Un error de cálculo
Aguardar
más de trescientas páginas para que una novela termine de arrancar y ponga en
marcha todo su atractivo narrativo es mucho pedir, sobre todo en los tiempos
que corren, en los que cada vez es más necesario agarrar al lector por la
pechera con mucha rapidez. Si esa demora, al menos, se justifica con una
escritura brillante, no será necesario acudir a la paciencia porque el disfrute
del lenguaje hará el resto, pero si hablamos de una escritura normalita, es
bastante complicado resistir el tirón y vencer la tentación de abandonar la
lectura apenas rebasado el primer centenar de páginas.
Parece
que esa demora es el peaje que ha pagado Isabel Allende por adentrarse en el
terreno, tan exigente como lleno de sus propias normas, del género negro, o de
misterio, o del ‘thriller’, como le llamarán allá en su California residencial.
Al final de la novela la autora chilena casi se justifica, porque parece
incluso pedir disculpas por haber escrito una novela de crímenes, acaso esa
advertencia debería haberla colocado al inicio del libro, así el lector no se
habría llamado a engaño. Y no es que la novela no tenga sus méritos, que los
tiene, pero cualquier aficionado al género le diría que no se puede pasar de
puntillas por tres o cuatro asesinatos, máxime cuando hay varios protagonistas
relacionados de una u otra forma con la ley, para detenerse por fin en el
último crimen, cometido nada menos que en la página 319. Así no se hacen
adeptos a la novela negra, la verdad.
Y
nada de esto hubiera sido censurable de haber publicitado la novela
incluyéndola en cualquier otro género. El hecho de que haya un policía, un ex
militar y una joven liderando un grupo de investigadores cibernéticos
aficionados a los juegos de rol no convierten la novela en negra, todo lo más
en gris. No obstante, los tipos humanos que Isabel Allende perfila tienen sus
valores y su enjundia, la mística terapeuta Indiana Jackson, el veterano Ryan
Miller, la joven Amanda Martín, su padre, el inspector jefe Bob Martín, y el
resto de personajes corales, conforman un universo complejo; y también es justo
señalar que el último cuarto de la novela se vuelve dinámico y adictivo, y que
en él los resortes del misterio y la intriga sí están manejados con soltura.
Ojalá los lectores anden generosos de paciencia, porque de lo contrario, se
perderán el desenlace de una trama interesante, interesante aunque haya sido
bastante maltratada por un más que evidente error de cálculo.
El juego de Ripper. Isabel Allende.
Plaza y Janés. 482 páginas. 22’90
euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 22/3/2014)
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