GOLFUS DE ROMA
Y el mensaje no podía haber aparecido en mejor lugar y en mejor momento, porque conociendo la guasa que atesoran los gaditanos – a ver cuándo esa ciudad pasa a llamarse de una vez Cai, que sería lo suyo -, las chirigotas que se avecinan van a ser de órdago. Ya se han oído voces acerca de los antepasados del Pocero, o de una corrupción urbanística de tradición milenaria, o de lo distinta que sería la inscripción si se hubiera escrito hoy, Balbo con uve, ladrón sin tilde... Y lo que queda.
Aquella loba, al parecer, no sólo amamantó gemelos, también nutrió a zorros de la construcción, cuyos descendientes han llegado a hacerse césares de Marbella o Seseña, o a intrigantes que han legado una adicción febril al puñal traicionero en la comunidad madrileña, con ese espionaje que todavía no tiene Bruto, o Bruta rubia que aseste el golpe definitivo. Y uno que pensaba, ingenuo, que sólo nos habían dejado acueductos y calzadas, y una lengua madre que entre unos y otros están transformando en madrastra fea de tanto como la maltratan. Pero eso sí, lo que no hemos adoptado tan bien como debiéramos ha sido el Derecho Romano, porque si el dichoso Balbo viviera hoy, habría mirado la inscripción con desdén, sabedor de que, fueran cuales fuesen sus desmanes, muy mal se le tendría que poner la cosa para pisar una celda.
No hay más que ver cómo les va a los Balbos de hoy, todos esos constructores que ahora tanto se lamentan de la crisis pero han olvidado muy rápido el llenazo pecuniario que experimentaron sus bolsillos hace algunos años. Que se recalifican terrenos a precio de saldo en
Eso sí, luego llegan dos jóvenes gamberros, le roban la pizza a un repartidor – otro ultraje a la herencia romana -, y los encarcelan de inmediato con la amenaza de una pena que va de los dos a los cinco años, vamos, que hay etarras enchironados menos tiempo por alguna explosión que otra. Urge revisar los códigos penales ante esta bacanal de desequilibrios, o ya podemos ir empuñando el spray para que dentro de mil años algún arqueólogo incauto lea nuestras protestas. ¡Qué imperio!, que diría Forgius.
Como tu bien dices, se nos avecina buena cuando los amigos de lo ajeno le echen en cara al que legisla que sus penas, (las privativas de libertad no sus duelos personales), siempre son mayores que las que se les imponen a los que cometen delitos diversos pero con corbata de a cien euros. Al final con tanto cachondeo se deslegitima la capacidad sancionadora en mucho menos de lo que se recalifica una finca. Y ya es decir.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por la información sobre esa leyenda escrita en la piedra. En cuanto a lo añejo de la 'tradición' ya intuíamos algo. Saludos
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