La llama vengadora
Hay
libros de viajes que son un catálogo de monumentos y referencias, y otros que
profundizan tantísimo en la conciencia del viajero que difícilmente conectan
con el lector. Y luego están los libros de viajes de David Roas, que
trascienden lo genérico; ya lo hizo en su última novela, La estrategia del koala, en la que recorría Galicia, y lo ha hecho
ahora con estos relatos, fruto de su paso por Perú, en cuya embajada se han
negado a confirmar si le han declarado persona non grata a pesar de nuestros
intentos por confirmar tal extremo.
Convertir
un libro de viajes en uno de relatos es muy sencillo si se tiene la mirada
desopilante de un escritor que siempre viaja con la pupila cargada, y si además
se tiene la desfachatez suficiente como para escribir sin pudores ni
retenciones. Dicho de forma más ortodoxa, el autor barcelonés dota a estas
crónicas de todo el aire de un relato, sin olvidarse de recoger los ambientes
que ha conocido, salpimentándolos con sus propias sensaciones, y sumándole una
profundidad sociológica que suele atinar con aquellos rasgos más
característicos de la idiosincrasia del lugar.
Y
aunque nunca hay fórmulas mágicas en esto de la literatura, lo que sí hay es
frescura, algo que siempre se agradece, y un tono constante de quien sabe muy
bien a qué se enfrenta, qué es lo que quiere decir y cuál es la mejor manera de
decirlo. Que nadie busque sesudas crónicas, ni resúmenes cronohistóricos, pero
que nadie piense que va a cerrar el libro sin llevarse una imagen bastante
acertada del país andino. El episodio de la máquina de escribir de Vargas
Llosa, el tráfico limeño, el mal de altura, la visita a Cusco y las
alteraciones de la realidad van a hacer las delicias de los lectores. Y por
supuesto, la llama, el animal que se erigió en el juez más implacable de la
visita de David Roas.
Bienvenidos a Incaland. David Roas.
Páginas de Espuma. Madrid
2014.
138 págs. 15 euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 14/3/2015)