No hay vacuna
Así,
sin rencor, pero sin asomo de duda, se nos confiesa Bevilacqua en esta nueva
entrega de un Lorenzo Silva que ha decidido hincarle el diente al tema de la
corrupción política, porque era más que evidente que en algún momento tendría
que hacerlo, y también que era una presa narrativa demasiado golosa como para
que su benemérito investigador la dejase pasar de largo.
El
asesinato de una alcaldesa íntegra, porque también los hay, aunque ahora haya
que buscarlos casi con lupa, desplaza al equipo del brigada Bevilacqua hasta
cierta localidad del litoral mediterráneo, sin nombrarla pero cercana a
Valencia. ¿Hacía falta nombrar dicha localidad? En esencia, no, porque
desgraciadamente la lista de posibles escenarios podría ser bastante larga. Una
lista y una tipología también comunes, a juzgar por la fauna política que
Lorenzo Silva pone ante el lector, una zoología más que granada de lo que cada
telediario o periódico nos puede llegar a contar.
Los
mimbres que sustentan la investigación, como de costumbre, son tan fiables como
el propio Rubén, entrega sin reservas pero sin darle la espalda a los
pensamientos críticos, capacidad de liderazgo con respecto a los suyos, trato
astuto con superiores y jueces, y acaso un par de interesantes novedades más:
el acercamiento en las relaciones padre-hijo, y una especie de amor mantenido
con una juez, y que el propio Bevilacqua llega a calificar como crepuscular.
Por supuesto, Chamorro al pie del cañón, aunque con cierta crisis asomando a
sus cuarenta próximos años, y una empatía que va creciendo entre el brigada y
los miembros más jóvenes del equipo, con mayoría femenina a la que no se le
escatiman precisamente oportunidades.
Hay
quien ha tildado, con esta entrega, a Lorenzo Silva de cierto dogmatismo, nada
más lejos de la realidad, tal y como él mismo se encarga de reiterar en varias
ocasiones, porque cada vez que Bevilacqua afirma que ellos no están en la
investigación para juzgar, lo que hace es concederle al lector la libertad para
que él lo haga o no, a través de los datos que se le van facilitando. Otras
voces han calificado la novela como algo lenta, acaso debieran releerla
olvidando levemente la trama y deteniéndose entonces en el lenguaje, una baza
que Lorenzo Silva cada vez está explotando mejor, no en vano la experiencia
suma ya más de un grado, y resulta notable y deliciosa la forma en la que el
autor madrileño se explaya a través de la voz de su brigada.
Lo
dicho, hay cuerpos extraños que logran enquistarse en un organismo sin ser
expulsados y que no le aportan nada nuevo, mientras que otros suponen una
brillante evolución genética en la morfología biológica de la novela, como es
el caso.
Los cuerpos extraños. Lorenzo Silva.
Destino. Barcelona 2014.
348 páginas. Precio: 18’50
euros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario