El poder del relato
Dice
Alejandro Amelivia en uno de sus relatos que las golondrinas caían al suelo
como meteoritos, mostrando así la capacidad de crear un ambiente asfixiante y
rural que es percibido de un plumazo por el lector. Y de eso se trata en estas
nueve piezas, de lograr espacios narrativos muy particulares, de aire
faulkneriano algunos, todos norteamericanos, hasta alcanzar atmósferas densas,
con personajes muy bien perfilados y argumentos potentes, demoledores incluso.
Un
tipo que aprovecha los sueños para realizar sus venganzas, la desidia de un
alcohólico incapaz de cuidar a un niño, un viejo desencantado atraído por la
belleza indómita de una artista hippy, un pueblo que rechaza a los forasteros
hasta límites insospechados, el deseo de poder escapar de la muerte, la soledad
del campo y el miedo a lo desconocido, una médium que atrapa a los incautos
valiéndose de su necesidad de hablar con los muertos. En todos los casos hay un
persistente aroma a fracaso, como si los seres de estos cuentos estuvieran ya
tocados por el malditismo de lo inevitable.
Pero
eso sí, con una sobresaliente calidad literaria en la que a veces se alternan
las voces narrativas, como en La fatiga
de los materiales, uno de los más destacados porque esa fatiga no es más
que el miedo a la vejez disfrazado de la heroicidad de reparar la vieja casa y
conquistar a la joven vecina. Una calidad que en otras ocasiones viene marcada
al ceder el autor el protagonismo a los diálogos, como en La chica de mis sueños, o al mostrar una prosa dura y desgarrada
para construir el relato más demoledor, Kentucky
Gentleman, que le dejará a cualquier lector una profunda amargura en el
alma.
Un
puñado de historias que alcanzan un valor literario fuera de lo común, y que
una vez más demuestran la capacidad de autores como Alejandro Amelivia para
ilustrar el potencial del relato breve español.
Como meteoritos. Alejandro Amelivia.
Talentura. Madrid 2015. 150 págs. 13 euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 11/2/2017)
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