lunes, 26 de octubre de 2015

LA MANO DE MIDAS EN GETAFE NEGRO


Pequeña crónica en imágenes del paseo que Sergio Gomes se dio por Getafe Negro hasta recalar en la compañía del Comisario del Festival, Lorenzo Silva, que fue el encargado de presentarlo en tierras tan ilustres y tan versadas en el mundo de la intriga.

http://www.cartagenaactualidad.com/2015/10/cartagena-en-getafe-negro-con-antonio-parra/










domingo, 25 de octubre de 2015

VÍCTOR ROS Y EL GRAN ROBO DEL ORO ESPAÑOL - JERÓNIMO TRISTANTE

Víctor Ros universal

          Cuando un personaje al que todos los lectores están ya acostumbrados a reconocer trasciende los límites de un determinado medio, puede pensarse que se contaminará en cierto modo con los rasgos de dicho medio, o que incluso llegue a perder parte de su primitiva esencia. Ese riesgo ha corrido Víctor Ros al saltar de la letra impresa a la pequeña pantalla, máxime si tenemos en cuenta la buena acogida que tuvo la serie televisiva, pero ha sido un riesgo controlado, porque su creador, Jerónimo Tristante, sabe muy bien dónde tiene los pies y cuánto le deben, él mismo y su personaje, a tantos y tantos lectores fieles como tiene. Tampoco es el primer caso del que tenemos noticia, otros investigadores muy conocidos, tales como Wallander, el comisario Montalbano y hasta el propio Pepe Carvalho, pasaron por la misma tesitura y salieron triunfantes.

Pero además de la cordura y la habilidad de Tristante, es justo reconocer que el propio Ros ha consolidado ya de tal manera su personalidad que es capaz de conducir sus aventuras superando cualquier obstáculo. No en vano esta entrega puede ser la que más impedimentos le provoca para que no consiga llevar a buen puerto una investigación que le ha devuelto, al menos temporalmente, al servicio de la policía española. Impedimentos que empiezan por un arriesgado robo en el tesoro patrio, continúan con las inquietantes sombras de Aldanza y Barbara Miranda, que persisten contumaces en acabar con la vida del detective, y terminan con el traslado a Londres, donde transcurre la mayor parte de la trama.

Es allí donde debemos detenernos para valorar como se merece la capacidad literaria del autor murciano, porque las escenas descriptivas de la capital del imperio son absolutamente antológicas: la vida del puerto, con su trasiego de gentes, barcos y mercancías, o el prisma social de la época, presente en una velada operística, son impresionantes, pero donde la brillantez rebosa es en la pintura de los ambientes tanto de los fumaderos de opio, con esa alternancia del lumpen y los señoritos de la nobleza más depravada, como del infierno de Whitechapel, un submundo del que pocos logran huir y en el que Víctor Ros no dudará un segundo en adentrarse en busca de información. En ambos casos, al describir tanto el fumadero como el paraíso de Jack el Destripador, Tristante parece haberle vendido su alma a Dickens o a Conan Doyle, a cambio de unos ojos de lo más británicos.

Y ya que hablamos de Conan Doyle, es justo reparar también en el delicioso episodio en el que Víctor Ros conoce al que ha sido su modelo, Sherlock Holmes, y a quien incluso aspira a superar, a tenor de las conversaciones que ambos mantienen, camuflados como tienen por costumbre, y en las que la vanidad del inquilino de Baker Street queda tan patente como su talento. El guiño es tan evidente como agradecido para los amantes del género, que incluso pueden quedarse con ganas de asistir a un nuevo encuentro entre ambas mentes preclaras.

No es ésa la única baza ganadora que podemos percibir en la novela, tal vez es la más brillante, porque a las demás ya estamos habituados tras las entregas anteriores, a saber: la capacidad de Tristante para manejar, al mismo tiempo y sin que ninguna se resienta, varias tramas y subtramas, el hecho de que el lector conozca algunos detalles y secretos antes incluso que el propio detective, lo que indica una vez más el cuidado con el que trabaja el autor, y por supuesto la dosificación de la tensión narrativa, gracias a la cual los lectores vamos encadenando acontecimientos con una celeridad que no nos concede un solo respiro.

