viernes, 7 de agosto de 2015

EL CASO DE LA MANO PERDIDA - FERNANDO ROYE

El sargento hechizado

Encontrarse en una novela a unos agentes de la Guardia Civil en la España rural de los años cincuenta lleva inevitablemente a recordar a Plinio, aquel policía de Tomelloso con el que García Pavón inauguraba la novela negra moderna en nuestro país. Fernando Roye va mucho más allá del posible homenaje con su Carmelo Domínguez, el sargento hechizado, cuyos peculiares ojos (uno azul y otro negro) le dan a su mirada un desasosiego muy útil en los interrogatorios. Y va mucho más lejos porque al contenido de la investigación le suma dos aspectos de mucho peso, primero el fresco sociológico e histórico, y luego un potencial intuitivo que termina por convertir al personaje en alguien muy especial.

En unos momentos en los que el tiempo actual marca las pautas a la hora de situar una novela negra, Fernando Roye es capaz de retroceder más de medio siglo y ubicar a su sargento en un pueblo del norte de Andalucía, en una casa cuartel sujeta a sus propios conflictos internos, y en un marco social en el que las fuerzas vivas del pueblo, especialmente el aristócrata de turno, son quienes dictan las normas, quienes echan tierra sobre lo que haya que ocultar, y quienes premian a los que les hagan el juego, ya sea económico a incluso criminal. Y esa ambientación, magnífica por otra parte, es lo que empieza a darle a la novela puntos a favor que el lector sabrá percibir, a poco que sea algo aficionado al género. El resto de los puntos llegan de la mano del propio sargento Domínguez, un hombre en cuyo carácter la calma y el buen juicio son dos premisas fundamentales, a las que suma una especie de sexto sentido que, junto a su peculiar mirada, le ha granjeado ese mote de “hechizado”.

Una mano sin cadáver encontrada en pleno campo, las interioridades de la convivencia entre las mujeres de los beneméritos, un joven agente que parece simbolizar los nuevos tiempos frente a la cerrazón de un cabo chusquero y ambicioso, el pasado de los lugareños, un cacique lleno de secretos, y por si fuera poco, la inminente visita del Caudillo, dispuesto a solazarse unos días practicando su deporte favorito: la caza. Tal panorama podría haber acabado con cualquier otro sargento menos templado, pero como ya se ha dicho, la mejor baza de Domínguez es su serenidad, y eso le permitirá sobrevivir a tan egregia visita, e incluso solucionar el misterio del miembro perdido.

Fernando Roye, además, distribuye la narración con unas más que idóneas pausas capitulares que hacen las delicias del lector, y no se olvida de arrancarle alguna que otra sonrisa, así que poco más se le puede pedir a su novela.

El caso de la mano perdida. Fernando Roye.

Editorial Sinerrata. Barcelona 2015. 278 págs.


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