UNA NOVELA DE HERMANDADES
El
papel de la mujer en la literatura del romanticismo, el deseo de una joven de
descubrir el mundo a través de la lectura y la escritura, la complicidad del
amor y el sacrificio, Madrid, Extremadura, Cuba, secretos y férreas
voluntades…, de todo ello se ha rodeado Rosa Huertas en la que quizá sea su
novela más lograda hasta el momento.
Dos de
las virtudes que caracterizan a la escritura de Rosa Huertas son la
preocupación por la literatura, su historia, su recuerdo y su difusión, y la
predilección por los personajes fronterizos, aquellos que de manera inevitable
se ven enfrentados a una disyuntiva de la que dependerá el resto de sus vidas.
Con
ambas virtudes, la autora madrileña lleva ya unos cuantos años regalándonos
novelas juveniles en las que siempre entremezcla esos valores a la perfección,
y así la hemos visto difundir la vida y obra de Miguel Hernández (Mala luna), Lope de Vega (Tuerto, maldito y enamorado), Galdós (La hija del escritor) o Machado (Cartas a Leonor), pero también artistas
alejados de la pluma como El Greco (Theotocópuli.
Bajo la sombra del Greco), e incluso otros personajes que, sin vinculación
artística, tocaban muy de cerca su fibra personal.
Amor por la literatura
Sólo
quien ama la literatura puede moverse alrededor de sus entretelas con semejante
autoridad, con una soltura que se contagia a los lectores, ya sean
principiantes o de lo más consagrados. Precisamente con esa trayectoria juvenil
ha logrado en muchas ocasiones difuminar esas fronteras temporales, dinamitar
las barricadas de la edad y dejarnos sólo frente a buenas obras, fueran cuales
fuesen sus etiquetas.
Aun
así, es notorio reseñar que estos lazos de tinta han supuesto su primera
incursión en lo que podríamos denominar literatura no juvenil, algo que muchos
lectores llevábamos tiempo demandándole y que ella iba posponiendo, por
respeto, hasta estar segura de que el salto de una franja a otra sería el
adecuado. Unas prevenciones que han quedado superadas en cuanto uno se pone a
la faena de conocer la vida de Manuela, un personaje fronterizo, como no podía
ser de otra forma, que nace en un mundo que no le corresponde (quiere leer y
escribir aun siendo hija de lavandera), y hasta en una época que se le queda
muy pequeña (una mujer del siglo XIX ávida de conocimientos).
Homenaje a la mujer
Esa delicia de personaje, al que le esperan
algunas sorpresas más que el lector deberá ir descubriendo a lo largo de una
trama muy dinámica, recibe además el don de la voz narrativa, que su autora le
concede para que nos vaya relatando su existencia, llena de peligros, amenazas
y secretos, como corresponde a un buen personaje decimonónico. La alternancia
entre la primera persona de la narradora protagonista y testigo se enriquecerá
también con la segunda persona, puesto que Manuela se dirige, de modo casi
epistolar, a otro personaje de vital importancia en su vida, en un complejo
alarde de técnica literaria del que Rosa Huertas sale más que triunfante.
Hasta
ahí los valores protagónicos, pero si hablábamos antes de amor por la literatura,
queda el homenaje que la autora rinde en esta ocasión a un grupo de mujeres tan
valientes como a menudo clandestinas, las que se atrevían, contra viento y
marea, a escribir en la España del romanticismo, la del rancio siglo
diecinueve, encabezadas por dos figuras señeras como fueron Gertrudis Gómez de
Avellaneda y Carolina Coronado. Esa hermandad acoge en su seno a una Manuela a
quien el patriarcado más salvaje está varias veces a punto de llevarse por
delante, y cifra en ella el proyecto de la nueva mujer española, la que habría
de intentar cambiar nuestra sociedad por vez primera.
Como
luchadoras que fueron, y a pesar de los éxitos literarios de algunas de ellas,
estaban más bien solas –tal y como comprobó la propia Tula cuando se postuló en
vano para entrar a formar parte de la Real Academia-, pero Rosa Huertas, a
través de Manuela, les da voz y nos muestra la férrea voluntad con la que
fueron superando escollos, el ingenio y la determinación, y sobre todo el
valor, porque esta es una novela de valentías, de desafíos y decisiones
fuertes, en la que su autora se torna una más de aquellas hermanas tan
injustamente tratadas, como tantas otras, por la historia de nuestra
literatura.
Doble viaje
La
inserción en la sociedad, la supervivencia en un mundo de hombres o la
solidaridad femenina están retratadas en la novela con gran acierto, al igual
que los escenarios, empezando por el Madrid más fiel, mostrando una vez más el
amor que Rosa Huertas siente por su ciudad, y siguiendo por una Extremadura en
la que los contrastes resultan brutales, para terminar con un salto oceánico
tras el que La Habana surge como una tierra de promisión, un Eldorado en el que
Manuela y su familia puedan encontrar la paz, donde ese proyecto de la nueva
mujer cuaje de manera definitiva.
Ese
viaje, tanto el geográfico como el interior, está narrado de forma muy cuidada,
con unos capítulos medidos que otorgan a la novela un ritmo ágil, una
invitación para seguir leyendo, que Rosa Huertas lleva hasta el extremo de
tatar con mimo tanto el lenguaje como la voz que le corresponde a cada momento,
ya se hable de literatura, de lo sociológico, o incluso de algún que otro
peligro criminal, y es que la sombra del infausto padre de Manuela es muy
alargada.
Un
estreno de lo más acertado, demostrando que la experiencia que atesora la
autora madrileña le capacita de manera sobrada para continuar en el camino de
la novela sin etiquetas cronológicas. Esperemos que dicho camino sea tan
fructífero como el que ha recorrido hasta ahora en la literatura juvenil.
‘LAZOS
DE TINTA’. ROSA HUERTAS
Género: Novela. Ediciones B. 384 páginas.
https://www.laverdad.es/ababol/libros/novela-hermandades-20230325091025-nt.html?fbclid=IwAR1ey7gBUZqdYm8vrGqvxG2Uu16zWweWoPjnV8JpdqlUD8X5Ey46TYfd0MU&ref=https%3A%2F%2Fl.facebook.com%2F