          Tampoco debemos olvidar el rigor histórico que desprende la novela, y la forma en que se insertan, en ese marco temporal, el episodio del robo y las reacciones que dicho suceso provoca en las autoridades británicas, que muestran bien a las claras cuál ha sido siempre el carácter del gobierno de la Pérfida Albión, ahí tampoco se esconde el autor, y no le tiembla el pulso a la hora de desvelar ciertas miserias y turbios planes que dejan a la diplomacia como una disciplina política menor.

          Por otro lado, no se trata de desvelar aquí todas las sorpresas que se esconden en la novela, y que no son pocas precisamente, pero no dejarían de ser meros fuegos de artificio de no ser por el mérito de Jerónimo Tristante, que una vez más se muestra como un maestro de ceremonias capaz de manejar un circo de varias pistas narrativas en el que personajes como Blázquez, adorable al intentar adaptarse a las costumbres británicas, o Martin Roberts, díscolo al cuestionar la actitud de sus superiores de Scotland Yard, han dado un paso al frente en su nivel de protagonismo. Clara Alvear y Eduardo, por supuesto, mantienen también una importante presencia, para que Víctor no caiga en la tentación de volver a ser un lobo solitario, y a ellos se incorpora una mujer llena de secretos, María Fuster, a quien Tristante va dando paso y que apunta maneras como personaje dispuesto a reaparecer en sucesivas entregas. Todo ello contribuye a demostrar que, aunque era ya antes imparable, el mundo de Víctor Ros, con este salto a Europa, se va a consolidar ya del todo en la galería universal de los buenos detectives.

Víctor Ros y el gran robo del oro español. Jerónimo Tristante.
Plaza y Janés. Barcelona 2015. 379 páginas. 18’90 euros.



jueves, 22 de octubre de 2015

ENTREVISTA SOBRE LA MANO DE MIDAS

Éste es el resultado de una velada estupenda en Mr. Witt Cafetería, en la que Aniceto Valverde me entrevistó para su web www.expresodemandarache.es, y en la que hablamos de La mano de Midas y de novela negra.


domingo, 18 de octubre de 2015

DOCE LUNAS - ESTEBAN NAVARRO

DOCE LUNAS

ESTEBAN NAVARRO
LA PUERTA VACÍA


  1. La puerta vacía es la tercera entrega de Diana Dávila, ¿cómo se consigue que sobreviva un personaje como para continuar protagonizando una serie?
Son los lectores los que consiguen que el personaje sobreviva y perviva con sus opiniones e interés por Diana. Esta joven, prometedora y extrovertida policía nacional nació literariamente en La noche de los peones, se formó como agente en Los crímenes del abecedario y ha madurado en La puerta vacía. Es así porque los lectores lo han querido. Y espero que sigan apoyándola para que Diana progrese en la policía y no se desvanezca en la literatura.

  1. Que se sepa, es usted el único autor que ha perfilado una protagonista femenina para sus novelas negras sin emparejarla con otro compañero, ¿ha sido algo premeditado?
 Posiblemente sí, ya que ha llegado un punto de realismo en la novela policíaca nacional en la que hay que darle a la mujer el protagonismo que se merece. No tendría sentido que en las Brigadas de Investigación de la Policía Nacional haya desde inspectoras jefas, inspectoras y agentes, que incluso en ocasiones actúan solas o en parejas con otras mujeres, y que en la literatura eso no tuviera su reflejo.

