Sentado en el sillón. Tarde de domingo que descarga la primavera. El perro reclama su narcisista ración de caricias y me abstraigo rascándole la cabeza. Vuelvo la vista atrás y entre lo mucho que alguna vez imaginé nunca estuvo la posibilidad de tener animal alguno. Pero la vida siempre viene sin libro de instrucciones. A veces, mientras Amalia está con nuestro hijo en otra habitación, jugando o enseñándole matemáticas, los miro desde la distancia y me sorprendo de tener una familia, como si en vez de formar parte de ella estuviera espiando la vida de otro hombre por una ventana. Me gusta verlos sin que se den cuenta, pero en cuanto asoma el temor de que fuesen la familia de otro me entrego al impulso de acudir a abrazarlos.
ANTONIO PARRA SANZ (Madrid 1965), profesor de Lengua y Literatura, de Escritura Creativa y crítico literario. Novelas: Ojos de fuego, La mano de Midas (Premio Libro Murciano 2015), Los muertos de las guerras tienen los pies descalzos; Acabo de matar a mi editor, Dos cuarenta y nueve y Entre amigos (Serie Sonia Ruiz 6). Relatos: Desencuentros, El sueño de Tántalo, Polos opuestos, Cuentos suspensivos, Malas artes. Artículos: La linterna mágica, Butaca de patio. Ensayo: Tres heridas.
Hay que entregarse siempre a ese impulso, sin temores ni sorpresas. Tienes (tienen, tenéis) una familia maravillosa.
ResponderEliminarLo que escribes es admirable y te honra.
Un abrazo muy fuerte para todos, y unas caricias también para el perro.
Gracias por tus palabras, Jose. Un fuerte abrazo
ResponderEliminar"Me arrellano en mi sillón, junto a la chimenea, con la copa de coñac en la mano derecha y la izquierda caída descuidadamente, acariciando la cabeza peluda de mi perro...hasta que recuerdo que no tengo perro"
ResponderEliminarTu texto me ha gustado más que éste.
Un saludo.
De eso nada, Thornton, a mí me gusta el tuyo por la sorpresa del final, siempre me gustan los textos con guinda. Un saludo.
ResponderEliminarCreo que has definido la felicidad sin darte cuenta, querido Antonio. Te lo digo en voz baja, para no espantarla, pues bien sabes que esa caprichosa suele desaparecer en el momento en que la nombras o la miras a los ojos.
ResponderEliminarYo creo que sí, Isabel, que la felicidad ha de ser algo muy parecido a eso. Un beso y gracias, como siempre, por tus palabras
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