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Antonio Parra Sanz: “El mundo está lleno de valientes a los que no vemos o no queremos ver”
MÓNICA PELLUZ | 31 MAR 2017 - 08:00:59
Literatura en Murcia
Antonio Parra Sanz nos habla del nuevo detective asentado en Cartagena: Sergio Gomes
“Que la cultura no se vuelva una masificación, que sea para una inmensa minoría, la que verdaderamente quiera acercarse a ella”
Gomes es un detective español protagonista de las novelas Ojos de fuego y, la más actual, La mano de Midas, escritas por Antonio Parra Sanz. Este autor, nacido en Madrid pero que habita en Cartagena desde hace algunos años –en donde también imparte clases de Lengua Castellana y Literatura en un Instituto–, ha creado un nuevo personaje que, en su última entrega, llega a las calles de la Región de Murcia para resolver un nuevo caso; en esta ocasión, el asesinato de un masajista, que le llevará a conocer a los empresarios ficticios más influyentes de la ciudad portuaria.
Antonio Parra participa activamente en la revista “Solo novela negra”, en donde se encarga de la redacción de reseñas de este género y en la que trabaja como “corresponsal” en todo lo relacionado con las actividades de género negro que ocurre en la Región y de las que afirma que “no son pocas a juzgar por la cantidad de nuevos autores negros que han surgido en el último año y medio”.
El Periodicum: Gomes, el protagonista de Ojos de fuego y de La mano de Midas, es un detective privado algo diferente a lo que estamos acostumbrados, ya que no es vocacional ni el típico detective al que le apasiona su trabajo. ¿Por qué escogió este personaje?
Antonio Parra: Quería a alguien a quien pudiéramos calificar como “del montón”. Primero, por una cuestión práctica: si uno es un tipo normal es más fácil pasar desapercibido a la hora de trabajar como detective privado y, después, porque no me atraía la figura de un representante de la ley, prefería a alguien que pudiera meterse incluso allí donde no lo haría un policía, al menos sin una orden judicial.
E.P.: “Siempre he preferido las novelas negras, no para ilustrarme, sino más bien para cerciorarme de cuánto mienten los escritores sobre los detectives privados y qué lejos suele estar la vida de la literatura”. Esto lo piensa en un momento determinado su protagonista. ¿Cree en los tópicos de los detectives privados que podemos encontrar en la literatura?
A.P.: Hay de todo, la verdad. Existen detectives de ficción que son absolutamente creíbles y otros que parecen el producto de una película de fantasía. Por fortuna, el panorama de la novela es tan amplio que han aparecido detectives de todo pelaje, y lo cierto es que casi siempre están muy alejados de la realidad. Si se tiene la oportunidad de hablar con un detective privado real, se sabe rápidamente que pocas veces se va a ver envuelto en casos como los que se presentan en las novelas, pero ahí radica también el atractivo de los detectives literarios, al permitirnos llegar a lugares donde uno real no entraría.
E.P.: En sus libros se menciona, por ejemplo, a Sherlock Holmes. ¿Se ha inspirado en algún detective o en un personaje real para configurar a Gomes?
A.P.: Son obvias las similitudes fonéticas entre Sherlock Holmes y Sergio Gomes, a poco que uno quiera entrar en el juego, pero ahí termina todo el parecido entre ellos. La ocurrencia vino de la mano de un guionista al que una vez escuché decir que había que prestar mucha atención a la sonoridad de los nombres en los personajes. En cuanto a otras inspiraciones, aunque suene un poco pretencioso, creo que Gomes está a mitad de camino entre Pepe Carvalho y Philip Marlowe, o al menos toma algunos rasgos de ellos –culpa de quien se pasó media vida leyéndolos-. De Carvalho me gustó siempre la mirada hacia la crítica social, y a Marlowe le he envidiado mucho la ironía y la tenacidad.
E.P.: ¿Hay algo de usted en él?
