—ECP: El nombre de Cartagena no se menciona específicamente, pero cualquier cartagenero puede reconocer las localizaciones en las que nos colocas a los personajes. ¿Qué te inspira tu ciudad de adopción para retratarla explícita o implícitamente y hacerla escenario de buena parte de tu obra?
—APS: El hecho de ser la ciudad que mejor conozco actualmente, además de la que me acogió hace ya un cuarto de siglo. Aquí está mi mujer, aquí está mi trabajo, aquí nació mi hijo, aquí disfruto de la amistad de un buen número de personas, y por supuesto, aquí está el mar. Creo que un escritor, si escribe sobre un paisaje que conoce y ve a diario, tiene mucho ganado a la hora de conseguir una ambientación creíble, y además me gusta mi ciudad. Ya sé que Madrid es mi origen, y siempre lo será, y aunque de vez en cuando vuelvo a situar allí alguna de mis historias, vivo de su recuerdo, porque el Madrid de ahora no es el que yo recuerdo, ahora lo conozco menos, y conozco más Cartagena, como es lógico.
—ECP: ¿Crees que Cartagena tiene suficiente personalidad como para poder convertirse en un personaje más en tus relatos?
—APS: Por supuesto que sí. Entre la ciudad que encontré al llegar aquí y la que es ahora hay una gran diferencia, ha crecido en todos los sentidos, tanto arquitectónica como urbanística y turísticamente. Creo que hoy es una ciudad mucho más acogedora de lo que era entonces. En aquel momento la que era acogedora era su gente, pero a la ciudad le faltaba un punto de hospitalidad que ahora ha conseguido con creces. Y como la ciudad ha crecido, sus posibilidades como escenario también lo han hecho.
—ECP: Tus relatos no son nunca lo que parecen y creo que el ejemplo más claro es el de ‘Inevitables golosas’. Uno empieza a leerlo creyendo que va a ser un homenaje a Machado y resulta ser una historia de lo más kafkiana. ¿Tienes alguna fobia a las moscas y has querido resarcirte con este cuento?
—APS: Absolutamente. No soy una persona de muchos odios, pero cuando tengo uno, lo tengo con toda su intensidad, y las moscas me parecen seres aborrecibles, porque hay que ser muy aborrecible para perpetuarse y criar en el interior de un cadáver. La idea al escribir este relato era sacarme de encima ese odio, pero lo más curioso es que, conforme lo iba escribiendo, veía que eso no iba a ser posible, así que me limité a reflejar una historia en la que cupiera toda la repulsión que esos animales me producen.
—ECP: Otra característica de casi todos tus cuentos es la ironía, y creo que donde mejor se refleja es en los microrrelatos. La realidad de esta España de charanga y pandereta en la que vivimos supera a la ficción con creces. ¿Te inspiraste en los sucesos diarios para estos microrrelatos?
—APS: En alguna ocasión, en los casos en los que hay una crítica social hacia el egoísmo, o en la crítica hacia los malos tratos. Pero no ha sido esa realidad diaria el motor de los microrrelatos. Creo que han nacido porque me apetecía jugar, jugar escribiendo y jugar con el lector, por eso hay tanta variedad, hay homenajes literarios, textos negros, infantiles, distópicos… Es que es un género que permite muchísima variedad a poco que uno decida abrir un poco la mente y dar rienda suelta a la imaginación, pero siempre contando con la cooperación del lector, algo sin lo que el microrrelato no existiría.
—ECP: Sabemos que eres un gran cinéfilo. En el relato de ‘La tormenta’, y sobre todo con el personaje de Xerimo, yo no podía evitar pensar en el pocero de El bosque animado, e incluso Antonio El Castellano acaba pareciéndose al alma en pena que interpretaba Miguel Rellán. ¿Tienes en cuenta la Galicia de José Luis Cuerda?
—APS: Me inspiré más en la Galicia de Cela y de Álvaro Cunqueiro, en la magia de sus historias, pero sobre todo en la naturalidad con la que eran transmitidas. Siempre se ha hablado mucho del realismo mágico sudamericano, la exuberancia del Caribe, García Márquez y compañía, y parece que nos hemos olvidado de un territorio español en el que hay más realismo mágico que en el resto del mundo, como es Galicia. Yo recomendaría a los lectores que se interesen por esa realidad paralela de la que puede hablarles cualquier gallego, porque aquella tierra está llena de tradiciones, costumbres y leyendas que son un filón para cualquier escritor.
