Hasta los detectives tienen memoria
Aunque
haya escépticos a quienes les parezca mentira, también los detectives tienen
memoria, y así lo demuestra el bueno de Mario Conde en esta nueva entrega de
Leonardo Padura, porque el teniente acude a un episodio de hace un par de
décadas para compartir con nosotros sus aptitudes de sabueso que le permiten
‘oler a chino’. Y es que el ahorcamiento de un anciano oriental, al que le
amputan un dedo y le graban un círculo en el pecho con su propia sangre no es
cosa como para tomar a broma.
Con la
habitual prudencia del Conde, se nos desvelan las entrañas de la emigración
china hacia Cuba, de las condiciones esclavistas que tuvieron que soportar los
orientales, sus códigos, a veces herméticos, y la fusión con la población
local, fruto de la cual está en el mundo la turbadora agente Patricia Chion,
capaz de llevar al detective hasta los límites de la locura más carnal. Padura
nos permite una vez más acompañar a su criatura por una Habana literaria ya muy
conocida, pero sin ahondar esta vez en las penurias del bloqueo y el
racionamiento, mientras nos ofrece la cara oculta de algunos actos de santería
que desbaratan la escasa capacidad del Conde para tener creencia alguna.
Como es
natural, también hay fantasmas que regresan del pasado para llamar a la puerta
del corazón del teniente, como su soñada Tamara, que ha vuelto a la isla para
tratar de reorganizar su vida. Y no falta tampoco la cuadrilla de Mario Conde,
el Flaco y compañía, capaces de trasegar varios litros de ron siempre que el
estraperlo y las destilerías clandestinas lo permitan. Hay un código de tintes
románticos en este detective que le hace entrañable para el lector, tal vez sea
su amor por los libros, o sus intenciones de no pisotear gratuitamente a nadie,
pero sin duda se ha ganado ya el cariño de todos nosotros.
‘La cola de la serpiente’. Leonardo Padura.
Editorial: Tusquets. Barcelona,
2011. 185 páginas.
(LA VERDAD, "ABABOL", 24/12/2011)
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