UN DÍA DE FURIA
En el día más caluroso de Los Ángeles, un tipo normal, de a pie, encarnado por Michael Douglas, ve cómo rebosa el vaso de su paciencia y la emprende, por una vez, a golpes con el mundo, nada importaban todas las vejaciones que hubiese sufrido antes, sólo importaba su reacción al sacar los pies del tiesto. En un día cualquiera en Euskadi (ya se sabe, explosiones por aquí, amenazas por allá, mentiras por doquier), otro ciudadano, también de a pie, coge una maza y se lía a reventar el local de una de esas tabernas abertzales donde se amamantan los gudaris de la libertad vasca.
Que su casa hubiera sido destrozada por una bomba no importa, que viviera sobre una sede del Partido Socialista de Euskadi, tampoco, que su padre hubiera sido concejal en otros tiempos, tampoco, lo verdaderamente execrable es que el hombre se líe la manta a la cabeza y destroce un bar, cuna de idealismo más puro. Con dos cojones, lo siento, pero es la primera expresión que han alumbrado mis tripas. Y lo ha hecho sin pasamontañas, a pecho descubierto, en pleno día y sin esconderse detrás de falsos trampantojos ideológicos, sólo por defender una de las posesiones más atávicas del ser humano: su casa, y por ende, la vida de los suyos.
El problema es que se llama Emilio Gutiérrez, y por eso algunos ya le han tildado de fascista, claro, si se hubiese llamado Eneko Fundarizbarrena, otro gallo cantaría, pero no tiene, a simple golpe de libro de familia, el necesario ADN vasco, tal vez incluso sea un maqueto invasor que lleva treinta años allí, queriendo explotar y pisotear a los verdaderos arios. El hombre ni siquiera se resistió a la detención, entre nervios mascullaba que nunca había hecho nada parecido, pero también que le habían destrozado su casa, recién reformada junto a su padre, otro invasor, y ya esposado soltó la frase más lapidaria: “ojo por ojo y diente por diente”, algo que los etarras no han practicado jamás de los jamases.
Eso sí, un pacífico viandante que pasaba por allí en el momento de la detención le susurró palabras de ánimo: “ocho años te van a caer”, así, sin más. A los que pusieron la bomba que destrozó la casa de Emilio igual ni los detienen, pero él se verá sometido al peso de la justicia, eso es lo que le eleva por encima de la canalla de los pasamontañas, los mismos que nunca destrozan las casas de Ibarretxe, Pachi López o Basagoiti, ni siquiera ahora que están en campaña.
Y luego llega el objetivísimo e imparcial diario Gara diciendo que hubo mucha gente viéndolo y que nadie intervino, que nadie frenó tamaña afrenta al independentismo, y hasta se permiten culpar a los que minutos antes se manifestaron contra las bombas. Después de llamarle fascista y amenazarle, ellos convocaron otra manifestación en protesta por un acto que ilustra la represión que sufren. Tal vez Emilio Gutiérrez, en vez de irse de Lazkao, debería acudir a la redacción del periódico a disculparse, conozco yo una empresa que alquila bulldozers a precios de auténtica ganga.