Veo a un joven hablando solo por la calle y me sorprendo de que no lleve prendido en la oreja el auricular de un teléfono móvil. Dos manzanas después veo a un anciano que arrastra los pies por la acera y, al rebasarle, me sorprendo al ver que no divaga al viento, sino que le habla a un pequeño dispositivo que cuelga de su cuello. Tres manzanas después me siento en una terraza y, mientras aguardo mi café, me sacudo del hombro las nubes de prejuicios y convencionalismos absurdos.
Jajajaja... Y es que la técnica avanza y nos deja a todos algo caducos a menos que nos descuidemos.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por las risas. Que conste que a mí me pasa lo que a ti y miro para todos lados cuando los veo hablar solos.