  1. ¿Se atreve a valorar el papel que estaba teniendo hasta ahora la mujer en la novela negra?
Sí, por supuesto. Pero antes hay que recordar que hace casi noventa años Agatha Christie ya utilizó a una mujer, Miss Marple, como protagonista de algunas de sus más reputadas novelas. En la actualidad hay muchas y buenas obras cuya protagonista es una mujer. Podía estar horas nombrándolas, pero hay que destacar a Dolores Redondo y su inspectora de homicidios de la Policía Foral de Navarra Amaia SalazarY, cómo no, a la reciente ganadora del Premio Planeta Alicia Giménez Bartlett y su inspectora Petra Delicado.
  
  1. Un hombre de negocios asesinado, un periodista que parece tener poderes adivinatorios, una esposa un tanto libertina y la propia Diana Dávila, ¿con cuál de los cuatro personajes se ha sentido mejor y a cuál ha odiado más?
Con Diana siempre me siento bien. La conozco. Me conoce. Y de esa simbiosis surge una forma fluida de hacer literatura. Es imposible llevarse mal con Diana. De los otros personajes no puedo decir nada, ya que desvelaría parte de la trama, pero en cualquier caso siento cierta simpatía por todos, cada uno a su nivel.

  1. ¿Cómo se lleva la convivencia entre el policía y el escritor?
Mal. O muy mal. Pero ahora creo que no podría existir uno sin el otro. Los turnos de trabajo, las noches y los fines de semana, poco ayudan a estar despierto y concentrado en escribir, pero gracias a mi profesión puedo alimentar a mis personajes para que sean lo más reales posible.

  1. De momento han visto la luz tres entregas de Diana, ¿tiene prevista ya la continuidad de la serie?
Sí. Hay una cuarta y en vías de conclusión una quinta. Diana es mucha Diana.

  1. Usted es un hombre de orígenes meridionales que ahora está en el norte, ¿se nota mucho ese cambio a la hora de investigar o escribir crímenes?
Respecto a la investigación lo desconozco, ya que nunca he trabajado en el sur, pero imagino que sí, que cada zona tiene sus peculiaridades. Y respecto a la hora de redactar esos crímenes, estoy convencido de que sí hay diferencias. Y si no, sólo hay que fijarse en la literatura noruega, por ejemplo, para distinguirla de la nuestra.

  1. ¿Qué opina sobre el “boom” de los certámenes de literatura negra que hay en nuestro país? ¿Son una señal de que el género está sano?
El género siempre ha estado sano, otra cosa es que haya tenido altibajos. Pero el hecho de que hayan crecido como setas un sinfín de semanas y festivales de novela negra no es más que un termómetro que indica que hay pasión por este tipo de literatura.

  1. ¿Cuál es la espoleta que pone en marcha sus novelas, qué es lo que le hizo arrancar con la trama de La puerta vacía?
Un instante. Un momento. Una duda. Una novela surge en un periquete, en una reflexión, en una pregunta. En su respuesta. En el caso de la puerta vacía estaba sentado en una terraza de un hotel, al lado de la piscina, en verano y de noche. En uno de los balcones había una chica rubia, en bikini, fumando un cigarro. Me pregunté cómo actuaría yo si a esa chica la asesinaran. Pensé que una persona normal llamaría a la policía. Pero, ¿y un policía? El policía correría hacia la habitación en su ayuda. Tuve claro que había de comenzar una novela inspirándome en esa imagen.

  1. ¿Cree que la situación sociopolítica que hemos vivido puede haber marcado el tono de la literatura negra que se está haciendo en España en los últimos años?
No lo creo, estoy convencido de ello. La actualidad, en este caso, es la mejor novela negra.

  1. ¿A quién tenemos que agradecerle que Esteban Navarro escriba novela negra? ¿Cuáles son sus autores de cabecera o los que más le han influido?
De niño me enganché a Ellery Queen, devorando sus novelas. Pero la atracción total hacia el género llegó de la mano del maestro Georges Simenon y su Comisario Maigret.

