Emerger del barro
Las
cañas siempre se han caracterizado por sobrevivir casi en cualquier entorno,
resistir los embates del viento y alimentarse del lodo más inmundo, fagocitando
todo lo que crece a su alrededor, de ahí que Juanjo Braulio las utilice como
referente metafórico de los que gobiernan en todo momento porque poseen el
poder, el dinero, los mismos que se adueñaron de Valencia a golpe de ladrillo y
billetera. La propia ciudad, cuna de una de las mayores corrupciones del país,
aparece como un inmenso pantano cuyos efluvios asquean al más pintado.
En
ese entorno encontramos a un brigada de la Guardia Civil que oculta su
condición de homosexual casi tanto como su licenciatura en Historia del Arte, y
que tiene que refrenar más de una pulsión a lo largo de sus investigaciones, encontramos
a una organización que ha hecho del menudeo de drogas un arte y de las
contabilidades paralelas el mayor de los secretos, profesores universitarios de
dudoso pelaje, y sobre todo encontramos a un escritor que se pregunta hasta qué
punto puede ser útil perpetrar los crímenes en la realidad para luego
reflejarlos fielmente en sus novelas.
Juanjo
Braulio ha creado una novela negra muy diferente, con unos presupuestos en los
que lo social alterna con la metaliteratura hasta lograr que el lector se quede
tan conmocionado como a ratos está el brigada Grau, pero sin olvidarse de los
grandes temas del género, la oscuridad de algunos desmanes cometidos en plena
dictadura, la manera en la que ‘los de siempre’ se tapaban unos a otros, y un
lumpen, encarnado por el gigantón Falconetti, que sería capaz de rendir como personaje
a otras criaturas de obras supuestamente más bragadas. Y moviéndolo todo, Q, un
escritor enigmático que sigue su particular camino, puntilloso y exhaustivo
casi hasta lo enfermizo. Lo más probable es que el lector no recupere el
sosiego ni siquiera tras cerrar la última de estas páginas.
El silencio del pantano.
Juanjo Braulio.
Ediciones B. Barcelona
2015. 398 págs. 18 euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 5/12/2015)
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