—ECP: El destino, tal y como lo entendían los griegos, esa fuerza superior a los hombres, incluso a los dioses y contra la que no se puede luchar, está muy presente en estos relatos. Sin embargo, tus personajes no se resignan fácilmente y se enfrentan a éste con mucha entereza. Por ejemplo, la asesina a sueldo de ‘La esquela’. Una vez más pienso en cine y veo a la Kathleen Turner de El honor de los Prizzi, o ¿soy yo que he visto muchas películas?
—APS: Te refieres a Lali Boamorte. La verdad es que más que la Turner, debe su existencia a Mia, el personaje que Uma Thurman interpretaba en Pulp fiction, al menos en lo que a su físico se refiere, la personalidad ya es otra historia, empezando por su nombre, que me pareció más que acertado tratándose de una asesina a sueldo. Ha sido un personaje de factura agradable porque, además, me ha enseñado muy pronto sus posibilidades, que son muchas, lo que me ha llevado a recuperarla en la novela en la que estoy trabajando ahora mismo. En cuanto al destino, no se le puede vencer, en todo caso convencer para que nos dé una tregua. Ninguno de mis personajes es capaz de vencerlo, aunque tampoco me importa mucho si lo consiguen o no, lo que me parece atractivo es el proceso en el que luchan contra él, porque eso es lo que los mantiene vivos.
—ECP: Aunque sin duda el personaje que no puede hacer nada, a pesar de intentarlo todo, para vencer a su nefasto destino es Abilio Mosquera, el protagonista de las ‘Inevitables golosas’.
—APS: Sí, yo creo que es el ejemplo palpable de lo que antes comentaba. Él podrá luchar y luchar, intentarlo todo, pero está condenado a la derrota. ¿Entonces por qué convertirle en protagonista de un relato? Precisamente porque nunca se rinde, y de esa tenacidad sale su fuerza como personaje, aunque uno sepa desde el principio que será vencido, él lo sigue intentando porque no le queda otro remedio. Dar un paso atrás supone encontrarse con un callejón sin salida que además le mataría como personaje.
—ECP: ¿Por qué has tratado tan mal a este pobre personaje? ¿Te inspiraste en alguien en concreto?
—APS: No creo que le haya tratado mal, al contrario, con todo lo que le ocurre lo que demuestra es que está dotado de una fuerza y una determinación extraordinarias, al menos eso es lo que yo creo. No todos seríamos capaces de hacer lo que él hace, y sin rendirse nunca. No está inspirado en nadie en concreto. Quería una persona en apariencia del montón para exaltar precisamente lo que es capaz de hacer, pero es un hombre sencillo, definido como un ferretero borgiano, pero no por sus inquietudes filosóficas, sino porque tiene una biblioteca junto a la ferretería en la que se gana la vida. Con eso está dicho todo.
—ECP: Hay algunos personajes que aparecen en más de un relato, por ejemplo, Arturo el boxeador o doña Aurori, la madame de ‘El sueño de Tántalo’, que aparecían también en La mano de Midas.
—APS: Hay personajes que de pronto parece que toman vida propia, que van creciendo y pidiendo más protagonismo, de ahí que no haya más remedio que darles cabida en otras tramas, en otras obras, porque en su primera aparición se nos han quedado cosas de ellos en el tintero. Además, el hecho de que reclamen más presencia responde también a la intención del autor de crear una especie de universo con voces que poco a poco vayan resultándole conocidas al lector. A mí me gusta rebuscar de vez en cuando en esa lista de criaturas y comprobar que puedo volver a contar con ellos una vez más, me resulta muy reconfortante porque entonces pienso que los he creado con tintes de realidad suficientes como para permitirles seguir viviendo.
—ECP: ¿Te gusta ir desarrollándolos poco a poco? ¿Vamos a volver a encontrarnos con algunos de ellos en próximos relatos?
—APS: Es que si vuelven a aparecer van aumentando su desarrollo como seres literarios, y eso no es nada despreciable. Forman parte de una galería de creaciones a la que uno puede ir volviendo de vez en cuando, así que sí aparecerán en próximas tramas, ya sean de relatos o de novela, como de hecho está ocurriendo ahora mismo con algunos de ellos. Eso sí, también se da el caso contrario, algún personaje que otro que ha aparecido varias veces, como un arquetipo o un símbolo, y que de repente un día debe morir en otra trama, porque ya ha agotado su recorrido. Si lo miras bien, es un poco una alegoría de la vida y del camino que recorremos en ella, hay personas que nos acompañan y reaparecen, formando parte de nuestro particular universo, y otras que desaparecen sin más.
—ECP: El mito de Tántalo y la imposibilidad de satisfacer las tentaciones ¿es lo que mueve a los personajes de ‘El sueño de Tántalo’?
