Hay que decirlo ya sin tapujos, nuestros parlamentarios no son ellos mismos, sino réplicas salidas de vainas alienígenas que se han almacenado durante años en el subsuelo del hemiciclo. Aquel “manda huevos” de Trillo, que muchos confundieron con un despiste y un desahogo, no fue, no seamos ahora ingenuos, sino el pistoletazo de salida para que comenzara la invasión, y tantos escaños vacíos como vemos a menudo no son más que la prueba fehaciente de que poco a poco se han ido concretando las sustituciones.
A las pruebas me remito, porque estos clones, además, han resultado ser bastante gamberretes, o votan pulsando los interruptores con los pies, o se sacan de la manga disparatadas proposiciones de ley según los códigos interestelares vigentes. Claro que no todos pudieron ser sustituidos, ¿alguien sabe qué fue de Álvarez Cascos, Julio Anguita o José Borrell?, nada, perdidos en el espacio porque no dieron su brazo a torcer y no se dejaron replicar, escapando a tiempo de las garras de estos fabricantes de vainas. Tampoco hemos sido los primeros, no nos pasemos de orgullosos, en los Estados Unidos hace décadas que practican esta técnica del cambiazo en
Aparte de los que se han borrado de la faz pública, hay otros que tampoco han sido copiados, pero sobreviven camaleónicamente en sus asientos de cuero, véanse los casos de Magdalena Álvarez o Pedro Solbes, ¿para que sustituirlos si los originales ya están bastante alejados del globo terráqueo? En cambio, con otros miembros de primerísima fila, nadie podrá negar que los alienígenas han hecho un trabajo fino fino, dejando su sello personal, esas cejas startrekianas del ínclito Zapatero, o sus robóticas alzadas y caídas de antebrazo, o ese siseo cibernético de Rajoy son, sin duda, marca de la casa marciana.
Las vainas han desaparecido de los sótanos del Congreso, claro, hablamos de seres dotados de una inteligencia superior, y tan sólo han dejado algunos restos para despistar. Lo que no ha trascendido, según me confirman mis fuentes del servicio de inteligencia, es que sólo se han conservado, medio escondidas, un par de ellas que al parecer tardaban más de la cuenta en eclosionar, en una hay una peluca rubia y cientos de cartones de tabaco, la otra se bambolea sin control de un lado a otro y de su interior salen sin parar murmullos ininteligibles que en los días húmedos se confunden con los sones de flautas gallegas. Pero el éxito del cambio ha sido radical, ¿o alguien pensaba que esa nueva mata de pelo que le ha salido al señor Bono era un progreso médico?
Me parece un análisis cabal de lo que estamos viviendo, y escrito con la gracia y soltura de un tipo como Parra Sanz. Enhorabuena.
ResponderEliminarEs una de mis películas favoritas. La vi de niño y pasé un miedo terrible. No pude dormir esa noche sugestionado por la trama de la película en la que si te duermes dejas de ser tú mismo y pierdes la capacidad de emocionarte, de sentir, de apasionarte... La he vuelto a ver hace poco en la última reedición en DVD y he de reconocer que ahora me dan mucho más miedo nuestros parlamentarios, porque sus efectos son muy similares pero ahora ya no se trata de una ficción.
ResponderEliminarLarga vida a la tradición Quevedesca y que no nos falte esa sonrisa irónica. JJ
ResponderEliminarMira que no sigo yo mucho lo que ocurre en el Congreso. Me daba un noseque... Ahora ya conozco el motivo.
ResponderEliminarMuchas gracias por ese punto de vista tan, ya te lo han dicho antes pero es cierto, Quevedesco.
Saludos
lo cierto y verdad es que bono, ya no parece bonno
ResponderEliminarserá un "traterrestre"?