  1. ¿Qué le diría a un lector que no le conozca para que se acerque a esta novela?
Que la lea. Y luego hablamos...



sábado, 17 de octubre de 2015

sábado, 10 de octubre de 2015

LA PUERTA VACÍA - ESTEBAN NAVARRO

Los guiños del destino

          Ha regresado Diana Dávila, y eso significa que ha regresado también Esteban Navarro, esta especie de chamán de la novela policiaca que va sembrando de ejemplares las librerías patrias, y es lógico, si nos atenemos a la manera en la que estructura sus tramas, que a ratos parecen un laberinto del que uno duda que podamos salir. Pero si el lector se deja llevar, y tiene paciencia, el autor murciano afincado en Aragón alcanza siempre el malabarismo justo para que todo cuadre al final con una pasmosa naturalidad.

          Esta inspectora atípica aterriza ahora en Murcia, en mitad de una comisaría dominada, como tantas otras, por hombres que la verán un poco como una amenaza, tanto profesional como sexual, y llega justo cuando estalla toda una bomba de dimensiones imposibles, nada menos que el asesinato de uno de los empresarios más conocidos de la ciudad, y casi casi del país. Así que Diana no tiene ni tiempo para instalarse antes de empezar a lidiar con una viuda de legendario furor uterino, el amante de ésta, un pelele en sus manos, y un joven periodista que ha aparecido junto al cadáver sin que pueda recordar cómo llegó hasta allí.
 
          Los tintes sociológicos, como no podía ser de otra forma, están muy presentes, para bien y para mal, y los escenarios oscilan entre Murcia, Cartagena y Moratalla, pero sobre todo adquiere un brillo especial el hotel en el que ocurrieron los hechos, un lugar al que Esteban Navarro ha logrado sacar un gran partido. Hay tópicos del género, por supuesto, alguna que otra intimidad policial que su autor conoce a la perfección, y un ritmo de capítulos breves y rápidos que logra contagiar al lector con la celeridad con la que se mueven los investigadores, sabedores de que sólo tienen setenta y dos horas para dilucidar si el joven periodista es el culpable o sólo otra víctima más.

La puerta vacía. Esteban Navarro.
Ediciones B. Barcelona 2015. 320 págs.
(LA VERDAD, "ABABOL", 10/10/2015)


lunes, 5 de octubre de 2015

GOMES EN LA REVISTA PRÓTESIS

Ésta es la reseña que David G. Panadero ha publicado en la revista PRÓTESIS, vaya desde aquí mi agradecimiento por sus palabras.

Y el enlace para leer la reseña completa: http://www.revistaprotesis.com/2015/10/la-mano-de-midas-antonio-parra-sanz.html#more



sábado, 3 de octubre de 2015

MIENTRAS SEAMOS JÓVENES - JOSÉ LUIS CORREA

El síndrome Stendhal

            Hay quien piensa que la obsesión desmedida por la belleza puede llevar a la perdición, y si a ese síndrome le sumamos que la belleza la encarne una joven y turbadora universitaria, capaz de conquistar a su casi cincuentón director de tesis, el conflicto entonces se agranda hasta límites insospechados. Pero todo puede complicarse aún más, sobre todo en los casos de Ricardo Blanco, a quien el canario José Luis Correa hace ya transitar por su octava entrega. La muerte de la joven Paola Bortolucci lleva a la cárcel a su profesor y amante, un tipo con más sombras que luces, y a éste a contactar con el detective para que demuestre una inocencia en la que nadie se ha molestado en creer.

            En esta ocasión es el propio mal quien pide ayuda a un Ricardo Blanco que ya por fin ha levantado cabeza del todo tras la desaparición de su abuelo Colacho Arteaga, su única familia. Acogido por su ayudante Inés, por Beatriz, con la que sigue intentando iniciar un proyecto común de vida, y por el matrimonio formado por el inspector Gervasio Álvarez y su esposa Susana, Blanco encuentra al fin un poco de estabilidad, tal vez cuando la edad más se lo estaba pidiendo, cuando se hace más necesario vencer a la soledad y tener alguien al lado para comentar el camino transitado, ahora que supera en distancia al que queda por recorrer.

