El gran relator
Regresa
Luis Landero con una novela muy suya, con el sello de su prosa sosegada para
narrar cómo un hecho fortuito, un capricho del destino, puede cambiar para
siempre la existencia de Lino, un hombre con cierta alergia perniciosa a la inmovilidad. Estructurada
en tres bloques bien diferenciados, abundan en ella las digresiones que nos muestran
la vida del protagonista, apelando a un grupo de personajes que intenta no
desmerecer con respecto a la galería de inolvidables criaturas que el extremeño
nos ha regalado en anteriores novelas. El padre de Lino, por ejemplo, hombre
dotado de incontinencia verbal, capitán de una cohorte de afectados por el
aceite de colza, es un hombre capaz de ruralizar Madrid llevando a su hijo a
pescar a orillas de un Manzanares corrupto.
O
el señor Levin, paciente donde los haya, que no sólo le ofrecerá a Lino el que
parecía el trabajo definitivo de su vida, sino que le presentará también a
Clara, destinada a compartir con él toda la felicidad posible. Ellos son los
dueños del segundo bloque, y su alianza parece el único vínculo fiable para
frenar el nomadismo perpetuo de un Lino inconforme (que no inconformista) con
casi todo lo que le rodea.
Ese
vagabundeo de Lino, que resucita cuando se enfrenta a un tipo atrabiliario para
defender a una mujer, le hace sentirse en permanente estado de arrepentimiento,
y ante la tragedia que crece imparable delante de sus ojos, vuelve a
sacrificarlo todo en el tercer bloque de la novela, con esa huida al norte y
los amagos de hallar un sucedáneo de felicidad al intentar sobrevivir en
armonía con la naturaleza. Y es precisamente en estas últimas páginas donde los
personajes son más parecidos al perfil de la criatura landeriana, que tanto nos
ha hecho disfrutar, y donde vuelve a fluir el espíritu del gran relator de
historias al que estamos acostumbrados.
Absolución. Luis Landero.
Editorial: Tusquets. Barcelona 2012. 318 páginas.
(LA VERDAD, "ABABOL", 12/1/2013)
Tiene muy buena pinta. Lo tengo en cuenta.
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