Eligieron un mal día para dejar de fumar. Bueno, y para dejar de beber, y para dejar de tomar tranquilizantes y de esnifar pegamento. Hablo de las dos ínclitas criaturas que intentaron embarcar el cadáver del nonagenario Willi Jarant en un vuelo comercial de Easy Jet (eso es interpretar bien un nombre comercial y lo demás son cuentos) que las llevara de Liverpool a Berlín. Ni Jim Abrahams ni los hermanos Zucker podrían haber escrito un guión mejor que el protagonizado por esta estrambótica familia.
Y no les faltó ingenio, no, para que luego digan que la gente no tiene iniciativas para superar la crisis, a ver si aprenden los de estoloarreglamosentretodos.org. Después de la neumonía que sufrió el abuelito Willi (hay que tener cuajo para llamar Willi a un tipo de 91 años), ellas esperaron a que mejorara para sacarlo del hospital, menos mal que había mejorado..., y ni cortas ni perezosas lo metieron en un taxi camino del aeropuerto, muy tiesecito, con sus gafas de sol y una palidez de no te menees. Incluso reservaron ayuda adicional para minusválidos en el aeropuerto. Y allí que se plantaron, llevadas por un taxista un tanto “moscatel” y acogidas por un funcionario, un tal Andrew Millea, un poco cortito, porque aunque la cabeza del finado se le cayó encima cuando le sacó del taxi, él ayudó a colocar al anciano en una silla de ruedas y lo llevó al mostrador correspondiente.
Ellas juraban y perjuraban que no estaba muerto, que estaba de parranda, pero a los ingleses no es fácil dársela con queso, ni aunque uno quiera ahorrarse las
5 comentarios:
Me gusta. Hoy más que nunca hay que tomarse la realidad/actualidad de esa forma. Es decir, reírse hasta de uno mismo, norma básica de subsistencia. Perdón si utilizo la manida cita de Borges, pero la realidad/actualidad (que es lo que uno cree que da pábulo al argumento) supera a la ficción. Volvamos al mono. Y al esperpento sin tragedia: la vida ya da suficientes motivos. Un abrazo. Aniceto
Las mujeres declararon, en favor de la vitalidad del anciano, que trató de meter mano a varias azafatas y que incluso pudieron observar un abultamiento considerable en su entrepierna.
Este testimonio acabó de arruinar su macabro plan, ya que como es sabido por todos, las azafatas de hoy ya no son las de antes, y por otro lado, es terriblemente ingenuo pensar que nadie fuera a confundir un fémur dislocado con una erección.
Divertidísima entrada, Antonio.
Un abrazo.
Esto es digno de una película de los Estudios Ealing en sus buenos tiempos. Dios mío, y uno comiéndose el tarro para intentar inventar fábulas: hay que leer la prensa.
Todavia me estoy riendo.
Para que te fies de la familia. Va ser verdad que la realidad superar, con creces, a la ficción.
Saludos
Antonio, cómo me he divertido. Gracias por esa visión de las cosas. Me encanta y, lo que es mejor, me río a cada línea.
Un beso.
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