            Pero como no hay nada perfecto, esa serenidad se verá sacudida por el recuerdo de la universitaria violada y asesinada, que le pone frente a intrigas académicas, odios amorosos, crisis de madurez, antecedentes de malos tratos, turbios secretos familiares que provocan extrañas alianzas, y hasta la conciencia de que, por muchos síndromes de Stendhal o de Lolita que se padezcan, el mal es mucho más sibilino y retorcido, y nunca nadie parece decir lo que en verdad debería.

            Es, posiblemente, la entrega más reflexiva de Correa, y la que más bandazos le obliga a dar a Ricardo Blanco, señalado por todo el mundo por defender a quien carga con todas las papeletas de la culpa, y obligado también a luchar contra Inés y Beatriz, que se alían en un frente de género atentas a cercenar cualquier atisbo de errónea solidaridad masculina. Por lo demás, el ritmo típico de Correa sigue intacto, sus afiladas observaciones y su deambular por la isla siempre son una delicia, y la forma en la que nos hace llegar al desenlace tiene la suavidad de una piel adolescente.

Mientras seamos jóvenes. José Luis Correa.
Alba. Barcelona 2015. 228 páginas.
(LA VERDAD, "ABABOL", 3/10/2015)


UN MILLÓN DE GOTAS - VÍCTOR DEL ÁRBOL

Matrioskas

            Uno de los retos más complejos que se pueden dar en una novela es la alternancia temporal, y no tanto los saltos al pasado o el futuro como la coexistencia de dos líneas temporales que vertebren cada una su correspondiente trama narrativa. Y es complejo porque hay autores que luego no logran hacerlas confluir con lógica, con éxito, claro que por suerte hay otros que no sólo las hacen coincidir, sino que las van hilvanando poco a poco hasta completar una mixtura cuyo único objetivo es abrirle los ojos al lector y aumentar un poco más su disfrute.

            Víctor del Árbol es de estos autores, de los que saben manejarse entre la memoria con tanto cuidado como determinación, sólo así se explica que la trama de la familia Gil adquiera las dimensiones que toma en esta novela. El abogado Gonzalo Gil, que intenta sobrevivir en una dinámica que no le acaba de llenar, con un suegro despótico, una mujer a la que siente lejana y unos hijos intermitentes (él muy distante, ella todavía muy pequeña), se verá sacudido por el suicidio de su hermana, agente de policía a quien también acusan de haber torturado hasta la muerte al hombre que mató a su hijo.

            Sólo esta trama sería capaz de seducir a cualquier lector, pero el autor barcelonés va mucho más allá, porque todo empieza con una gota, la que puede provocar el desbordamiento, y para encontrarla hay que bucear en los secretos de otro miembro de la familia Gil, Elías, el joven ingeniero republicano que se fue a la URSS y ya nunca volvió igual, porque no se regresa igual del cautiverio siberiano. De aquellos años padecidos en la cuna del comunismo, y de cómo se proyectaron después en nuestra guerra, dependerán muchos de los acontecimientos que salpican, y amenazan, la vida de Gonzalo Gil.

            Poco a poco vamos descubriendo, mejor dicho, Víctor del Árbol nos va abriendo nuevas muñecas rusas, nuevas matrioskas en cuyo interior se halla alguna clave, nunca todas, para que sigamos el camino de Gonzalo hacia la verdad, aunque no dejemos nunca de preguntarnos si esa verdad no será mucho más dolorosa que vivir en el engaño. Pero así es el juego de la vida, la partida que se nos propone en una novela que roza la adicción, y en la que nunca podemos estar seguros de conocer del todo a quienes transitan por sus páginas.

            Novela con mayúsculas, con muchas mayúsculas, y con unos personajes dotados de una potencia narrativa y vital como pocas veces se ve. Hay que zambullirse en ese océano de gotas temporales y rezar para ser capaz de respirar en él.

Un millón de gotas; Víctor del Árbol

Destino, Barcelona 2014. 670 páginas.