EL GRAN SALTO
Los hermanos Coen perfilaron a un
malvadísimo Paul Newman para que se apoderase de las industrias Hudsaker
mientras defraudaban a los accionistas poniéndoles como pantalla a un
presidente de paja, Tim Robbins. Nada que no hayamos visto en los últimos años
en el mundillo empresarial, y cuyo recuerdo ha reavivado el hecho de contemplar
esta tremenda fotografía de Carlos Luján, testigo de uno de los miles de
desahucios que se producen cada día.
Pocas veces una instantánea logra aglutinar tantos
contrastes. Si se fijan bien, además del dolor y la vergüenza de la mujer
expulsada de su hogar, podemos ver a su derecha a quien parece un periodista
anhelante de declaraciones, pero lo que verdaderamente rompe moldes es la
expresión del policía tras su visera de despejar disturbios, esa tristeza
imposible de ocultar y esos ojos que brillan y no precisamente de ira.
No es una alegoría, sino una de las imágenes de esta
crisis que parece no tener fin, porque hemos cambiado los collares, pero los
perros siguen siendo los mismos, los mismos que no se atreven a ladrarles a sus
verdaderos amos, ni más ni menos que los bancos. Habrá quien piense que, si no
se cumple con el pago de un préstamo hipotecario, justo es que se adopten
medidas, sea, obviemos la facilidad con la que los bancos inflaban no hace
mucho las tasaciones de las viviendas sin pensar bien en la capacidad de los
firmantes.
Pero por lo que ya no paso, porque es que ni los buitres
más carroñeros (estos esperan a que la víctima muera, no la matan antes), es
por el engaño y el latrocinio. El desahucio supone que el banco se queda con la
propiedad si el afectado no puede hacer frente al préstamo, muy bien, pero es
que además estos “amigos de nuestra economía” pretenden que el infeliz siga
pagándoles dicho préstamo, dicho en plata: además de cornudos, apaleados. “No
puedo pagar la casa, quédesela; sí, sí, pero usted me sigue debiendo un
préstamo…” Así, tal cual, sin aceptar la dación en pago, porque aducen, los
angelitos bancarios, que perderían dinero.
No se puede tener más desfachatez, en todo caso dejarán
de ganar dinero, pero un banco jamás perderá un euro…, salvo que se lo lleven
calentito sus directivos, claro. Porque, además de querer seguir cobrando, lo
sangrante es que pueden vender de nuevo el inmueble, o lo que es lo mismo,
ganar dos veces por un solo producto, vamos, que ni el tipo aquel que le vendía
la Puerta de Alcalá una y otra vez a los extranjeros incautos.
Son tiempos de recortes y esfuerzos, Rajoy dixit, y de
más recortes a nada que estornuden los consultores norteamericanos, tiempos de
oposiciones congeladas, de funcionarios menguados de sueldo (de los cargos
superiores que sobran no se sabe nada), de impuestos más altos…, pero no sé yo
si esto servirá de algo mientras los bancos sigan afilando el colmillo, y eso
por no hablar de cierto duquesito enriquecido, que también tiene tela.
Que no se nos olvide esta imagen de Carlos Luján cuando
oigamos hablar de desahucios, y a ver si algún banquero se anima a dar los
saltos que los ejecutivos practicaban en la pantalla, yo sería el primero en
aplaudir ciertos collages de vísceras figuradas en las aceras del sentido
común.