miércoles, 3 de julio de 2019

TODAS LAS FAMILIAS INFELICES - RAMÓN BASCUÑANA

RAMÓN BASCUÑANA. TODAS LAS FAMILIAS INFELICES
(Chamán, Albacete, 2019)
por ANTONIO PARRA SANZ
​         SECRETOS FAMILIARES
     ​ Pivotan los relatos de Ramón Bascuñana sobre un eje que podríamos denominar así: los secretos familiares, o dicho de otro modo, aquellas sombras que siempre se esconden entre las costuras de cualquier familia, o de aquellas familias que él ha elegido para formar parte de esta veintena de piezas, ninguna de las cuales dejará indiferente al lector.
     A quienes únicamente conocieran al autor alicantino como poeta les aguarda una buena sorpresa. A los demás, a quienes ya sabíamos de su habilidad como narrador, nos queda el refrendo de su calidad, tal y como demuestran los numerosos galardones que previamente recibieron estos textos antes de que Chamán Ediciones decidiera agruparlos en este volumen.
    Hace gala Ramón, por tanto, de un elevado conocimiento del género, y eso se ve en la estructura de los relatos, porque utiliza unos mimbres atractivos para fijarnos a cada historia, después un clic, una especie de magdalena proustiana situada hacia la mitad de la historia, desvelando su verdadera naturaleza, y un golpe sorpresivo al final, deslizado, eso sí, con extrema suavidad, para que la conmoción nos zarandee lo justo, en su medida, y nos permita arrancar el siguiente relato con las esperanzas casi intactas.
Imagen      Pero si hemos de hablar de esperanzas, hay que reconocer también que a veces quedan difuminadas entre la tristeza o la infelicidad que parece bañar a unos personajes que, en la mayoría de los casos, empuñan una primera persona narrativa para contarnos sus vivencias, sus recuerdos, su dolor, alguna venganza, algún ajuste de cuentas con el tiempo. Sí es cierto que la tercera persona, más ajena y omnisciente, se da en algunos textos, e incluso una segunda aleccionadora, pero el predominio de la voz narrativa de los personajes, el poder del monólogo interior al que tan aficionado es el autor es lo que gana el corazón de los lectores.
     Un corazón que sigue conmoviéndose por la edad de algunos personajes, niños o jóvenes que lo son al relatar su secreto, o que lo fueron cuando tuvieron constancia del mismo. Dicho de otra manera, parece que estemos ante un libro más de hijos que de padres, aunque alguno protagónico encontremos, y que haya recaído en ellos la responsabilidad de mostrarle al lector aquello tan sartreano de que “el infierno son los otros”, y cuando se trata de familia, acaso lo único que no podemos elegir libremente en la vida, ese infierno puede ser vasto e interminable.
      En estos ejercicios de memoria, en estas vidas zarandeadas hay también, no podía ser de otra forma, lirismo, poesía, voluntad de escoger la palabra justa por muy violento o desagradable que pueda ser el recuerdo que se evoque. Podríamos decir que ahí se ve la sombra del poeta, pero es mucho más justo decir que es ahí donde se ve al escritor con mayúsculas, al que es capaz de resucitar una melodía, una película, la imagen de un hombre sentado en un zaguán, una pulsión oculta, un recuerdo doloroso, una conciencia atormentada, la sombra de una muerte o de una injusticia.
Desgranar aquí la temática de algunos de estos relatos sería como traicionar una confidencia, como violar un secreto guardado durante generaciones, por eso debe ser el lector quien acepte la invitación de Ramón Bascuñana, para ver hasta dónde llegan la tristeza o la soledad, o las alegrías perdidas, o las lecciones de vida, que también las hay, porque en muchos relatos alcanzará un alto nivel de empatía con sus protagonistas. Si acaso, me atrevo a recomendarles dos, ‘El día que me enamoré de Natalia Ivanoff’, y el que cierra el volumen, ‘Tercamente aprendiendo a no sentirnos solos’, con un más que evidente mensaje final basado en los versos de Jaime Gil de Biedma. Dos lujos como los diecisiete cuentos restantes.

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