A.P.: Evidentemente. Lo queramos o no, siempre dejamos una parte de nosotros mismos en todos nuestros personajes, quizá un poco más en los protagonistas. Gomes y yo compartimos la alergia hacia la hipocresía, y también la poca paciencia con respecto a los abusos que cometen aquellos que tienen poder. También nos gusta mucho observar la realidad que nos rodea, incluso el detalle más insignificante, y los dos somos muy testarudos, aunque él más que yo. Lo demás ya nos aleja, nuestras vidas no se parecen en nada, afortunadamente, porque así puedo enredar en la suya a la hora de escribir.
E.P.: En sus novelas, está muy presente la policía y el trabajo que esta realiza. ¿Qué opinión tiene del mismo?
A.P.: Siempre me ha atraído el trabajo policial. Yo creo que a todos, desde niños, nos ha gustado encarnar en nuestros juegos a algún miembro de la ley, llámese sheriff o policía secreto… Claro que luego uno crece y la vida, en ocasiones, le lleva a ver ciertas acciones policiales como ejemplos de abuso de poder, aunque en esos casos tal vez habría que cargar contra quienes daban las órdenes, como en los totalitarismos que usaban a la policía como instrumento de su tiranía. Con el tiempo, y con la afición a la novela negra, se aprende a ver a los efectivos policiales de otra manera, y hay de todo, como en cualquier profesión, lo que pasa es que en la suya están más expuestos. Hoy me enorgullece decir que tengo algunos buenos amigos en el mundo policial.
E.P.: Hace referencia en La mano de Midas a “un par de artículos de opinión que fueron lo único destacable de la revista, firmados por un antiguo corresponsal de guerra y por un joven genio de la literatura que ya iba perdiendo la juventud pero no el talento”. Parece, casi sin lugar a dudas, que se está refiriendo al escritor Arturo Pérez-Reverte, nacido en el mismo lugar donde se desarrolla la historia. ¿Le gusta introducir en sus novelas personajes de la realidad?
A.P.: La verdad es que sí, porque si trabajamos con novelas que transcurren en la actualidad, no veo por qué no pueden aparecer referencias de la misma. En el caso que comenta, se trataba de hacer que Gomes leyese el suplemento dominical que yo mismo leía por entonces, y de él lo que más me interesaba eran esos artículos. Un escritor siempre está reflejando su mundo, o pequeñas parcelas del mismo, porque se alimenta de él para sus historias; otra cosa es que luego esos personajes aparezcan con sus nombres reales o no, pero cualquiera de las personas que nos rodean puede convertirse en materia literaria en un momento determinado.
E.P.: ¿Van a continuar las aventuras de Gomes? ¿Piensa permanecer en Cartagena o volverá a la capital española con su jefe, Galindo?
A.P.: Van a continuar las aventuras de Gomes, sí, porque él está empeñado en que así ocurra. De momento se ha quedado en Cartagena recuperándose y tratando de encontrarse a sí mismo, porque en la novela anterior le sacudieron algo más que los huesos. Su jefe regresa a Madrid pero él se queda en la ciudad portuaria, y allí transcurrirá su próximo caso, aunque no descarto que vuelva a la capital en otra entrega a solucionar un asunto que tiene que ver con su pasado.
E.P.: El valor aparece mencionado en ambas historias: “El humor es un signo de inteligencia, el valor no tanto, depende del grado puede convertirse en estupidez” o “Tal vez el valor no consista más que en la insensatez de evadirse del peligro pensando cosas ridículas”. ¿Qué cree usted que es el valor?