—APS: Por supuesto. Al menos al protagonista, Arturo Barrios. Pero más que una tentación, lo que él quiere satisfacer es un deseo, algo que tiene al alcance de su mano todos los días y de lo que sin embargo no puede disfrutar. Y de la búsqueda de esa satisfacción nace el motor que le impulsa a retomar su antigua existencia, a hacer algo que llevaba muchos años sin hacer y que en el fondo le va a devolver las ganas de vivir. Otra cosa es lo que ocurra al final, pero como ya hemos dicho antes, lo importante no son los resultados, sino el camino que se recorre en su búsqueda.
—ECP: ¿Por qué colocas La Bámbola, el prostíbulo de ese relato, al lado del tanatorio?
—APS: Ah, eso fue una cuestión muy práctica, a la hora de situar la trama de ‘El sueño de Tántalo’ necesitaba un prostíbulo, y se me ocurrió que ningún sitio mejor que tras el tanatorio más conocido de Cartagena, porque cuando alguien se desvía con su coche bajo el puente de la autovía, todo el mundo piensa que va al tanatorio, y si en lugar de quedarse allí avanza un kilómetro más, en cambio, va a recalar en un lugar prohibido, pero libre de las miradas curiosas. Ahora que lo pienso, podría ponerme profundo y decir que era un mensaje simbólico, y que mis intenciones eran situar en el mismo plano a Eros y Tánatos, pero mentiría. Ya digo que fue por una cuestión puramente práctica. Lo del simbolismo será cosa del subconsciente.
—ECP: ¿Cómo surgió el relato de la misa, ‘Ite missa est’?
—APS: Recibí el encargo de escribir un relato para un volumen colectivo, y tenía que versar sobre la corrupción. Ha sido la única vez que he escrito un cuento por encargo, y la verdad es que la obligatoriedad llega a limitar un poco la creación. Pero la génesis fue bastante curiosa. Yo no soy una persona muy creyente, más bien soy muy dudoso, pero a veces asisto a alguna celebración eclesiástica familiar, y en una de ellas, en una misa, fue cuando se me ocurrió el relato, incluso tomé alguna nota durante la celebración. De esa forma curiosa fue como nació la idea de escuchar los testimonios de cuatro personas acerca de la crisis, un cura, una mujer desahuciada, un político corrupto y un agente judicial, y que el lector conociera sus pensamientos en una circunstancia tan concreta.
—ECP: ¿Por qué ese título?
—APS: Soy muy reacio a usar el título de un relato para denominar al libro entero, aunque alguna vez ha ocurrido. Esta vez no quise que fuera así y decidí hacerle un guiño doble al lector. Como ya he dicho, a veces es bueno jugar con la literatura, y eso he pretendido con este volumen, incluso en el título. Por un lado, jugar con la palabra suspense, porque no son relatos de género negro, y por otro hacerlo con la expresión “puntos suspensivos”, porque este volumen parece inaugurar una especie de pausa en mi vertiente de escritor de cuentos, a la par que quizá cierra también una etapa en mi relación con el género.
—ECP: En tu opinión, ¿cuáles son las claves para escribir el cuento perfecto?
—APS: Uf, no creo ser el más indicado para dar una respuesta, cuando ha habido grandes maestros en el género que han dado pautas de altísima calidad. De hecho, me remitiría a algunos de ellos, como por ejemplo Julio Cortázar, que fue quien me hizo amar los relatos y rebuscar en mi interior a la hora de crearlos. Probablemente no exista el cuento perfecto, eso dependerá de la percepción de cada lector y sus preferencias, pero vuelvo a Cortázar y suscribo algunas de sus instrucciones, como el hecho de contar con un arranque potente que agarre al lector por el pescuezo y que lo suelte únicamente cuando le hayamos regalado también una sorpresa final. Además, creo que otro valor al alza del buen cuento debe consistir en apresar un fragmento de la realidad y darle varias vueltas de tuerca. Pero como ya sabemos, no hay fórmulas mágicas.
—ECP: Una inevitable pregunta. ¿Para cuándo una nueva entrega de las aventuras y desventuras de Sergio Gomes?
—APS: Gomes y yo nos hemos hecho ya inseparables, pero nos respetamos mucho, y nos concedemos pausas que a veces duran incluso más de lo necesario. Ahora andamos en tramas diferentes, yo trato de terminar una novela satírica sobre el mundo de cierto tipo de periodismo y él en cambio está documentando el que será nuestro próximo caso, que transcurrirá en las calles de Cartagena y que, por lo que me ha contado, no dejará indiferente a nadie. El cuándo aún es un misterio, pero confío en que dentro de unos meses podamos ya ponernos a trabajar en serio.