DOCE LUNAS
RUBÉN CASTILLO
GALATEA DE LAS ESFERAS
1)
¿Quién es Enrique
Saorín, cómo se digiere para un personaje pasar de ser un posible (y hasta
brillante) profesor, a ser conserje de un instituto?
Enrique Saorín es un
inadaptado, un ser triste, acomplejado y frustrado, que se escuda en la idea de
no haber sido comprendido para justificar(se) el odio que siente por todos sus
semejantes. Es verdad que ha sufrido, pero todos hemos sufrido. Eso no
justifica que se comporte como lo hace, que desdeñe a los demás, que se sienta
superior. En el fondo es un tipo peligroso, lleno de traumas y lleno de
rencores... Y el problema es, precisamente, que no ha digerido sus fracasos, no
ha sabido extraer de ellos nada positivo, ni ha enmendado su actitud. La gente
normal aprende de sus equivocaciones y de los reveses. Él no. Él los utiliza
como argumento supremo para demostrar que tiene derecho al odio.
2)
¿Qué hay de Rubén
Castillo en Enrique Saorín?
Hay algunos detalles
autobiográficos, que me resultaron útiles a la hora de elaborar la mente del
personaje; pero poco más. Yo sí que me considero una persona afortunada, pues
he visto cumplidos prácticamente todos mis sueños. Quizá porque he tenido la
precaución de soñar cosas accesibles.
3)
Enrique se obsesiona con
el cuadro ‘Galatea de las esferas’, ¿puede ser tan atrayente la pintura de Dalí
o atrae más su figura? ¿Dónde radicaba el genio para Enrique, en el cuadro o en
la persona?
Dalí era magnético, pero
su pintura lo es muchísimo más. Cuando te cuentan cosas suyas, extravagancias,
frases, actitudes, alucinas realmente con ellas. Pero si tienes la curiosidad
de ponerte en Youtube una entrevista suya (la que le hizo Joaquín Soler
Serrano, por ejemplo) descubres a un histrión más aparatoso y payasesco que
interesante. Sus cuadros, en cambio, son inmortales. Tiene lienzos que son
innegables prodigios de creatividad, que lo hacen eterno. La Historia olvidará
al personaje Dalí pero recordará siempre al pintor Dalí.
4)
Carmen, Cristina, Clara,
tres nombres de mujer que empiezan por ce, ¿responde esto a algún motivo
particular? ¿Son tres mujeres diferenciadas o tres vertientes de una sola mujer
en la vida de Enrique Saorín?
Vaya, realmente no me
había dado cuenta de ese detalle de las iniciales... No son mujeres distintas,
es verdad. Son tres flancos de Lo Mujer, que Enrique anhela sin saberlo.
Gregorio Marañón decía que en el fondo cada uno de nosotros siempre perseguimos
el mismo tipo de mujer. Quizá se trate de que buscamos algo así como un molde
utópico, que disfrazamos (o se nos disfraza) con ropajes distintos.
5)
¿Está Enrique Saorín
incapacitado para el amor?
Seguro que sí. El amor
no es un ejercicio de autocomplacencia, sino la voluntad de extasiarse con la
belleza y el alma de alguien... para ser feliz y hacer feliz a ese alguien. Y
Enrique siempre olvida la segunda parte del enunciado. Su única intención es
completarse él, sentirse querido él, sentirse mimado él, sentirse admirado él.
¿Busca a la Madre? Quizá. Tengamos en cuenta que Enrique está decepcionado con
la forma en que su madre no fue tierna, mimosa o protectora con él. Quizá está
buscando sustitutivos. Dice que necesita a una mujer fuerte al lado, pero
probablemente es mentira: anda buscando una entelequia de seda.
6)
¿Tan poderosa es la
memoria como para impulsar a este personaje a buscar una reparación como la que
emprende en esta novela?
Él necesita encontrar
justificaciones de su fracaso, y no tiene más remedio que tirar hacia atrás y
buscar culpables donde sea. El culpable fue su padre, que siempre se comportó
de una forma fría; la culpable es su madre, que no se alineó junto a él, en
contra de su padre; la culpable fue Clara, que no quiso quedarse a su lado; la
culpable fue Cristina, que no era Clara... Ese tipo de personas necesitan
descargar su propia impotencia culpando a otros. De ahí que jamás, jamás, se
mire a sí mismo con ojos críticos. Él es un puro, un cátaro, un genio. Los
demás son miopes por no verlo así. Y tienen que pagar su error. Por eso se
ganan su desprecio, sus invectivas y sus insultos retrospectivos.
