Reseña LOS CRÍMENES DEL AGUA de Juan Torres Colomera por Antonio Parra
Título
Los crímenes del agua.
Datos publicación
Ediciones PG. Granada 2019. 332 págs.
Autor
Juan Torres Colomera (Almería) es periodista radiofónico y Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Granada. Autor de numerosos relatos cortos, con la novela La Jaula de Plomo (2011) irrumpió en el mundo de la narrativa y con Asesinato en la Alhambra (2014) se adentró en el apasionante género policíaco. Los crímenes del agua es su tercera novela y segunda entrega de la saga protagonizada por los inspectores de homicidios Mario Narváez y Arturo Molina.
Sinopsis de la obra
Mientras practica deporte un sacerdote es asesinado junto al río al caer la tarde. A la mañana siguiente, el cadáver aparece con la mitad del cuerpo bañado por el agua y claros signos de estrangulación. En un principio, parece un crimen relacionado con otro suceso ya resuelto, lo que hace pensar a los inspectores Narváez y Molina que se encuentran ante un caso más, pero pronto descubrirán que se enfrentan a un asesino pulcro y frío que les retará a jugar una partida macabra que les pondrá a prueba.
La compleja búsqueda del criminal se ve dificultada por la introspección a la que se ven sometidos los policías ante sus dudas y conflictos de carácter personal, empujándoles hasta el límite de su capacidad emocional. Con maestría, tensión y fuerza narrativa, el autor nos introduce de nuevo en una intriga policíaca apasionante y vertiginosa que arrastrará al lector hasta el final de la trama, revelando una oscura e inquietante realidad que ha permanecido oculta en el tiempo.
Reseña
Narváez y Molina
La estrategia de conformar una buena pareja es algo siempre agradecido en la novela negra, entre otras cosas porque todo personaje necesita apoyarse en un buen compañero, o al menos tener un contrapunto narrativo que también enriquezca la perspectiva del lector. Juan Torres lo sabe y se asienta en Narváez y Molina en esta nueva trama de misterio, afirmando ese protagonismo que ya nos regalara en su entrega anterior, Asesinato en La Alhambra.
Con el estilo de un autor ya experimentado, la novela muestra unos recursos que a veces hacen gala de un fino humor en las situaciones que protagoniza esta pareja de policías. La figura del asesino en serie, tan explotada en la novela negra, se plantea aquí con el suficiente atractivo como para que el lector quiera a toda costa continuar con la lectura.
La estructura de la novela fluye de manera adecuada, alternando la comisión de los crímenes con la propia investigación. Incluso cuanto de producen saltos geográficos, están plenamente justificados, y dicha estructura contribuye a que el ritmo de la trama sea siempre el adecuado. Los hechos, creíbles y bien perfilados, no deslizan nunca en el lector acontecimientos que no se hayan desvelado previamente por parte de los policías.
Un personaje más de la novela llega a ser la propia Granada, puesto que el autor juega con lugares muy característicos de la ciudad sin entrar en demasiados detalles, y en este sentido es destacable el Café en el que Narváez se avitualla, y por supuesto su camarero, puesto que ambos constituyen un importante valor añadido de la novela.
El vértigo del último tramo, las vinculaciones con la Iglesia, el lacre, el modus operandi del asesino, todo va sumando, aunque son las personalidades de Narváez y Molina quienes le otorgan más mérito a la novela, una pareja que esperamos tenga por delante un amplio recorrido.
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