantas dudas, ni me estarían ahogando como lo hacen.

     Menuda manía han cogido con hablar de pertenencias y servidumbres, como si la soledad lo pudiera solucionar todo, como si no les hiciera falta el contacto, quieren pensar que son libres solos y ni siquiera yo lo soy. Espero que no tarden mucho en darse cuenta, otro beso más y me aplastan la cabeza. Otro beso más y el taxi se va a marchar, y entonces sí que me tocará sacar las uñas y poner las cosas en su sitio.