SUPERAGENTE 86
Al final han aparecido, años buscando las armas de destrucción masiva y resulta que el superagente Bush tenía razón, que sí existían, y bien a la vista, para demostrarle al mundo la incompetencia de aquellos inspectores de
¡Qué cosas! Aquel agente torpón llamado Maxwell Smart pertenecía a la secretísima agencia CONTROL, una lástima que los padres del amigo Bush no hubieran conocido en su momento otra empresa del mismo nombre que se dedica a ciertas actividades igualmente preventivas, cuántos disgustos nos habríamos ahorrado todos. En fin, el amigo George W. no es aquel inefable Don Adams de la pantalla televisiva, aunque los dos rezuman la misma mirada exultante de inteligencia, pero sí tuvo el hombre reflejos suficientes para agacharse, porque de aguerridos escoltas que se lanzan a pecho descubierto a parar el impacto, nada de nada. A ver, entre una bala y un jumeo de tachines iraquíes no hay color, eso de todo por la patria, bueno, pero hasta cierto punto. Joder con la crisis, ya no hay ni para proyectiles.
Menos mal que le queda poco al líder mundial, y ya no podrá trinchar pavos de plástico, o leer libros del revés, o darse trompazos con su perrito en Camp David, ¿quién le tiraría el hueso a quién? De todas formas, son ganas de tocar las babuchas, como no escarmentaron con lo de Vietnam no se le ocurre otra cosa que ir a despedirse de Irak, eso no es meter el dedo en la llaga, es meter el brazo hasta el sobaquillo, así que yo casi entiendo al periodista descalzo, la verdad, que una cosa es que te invadan y bombardeen, y otra muy distinta que luego vengan a reírse en tu cara.
Pero bien mirado, la culpa no es sólo de míster Bush, la genética es que tiene muy mala leche, porque si Darwin levantara la cabeza vería lo errado que estaba con aquello de que las especies mejorarían gracias a los individuos más dotados, no hay más que ver al papá del interfecto y a las hijitas tan modosas que le han salido. Y el periodista iraquí elevado al rango de héroe nacional, no en vano ha sido el que ha tenido más a tiro al gran enemigo del mundo árabe, una legión de abogados se ha ofrecido a defenderle, y por las calles los fieles enarbolan zapatos como nuevos símbolos divinos. Arrestos tuvo el tipo, pero no muchas luces, mejor hubiera sido arrojarle una de aquellas galletitas que tanto le gustan y atragantan. Una vez más Bush ha ensalzado la sapiencia de nuestro refranero, en esta ocasión ha hecho cierto aquello de “para lo que me queda en el convento…”