domingo, 27 de diciembre de 2009

TRAMPANTOJOS


En una de las miles de rotondas que han florecido a las afueras de la ciudad, un galgo amaga con cruzar la carretera por un paso de cebra. Un galgo negro con la pechera blanca, o blanco con el lomo negro, lustroso, si es que la fibra enjuta de los galgos puede tener lustre. Me obliga a dar un frenazo pero retrocede con la misma elegancia con la que iniciara el cruce. Sus ojos opacos me miran cuando paso, tal vez debería haber detenido el coche y cederle el paso, aunque sólo fuera porque se movía con más delicadeza que muchos humanos, aunque sólo fuera para que no termine mezclando sus colores en una paleta de sangre y alquitrán.






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