ANTIGUALLA
Para Santiago Álvarez
Libros raros, la joven Dorothy no le ha creído ni por un
momento, hace horas que le ha visto ahí, al otro lado de la calle,
resguardándose de la lluvia bajo un toldo, escrutando el movimiento, el poco
movimiento que ha habido hoy en la librería.
Da un par de pasos al frente y se quita las gafas tras
dejarlas resbalar por la nariz con cierta coquetería, Philip acepta el renuncio
y baja el ala del sombrero, de nuevo le han vuelto a calar, no lleva un buen
día y ya es la tercera mujer que le ha leído las intenciones, después de Vivian
esta librera le ha dejado un poco con el culo al aire, y a eso no es fácil que
se acostumbre un tipo como él.
Ambos deciden volver a empezar, sin subterfugios ni
mentiras, ella con los ojos afilados, él plegándose a una defensa activa para
lograr obtener la información que desea. Los dos lamentando que la ocasión no
sea otra, que sea de día, que no se sirvan tragos en una librería.
El baile continúa sin que ninguno termine de gastar sus
balas, miradas y sugerencias, rapidez en las respuestas, territorios marcados
que ella parece conocer y que a él en cambio le desconciertan, aunque se
dejaría cortar una mano antes de reconocerlo.
Marlowe sale de la librería buscando saber en qué momento
su universo ha empezado a desmoronarse. Vivian Sternwood, su hermana Carmen,
ahora la librera, o aquella taxista que le ha traído desde Sausalito…, enciende
un nuevo cigarrillo sonriendo de medio lado, ya sólo le faltaba ver a una mujer
ejerciendo de detective. Los buenos tiempos parece que se desvanecen.
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