7)
¿Sufrió mucho Rubén
Castillo escribiendo esta novela?
Terriblemente. Es la
novela con la que peor lo he pasado. No volveré a sumergirme en una experiencia
de este tipo, lo puedo asegurar. Llegué a meterme tanto en este personaje que
comencé a volverme huraño, a tener tics, a pasarme el día y la noche imaginando
detalles de su vida, de su temperamento, de sus reacciones... Y puedo asegurar
que la experiencia me ha dejado tan escocido como escarmentado. No creo que
merezca la pena sufrir para dar a luz una novela. Mis siguientes obras no serán
tan introspectivas, sino mucho más fluidas, más narrativas. Necesito cambiar de
registro por cuestiones de higiene mental.
8)
En algunas de sus
novelas hay al final un cierto poso de pesimismo, unos desenlaces un tanto
tristes, ¿es algo buscado o son simples coincidencias?
En literatura no existen
las casualidades. Creo que la obra literaria de alguien es siempre su mejor
autorretrato. Cuando dicen y repiten que Federico García Lorca era un hombre
alegre, jovial y felicísimo, yo siempre pienso en sus poemas, en sus obras de
teatro; y sé que allí está su alma auténtica. La literatura es como el paño de
la Verónica. Ahí están las facciones reales. Yo tiendo al pesimismo. No confío
demasiado en el género humano, ni en la justicia de la vida. Quizá por eso me
salen obras con esos finales. No lo sé. Tampoco me gustaría convertirme en
materia de reflexión para mí mismo. Yo cuento historias y ya está. Que otros
interpreten y extraigan conclusiones.
9)
¿Hasta qué punto ha
influido el mundo educativo en esta novela? ¿Habría resultado igual situar a
Enrique Saorín en otro ámbito profesional?
Yo creo que sí, que
habría resultado la misma figura desproporcionada y grotesca. Enrique Saorín
podría haber intentado ser médico y haberse quedado en ATS; o juez y haberse
quedado en agente judicial... Y no sería capaz de darse cuenta de lo hermoso
que es ser un buen ATS o un cumplidor agente judicial. Ya lo comentaba antes:
él necesita culpables que justifiquen su situación actual. Y entiende que los
debe castigar de alguna manera: incluso con la escritura, si no puede de otra
forma.
10)
¿Ha vertido Rubén
Castillo alguna fobia, filia, sueño o afán de venganza en Enrique Saorín?
No, qué va, jajaja... He
tratado de meterme bajo la piel de un rencoroso, de un engendro, y ver qué
salía de ahí. Pero no hay nada mío en Enrique, en ese sentido.
11) ¿Qué es un rinoceronte
ciego?
Para Enrique, los demás
son siempre rinocerontes, seres brutales que atacan, embisten, hieren, hacen
daño, y de los que conviene protegerse. Podría haber elegido otro animal, pero
me acordaba de la célebre pieza de Ionesco y pensé que los rinocerontes podían
estar bien. Forma parte del mismo esquema mental que antes mencionaba: todos me
odian, todos me agreden; por tanto, tengo que estar a cubierto, agazapado, a la
defensiva. Enrique Saorín no se abre jamás ante nadie. Es un molusco. Pero un
molusco bilioso lleno de venenos y peligros.
12)
¿Sueña Rubén Castillo
con ganar el Premio Nadal? ¿Desafiaría a su jurado tal y como lo hace Enrique
Saorín al escribir sus memorias?
Sueño con ganar otros
premios menos sospechosos de manipulación. En mis años de juventud sí que
pensaba que el Nadal podía ser una especie de consagración, o la puerta para
publicar en Destino. Ahora veo otros canales más oportunos, y es probable que
me vaya decantando hacia ellos... Tengo tres novelas dándome golpes dentro de
la cabeza para que las escriba. Pero sé que tengo que ir paso a paso. Por
ahora, invertiré el año 2013 en escribir la que más me está dando la lata; y
las otras dos que esperen turno.
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