lunes, 20 de marzo de 2017

DOS MIL NOVENTA Y SEIS - GINÉS SÁNCHEZ

Sobrevivir

            No hay agua, no hay orden, no hay ciudades, y la tierra se ha vuelto una extensión agreste y caliginosa en la que sobrevivir es un reto diario. ¿Un panorama distópico que podría haber perfilado cualquier autor ducho en el género?, probablemente, pero quizá no hubiera logrado dar con la tecla, con la ambientación, con la hostilidad con la que el lenguaje de Ginés Sánchez se convierte en un personaje más, acaso el más contundente de todos.

            Ambientación, hostilidad y lenguaje, tres pilares sobre los que se sustenta una novela que rasca más allá de nuestras conciencias, y que debería hacernos reflexionar sobre la manera que tenemos de comportarnos con el mundo que nos rodea, y lo que es peor, acerca de qué panorama vamos a dejar detrás de nosotros. No se entienda este planteamiento como una muestra de un texto creado únicamente para remover esas conciencias, no hay dogmatismo alguno en el autor, sólo la voluntad de reflejar un mundo despojado de todo lo superfluo, incluyendo cualquier signo de progreso, y en el que la condición humana es la que tiene que abrirse camino, con todo su equipaje de odios, valor, desconfianza, supervivencia, acaso amor, venganza y poder. En conclusión: puros instintos.

            Ha habido voces que han querido encuadrar esta novela en la narrativa de la desolación, tal y como la practican también algunos otros autores españoles, tal vez haya que elevarla un punto por encima de los géneros, es lo que merece la dureza de lo que cuenta, el hecho de despojar de aditamentos a la naturaleza humana, de permitir que el lector se enfrente al espejo de la especie, tal y como tienen que hacer en cada página Enis, Andera o el misterioso y colosal Taner.

            Fraseo corto, como raudos son los contactos entre los personajes, palabra certera, como atinada es la muerte escondida en los aledaños de cada pozo, perfiles justos, como templadas han de ser algunas reacciones para permitir esa supervivencia tan ansiada. No es nada fácil construir una novela así, y saltar por un páramo de setenta años en los que todo, a pesar de las sombras y las ausencias, ha de seguir forzosamente hacia adelante.

            Huir al norte, buscar el agua, escapar de la sombra de la muerte o de uno mismo, en definitiva encontrar un hueco en ese mundo hostil, nada menos que esos propósitos alberga Ginés Sánchez en esta obra.

Dos mil noventa y seis. Ginés Sánchez.
Tusquets. Barcelona 2017. 335 págs. 18 euros.

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