martes, 16 de abril de 2024

DEL TIEMPO Y SU MISERIA - FULGENCIO ANTONIO LÓPEZ AGÜERA

 

CLÁSICOS ATEMPORALES

 

Hay muchos interrogantes en los versos de Fulgencio López Agüera, ¿quién hará nuestro trabajo cuando ya no estemos? ¿Quién nos honrará en esos momentos? ¿Serán los mismos que nos llevarán flores al cementerio? Son inquietudes producto de la labor de un tiempo inmisericorde, un tiempo lleno de la miseria que cae desde la calavera que se va deshaciendo en marfileña crema.

 

“En una playa / ella te esperará / como solía. / Mientras, en la ciudad crees oír gaviotas”. Tal vez esos sean las dos caras de un reloj de arena que se voltea a voluntad, como si estuviera en las manos de un dios loco y vengativo. Entre ese universo generado por el tiempo, López Agüera coloca flores, sábanas al viento, recuerdos, lamentos, pero también deja un hueco para, de cuando en cuando, hacerle un homenaje a Catulo, por ejemplo, o a cualquier otro autor clásico, porque precisamente ellos son los que están y estarán siempre por encima del tiempo.

 

“¿Y si el futuro / no es más que la ilusión / de quien aguarda?” Ni el mejor de los versos podría acabar nunca con esa certeza, esa indefensión en la que nos movemos desde que nos sueltan en este mundo. O la misma intemperie con la que un viejo aguarda un dulce y suave rayo de sol que por desgracia ya nunca será el sol de la infancia.

 

De esa orfandad a veces nos saca la lluvia, esa que nos lleva a hablar con el ser amado al escucharla, la misma que nos conduce por un laberinto de recuerdos. Pero con mesura, porque no se puede vivir indefinida e infinitamente en el ojo de una tormenta que desgasta y que nos agita como si fuéramos bufones en una corte inglesa, en manos de un Shakespeare desquiciado que nos haga brincar siempre a su antojo o al de sus reyes malditos.

 

Esos sueños, esos deseos y sombras constituyen el paisaje que va conformando el poeta a medida que sus versos fluyen, construyendo un entorno en el que refugiarse con la inquietud de no saber nunca si los pasos que damos están siendo los correctos, o si el siguiente podrá conducirnos al abismo. El sueño se alía una vez más con el tiempo para devolvernos, desde el averno de una pesadilla, el paraíso perdido de una nana, de una caricia, de unos dedos que, después, se arrugarán como el resto de la piel de una madre a la que entonces seremos nosotros quienes debamos acariciar.

 

Porque el tiempo vuelve, siempre triunfante, siempre con esa sonrisa maligna, a llevársenos por delante, aunque tengamos el supremo valor de luchar, quijotescos, por nuestros ideales incluso cuando ya estemos cerca del confín de nuestras jornadas. ¡Qué magnífico poema “La última pasión”! Por fortuna, para que la miseria del tiempo no se regodee en su victoria, una vez más nos quedan los versos y el recuerdo de los clásicos: Venus, Juno, Dido, Himeneno, Antígona, Aquiles…, un Elíseo lleno de homenajes con los que solazarnos, con los que vencer incluso el pánico mortal.

 

Y es que “el tiempo afila sin prisa su guadaña tras los ecos de las luces del pasado”. Así que también es bueno mirar hacia el presente, hacia una melodía de jazz, un cuadro que nos subyugue, una respiración que nos acoja, un cuerpo que nos reciba, una vieja canción que nos salve, engañosamente, de la muerte. Y será un engaño, sí, mas qué bello trampantojo para dejarnos, al final, tendidos como héroes a las puertas de nuestra particular Troya.

 

‘DEL TIEMPO Y SU MISERIA’. Fulgencio Antonio López Agüera.

Pre-Textos. Valencia 2022.

88 páginas. Precio: 17 €

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