HELÉNICO SUSPIRO
El
dolor ante la muerte, la esperanza, el amor y la mitología son los cuatro
pilares sobre los que construye Rosario Guarino dos poemarios que conmoverán al
lector mostrándole una voz poética que ha ido sumando quilates con cada obra
que la autora entrega a la imprenta.
Ha visto nacer Rosario
Guarino un par de poemarios en los últimos meses, y ello, amén de ser motivo de
satisfacción para los lectores, los que ya la conocen y los que aún deben
descubrirla, es también una alegría porque dichas obras nos regalan dos caras,
o dos facetas, de una autora que va ganándose su reconocimiento título a
título.
Tanto ‘La última primavera’ como ‘A
hombros de gigantes’ nos presentan a una voz poética que ha subido enteros,
manejándose magníficamente bien en el registro de la nostalgia y el dolor
personales y en el homenaje a lo que desde siempre le ha dado sentido a su
quehacer: la antigüedad grecolatina, y especialmente la mitología helénica.
Conjurar
el dolor
El primer libro, que
además aparece en versión bilingüe griega, nace a raíz de la muerte de la madre
y con esos versos Rosario intenta conjurar el dolor, aunque también mostrando
una serena madurez en él, huyendo del desgarro que sería esperable en el
momento en que recibe la primera noticia de la pérdida.
Ella busca equilibrar ese
“penar perpetuo” acudiendo a la blancura de su cuaderno, para ‘arrebatarle la inocencia que late en su
piel alba’, para verter en tinta tanto ese penar como la esperanza o los
sentimientos que la gobiernan, porque sabe que si se hacen verso, cuando se
hacen verso, es quizá cuando empiezan a doler algo menos las penas.
En esas hojas blancas el
lector hallará también reflexiones sobre la propia muerte, el momento que nos
ha de llegar a todos y que Rosario Guarino espera poder afrontar sin
estridencias, con la calma que dan la inevitabilidad y la conciencia plena por
haber vivido, siempre con el amor al mundo por delante, como buena nefelibata
que ella misma declara ser en uno de los poemas.
Memoria
dulce y amarga
Continuando con ese amor
se abre el tercer bloque del libro, mostrando una intensa panorámica de
sensaciones escoltadas por la mitología y la literatura clásica, la que teñía
de rosa los dedos de la aurora. Llega así también la mirada al pasado, a los
recuerdos de la infancia, de la abuela, de una caja de costura con un don
Quijote dibujado en su tapa, descolorido y enjuto, escoltado por un Sancho que
ha perdido ya el rubor de sus mejillas.
Pero llega también lo
inevitable, y esa capa de sal gruesa se endurece para evocar aquella pandemia
que aparece en forma de momentos intensos en los que no se podía siquiera
abrazar a la madre, en los que ese aislamiento era en algunos casos una primera
muerte presentida, el insaciable presagio de la Parca que vendría después a
reclamar sus anticipos.
Solo el tiempo, y una
nueva primavera, depuraría el recuerdo de la madre, tornándolo muy vívido,
prolongándose en la nieta que ha de seguir adelante, porque ése es el verdadero
mensaje que trasciende las generaciones. El epílogo corre a manos de la hermana
de Rosario, que como una Penélope paciente teje sus recuerdos al pie de la cama
materna, y termina la labor justo en el momento en que su progenitora acaba
también la suya.
Amor y mitología
Otro tono tiene ‘A hombros de gigantes’, puesto que la
conjunción entre amor y mitología marca el arranque del poemario, con Eros
alzándose por encima de Ilíadas y Odiseas, sometiendo a los dioses a un
gobierno que puede enloquecerlos e incluso dejar en poco el castigo que ellos
solían infligir a los mortales. Con estos versos breves y muy bien medidos,
Rosario blande una vez más su homenaje grecolatino tamizándolo con la presencia
incombustible del amor que hace, como siempre, de las suyas.
Y la lista olímpica es
amplia: Zeus y su libertina condición de bastardo; Afrodita y su papel en el
conflicto troyano; Ares en la infausta campaña bélica, junto a las causas,
amores y venganzas que asolarían Troya; Paris y Helena; Aquiles y el mito;
Poseidón y la venganza; Casandra y el castigo; Odiseo y el ingenio, el caballo
y su armamento; Atenea y la firmeza; Ifigenia y el sacrificio.
La herencia mitológica y
literaria se convierte en el ajustado motor que pone en marcha una poesía con
valor doble: para el conocedor del mundo clásico es una delicia recordar episodios,
sucesos, personajes…, y para quien no lo conozca, una invitación irrechazable a
hacerlo, gracias a esos versos concisos y certeros. La segunda parte del
poemario nos regala quizá personajes menos conocidos, como Nauplio o Leandro, e
incluso recrea otros hechos mitológicos, tiñéndolos de actualidad, como ocurre
con los casos de Hades y Perséfone, Deméter, Orfeo y Eurídice.
Pasión
por lo clásico
Amor y mitos a disposición
del lector actual, con lo que el homenaje al mundo clásico alcanza cotas brillantes,
porque ese mundo está siempre en el interior de la autora, tal y como ella
misma reconoce: “En palabras de Virgilio,
Horacio, Ovidio (…) he encontrado regocijo, lecciones y momentos que otra vez
viviría complacida”. Como colofón, Rosario nos regala también una conexión
entre los amores clásicos y algunas vivencias personales, para que la comunión
temática y temporal sea ya casi perfecta, pidiéndole a las musas que ayuden a
sus palabras a deslizarse, por el papel y el recuerdo, como criaturas juguetonas
y azules.
Leer a Rosario Guarino es
un privilegio, y a veces casi una necesidad, la de detener nuestros acelerados
pasos para sentarnos y recitar sus versos, en la atalaya que cada uno elija,
frente al mar que cada uno decida, convertidos en héroes caducos de nuestro
tiempo, pero también en nuestros propios dioses degustando pequeñas ambrosías
en forma de estos versos.
LA
ÚLTIMA PRIMAVERA.
MurciaLibro.
98
páginas.
A
HOMBROS DE GIGANTES.
La
Fea Burguesía.
70
páginas
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