FASCINACIÓN
No es guapo, porque no lo es, pero hay un imán en esa mirada, una profundidad que me ha helado las entrañas cuando me ha dado la mano pronunciando ese nombre, breve y rotundo, mientras le franqueaba la entrada.
Papá dice que le suena, que cree conocer a su padre, al
señor Anthony, pero cualquiera sabe, a veces creo que siendo el senador Morton
no se puede permitir decir que no conoce a todo el mundo, so pena de perder
votantes o influencias. Yo no le había visto nunca por aquí, claro que tampoco
hemos dado muchas fiestas desde que murió mamá.
Al menos ahora el tan ansiado compromiso entre Anne y Guy
nos ha puesto de nuevo en el candelero, y nos deja montar un sarao como éste, a
pesar de que Guy haya pasado por el calvario de su reciente viudedad. ¿Se podrá
decir viudedad cuando muere la persona de la que te estabas divorciando?
Debo dejar de imaginar tanto, sólo me faltaba murmurar
sola ahora, en medio de toda esta gente, bien que nos criticarían mañana mismo,
si es que no lo van a hacer ya con el dichoso compromiso. El tenista y la hija
del senador, como si los estuviera oyendo. Pues yo me alegro por ellos, se lo
merecen, Anne ha soportado bien el tirón y no ha dejado que la prensa la
acorralase cada vez que le acompaña a algún partido.
Antes de que me dé cuenta me quedaré sola con papá, por
eso cuando este tal Bruno me ha mirado así no he podido evitar un escalofrío.
Normalmente se fijan tan poco en mí…, a veces me canso de ser la ocurrente Bárbara,
con sus gafitas de intelectual, una memoria febril para los pequeños datos y
ningún atractivo más.
Tengo que acercarme a ese grupo en el que él capitaliza
la atención, esas viejas no hacen más que reírse, no sé qué les estará contando
pero se está haciendo el amo de la velada. Ahora parece que hablan de crímenes,
mira tú por dónde, se creerán que estamos en la Inglaterra del siglo pasado.
Pero cómo las encandila, ahora está tratando de demostrar
cómo se estrangula, qué graciosa está la señora Cunningham dejando el cuello en
sus manos, quién fuera ella, todas las miradas se van a esas manos delicadas
que no dejan de apretar y apretar, menos mal que en cambio soy yo ahora quien
se ha quedado de nuevo con sus ojos.
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