A.P.: Cada vez estoy más convencido de que el valor reside en los actos pequeños más que en las grandes heroicidades: valor es salir a la vida cada día ganando mil euros y mantener con ellos a una familia, valor es sobrevivir cuando ni siquiera se tiene ese trabajo de mil euros, valor es pelear porque no te echen de tu casa cuando un banco carroñero ha mostrado sus verdaderos dientes, valor es ser una mujer y pelear cada jornada en su puesto de trabajo para cobrar según sus méritos y no su sexo, valor es ser un hombre y aceptar que la casa y los hijos son un patrimonio común y no solo de una mujer, valor es decir en cada momento lo que se piensa, valor es no dejar que los políticos corruptos nos sigan engañando. El mundo, créame, está lleno de valientes a los que no vemos, o no queremos ver… Al final todo se limita, valentía incluida, a la decisión de ser una persona íntegra o dejarse comprar.
E.P.: “Mis preferencias lectoras no eran demasiado firmes, pero sí lo suficientemente como para no dejarme contagiar por la fiebre que le había entrado al país con la novela histórica”. ¿Opina usted lo mismo que su protagonista? ¿Qué opinión tiene usted respecto a este género?
A.P.: ¿Respecto a la novela histórica? Es un género que yo respeto mucho pero que me cuesta leer, la verdad; lo respeto porque, a la par que cuenta una historia de ficción, centra la misma en una época que hay que reflejar con fidelidad. Tiene, por lo tanto, un doble valor, narrativo y didáctico, y esas son sus mayores virtudes. Ahora, como pasa con todo, hay que trabajar el género con rigor, no vale reflejar cuatro tópicos en una novela pensando que el lector no se va a dar cuenta, y el lector, por su parte, no debe caer en la tentación de pensar que ya sabe Historia por haber leído una novela histórica, algo que pasa con demasiada frecuencia. Hay que distinguir la verdadera Historia de la Historia ficcionada o novelada.
E.P.: “Cuando la cultura se abona como las patatas, la carne o los detergentes, algo empieza a peligrar”. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
A.P.: No es la primera vez que esta frase de Ojos de fuego me persigue, y necesitaría mucho tiempo y espacio para explicarme, pero trataré de ser conciso. Cuando escribí esa frase, cuando Gomes la escribió, ambos queríamos criticar a las grandes superficies de la cultura, a las grandes librerías que vendían también cine, música o hasta informática, porque parecía que se perdía la esencia de la literatura. Después uno piensa que es bueno que la cultura llegue al mayor número de personas posible, aunque se arrepiente rápido al ver la reacción de muchas de esas personas, que admiten sólo ciertas “recomendaciones” culturales. Así que si tengo que elegir ahora, me ratificaría en esa frase y, además, la completaría con otra: que la cultura no se vuelva una masificación, que sea para una inmensa minoría, la que verdaderamente quiera acercarse a ella.
E.P.: Un libro que recomiende.
A.P.: Ahora, en cambio, me voy a salir del género. Recomiendo, y siempre recomendaré, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, porque fue el libro que me convirtió en lector para toda mi vida, porque en sus páginas está recogida la magia de la narración y porque el lenguaje en esa novela se convierte en un instrumento que todo lo puede.
E.P.: Y ya que su novela se cimienta sobre el trabajo de un detective privado, elija un detective literario imprescindible.
A.P.: Uf, difícil elección, porque la galería es muy amplia y cada uno aporta sus virtudes; pero creo que me quedaría con Pepe Carvalho, por el paisanaje, por cercanía ideológica, por el desapego con el que terminó por mirar el mundo, por la ironía, por la fuerza con la que resuelve los casos, por su paladar, por quemar libros no, eso es lo único que no le perdono. Pero, por otro lado, si necesitara que un detective literario investigara mi muerte o la de alguien cercano a mí, acudiría sin dudarlo a Rubén Bevilacqua, de Lorenzo Silva.
Antonio Parra ha creado a un nuevo personaje que esperemos esté en nuestra geografía mucho tiempo, resolviendo crímenes con esa particular visión de la vida que le caracteriza.
Mónica Pelluz
Coordinadora de correctores y amante de las letras. "Una palabra puede cambiar el mundo".