Musas tuertas
Como
cada año, la flor y nata de los versos patrios se reúne en Morilla del Pinar
para celebrar unas jornadas en las que el objeto de deseo ha de ser únicamente
la lírica. Como cada primavera, al Convento de las Hermanas Siervas de las
Sagradas Espinas de Jesús llegan todas las figuras que son alguien en el
panorama poético español, es decir, todos los tópicos habidos y por haber
desempolvados de sus mausoleos valleinclanescos, a saber: dos bandos
irreconciliables, los metafas y los realitas (o lo que es lo mismo, los
metafísicos y los poetas comprometidos), más de un vate borracho, damas de la
metáfora con furor uterino, el anciano poeta ciego con la turgente y juvenil
nueva promesa del encabalgamiento femenino, camarillas enemistadísimas, odios y
adulaciones hipócritas volando por doquier, dos voces lésbicas que escriben
como una, y tratando de coordinarlos a todos, Lope, el maestro de ceremonias
que trata de ejercer como oficiante anual de semejante encuentro.
Fernando
Aramburu, que ganó con estas páginas el último Premio Biblioteca Breve,
construye una galaxia de lo más perversa, y la encierra en un convento junto a
un pequeño pueblo cuya taberna será testigo también de alguna noche desaforada
de entuertos etílicos. Son apenas tres días, dilatados narrativamente con una
mano magistral, y un tono en el que la ironía se hace la dueña para dar paso a
la crítica más feroz de ciertos vicios muy reconocibles del mundillo literario.
El
tono esperpéntico está llevado a la quinta esencia con un humor magnífico al
que contribuyen las ingestas de setas alucinógenas, con demoledoras
consecuencias defecatorias, palizas monumentales que dejarían tuerta a la musa
más inocente, fugas nocturnas, violaciones de secretos cibernéticos, asaltos de
habitación, ponencias colectivas redactadas a la buena del dios Juan Ramón,
celos, reconciliaciones, sexo rebosante de decibelios, paellas excelsas y un
concurso poético que será ganado por quien menos se esperaba. Con todo, no
faltan algunas sesiones interesantes en las que se logra hablar de poesía y de
su tema capital: la belleza, acaso para que Fernando Aramburu nos coloque
delante el más grande de los contrastes, porque ninguno de los presentes parece
ocuparse mucho ni de esa belleza ni de la propia literatura. Una verdadera jungla
en la que se muerde y se araña sin descanso, y hasta se escupe veneno a
discreción, pero un grandísimo disfrute para los lectores ajenos al mundillo,
disfrute que se multiplicará por diez si quien lee estas páginas se ha visto
alguna vez, bien como protagonista o como mero espectador, cerca de algún
corrillo literario.
Ávidas pretensiones. Fernando Aramburu.
Seix Barral. Barcelona
2014. 415 páginas. 20 euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 31/5/2014)
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