AMAR Y MORIR
Reflexionar
y mirar dentro de la naturaleza humana, dos de los valores propios de Muñoz
Molina que veremos en esta novela, además de su habitual amor por la
literatura, una combinación que sin duda le ha convertido en uno de los mejores
autores de nuestras letras. Las relaciones entre el amor y la muerte
capitalizan una historia honda y llena de sensibilidad.
Si
tuviéramos que elegir un par de buenas razones para adentrarnos en la narrativa
de Antonio Muñoz Molina, tal vez las primeras que consideraríamos serían la
expresión de los sentimientos y el tratamiento del paso del tiempo, entendiendo
ambas como un binomio presente en sus historias, un armazón principal sobre el
que luego van cimentándose unas novelas que están destinadas a formar parte de
nuestro equipaje literario.
Como
es obvio, no sólo de esos dos rasgos vive su literatura, porque a ellos hay que
sumarle siempre un estilo tan cuidado como conciso, producto del amor por la
escritura pero también de un conocimiento exhaustivo de la misma, de sus
técnicas y herramientas, que hacen de su lectura un doble ejercicio de calidad
y disfrute.
Como
lector, la primera vez que uno pudo disfrutar de esos mimbres fue nada menos
que con El jinete polaco, una novela
capaz de atrapar a cualquier alma y que, sin embargo, no era cómoda de asimilar
en lo argumental, porque removía mucho por dentro. Luego ya vendría el interés
creciente por cada libro que daba a la imprenta, y que se abría con la
seguridad de que nunca nos defraudaría.
Pureza literaria
Decir
que Muñoz Molina es uno de los mejores autores españoles sería una obviedad,
porque tiene méritos más que suficientes como para haberse ganado ese
reconocimiento, y lo que es más importante, habérselo ganado en exclusiva por
su literatura, no por apariciones mediáticas u otros complementos
comunicativos.
En
esta ocasión, las reflexiones que nos provoca su novela vienen de una pareja
que pudo ser y no fue, Adriana Zuber y Gabriel Aristu, y partiendo de un
encuentro postergado durante medio siglo, el autor jienense nos lleva a
transitar por las vidas de ambos, por los sueños que no se cumplieron, por los
compromisos que se vulneraron, por las decisiones que no llegaron a tomarse y
las que quizá otros tomaron por ellos. Un horizonte en el que la vida se
aparece como línea cercana a su final, que es cuando las cuentas parecen exigir
sus ajustes.
La nostalgia y el pasado
De la
mano de esa nostalgia, Muñoz Molina aprovecha también para retratar algo que
conoce de manera sobrada, las diferencias latentes, y patentes, que hay entre
la vida española y la norteamericana, máxime cuando el recuerdo de la primera
se ha quedado anclado en la década de los sesenta, en aquellos años en los que
el tiovivo de la sociedad española parecía ir dos velocidades más lento que el
del resto del mundo.
La
insatisfacción de un matrimonio ajado, la necesidad de volver a preguntarse
aquello de “qué hubiera pasado si…”,
llevan a Gabriel Aristu a buscar a Adriana, a jugar con sus viajes a Europa
para encontrar a una mujer que ya no es la misma, que nunca lo será, ni él
tampoco, pero en la que quizá busque ahora algo más que un pasado, una nueva
oportunidad para no esquivar la felicidad.
No
hablamos de una novela muy extensa, así que el narrador va directo al corazón
de las emociones, y lo hace además con una primera persona perenne e
inagotable, que huye incluso de los puntos en muchos capítulos, un poco al
estilo de aquel García Márquez de El
otoño del patriarca. Ese fluir de conciencia es otro valor añadido del
texto, al menos en los bloques capitalizados por la voz de Aristu, porque
también hay otros en los que se nos da el punto de vista de terceros que pueden
juzgar los caracteres de la pareja que nunca fue, o incluso las incomodidades
de un hispano a la hora de asentarse en las comunidades universitarias
norteamericanas.
La sombra de la muerte
Flota,
cómo no iba a hacerlo, también por la novela la sombra de la muerte, y la
estela de lo que ambos protagonistas han alcanzado en la vida, perpetuaciones
aparte, pero Muñoz Molina le da tal vez más importancia a los sentimientos que
el tiempo ocultó y que un presente celérico y algo forzado acaso no esté en
condiciones de resucitar del todo.
Novelas
como ésta, que precisan una lectura reposada, se hacen muy necesarias en un
panorama de publicaciones que es vertiginoso. Es muy agradable toparse con un
texto que nos exija una demora en el momento de leer, una calma imprescindible
para disfrutar de la prosa exacta de Muñoz Molina, de quien alguna vez se dijo
que parece escribir con extrema sencillez, como si eso fuera algo fácil de
lograr.
Sólo
quien es capaz de reflexionar y mirar dentro de la naturaleza humana, quien
también puede ubicar a la persona en su marco social y temporal sin que sea
devorada, puede escribir novelas como la presente, que nos llegan muy
adentro y, ¿por qué no?, también nos llevan a enfrentarnos con nuestro propio
yo en el espejo, cuando llegue el momento de pedirnos explicaciones por lo
vivido, lo soñado e incluso lo olvidado. Muñoz Molina en estado puro.
‘NO
TE VERÉ MORIR’. ANTONIO MUÑOZ MOLINA.
Seix Barral. 238 páginas.
(LA VERDAD, "ABABOL", 24/02/2024)
Gracias por ser una voz autorizada y respetada en el tema que abordaste en tu artículo. Prepárate para despegar con nuestro contenido sobre el juego Aviator.
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