Matrioskas
Uno
de los retos más complejos que se pueden dar en una novela es la alternancia
temporal, y no tanto los saltos al pasado o el futuro como la coexistencia de
dos líneas temporales que vertebren cada una su correspondiente trama
narrativa. Y es complejo porque hay autores que luego no logran hacerlas
confluir con lógica, con éxito, claro que por suerte hay otros que no sólo las
hacen coincidir, sino que las van hilvanando poco a poco hasta completar una
mixtura cuyo único objetivo es abrirle los ojos al lector y aumentar un poco
más su disfrute.
Víctor
del Árbol es de estos autores, de los que saben manejarse entre la memoria con
tanto cuidado como determinación, sólo así se explica que la trama de la
familia Gil adquiera las dimensiones que toma en esta novela. El abogado
Gonzalo Gil, que intenta sobrevivir en una dinámica que no le acaba de llenar,
con un suegro despótico, una mujer a la que siente lejana y unos hijos
intermitentes (él muy distante, ella todavía muy pequeña), se verá sacudido por
el suicidio de su hermana, agente de policía a quien también acusan de haber
torturado hasta la muerte al hombre que mató a su hijo.
Sólo
esta trama sería capaz de seducir a cualquier lector, pero el autor barcelonés
va mucho más allá, porque todo empieza con una gota, la que puede provocar el
desbordamiento, y para encontrarla hay que bucear en los secretos de otro
miembro de la familia Gil, Elías, el joven ingeniero republicano que se fue a
la URSS y ya nunca volvió igual, porque no se regresa igual del cautiverio
siberiano. De aquellos años padecidos en la cuna del comunismo, y de cómo se
proyectaron después en nuestra guerra, dependerán muchos de los acontecimientos
que salpican, y amenazan, la vida de Gonzalo Gil.
Poco
a poco vamos descubriendo, mejor dicho, Víctor del Árbol nos va abriendo nuevas
muñecas rusas, nuevas matrioskas en cuyo interior se halla alguna clave, nunca
todas, para que sigamos el camino de Gonzalo hacia la verdad, aunque no dejemos
nunca de preguntarnos si esa verdad no será mucho más dolorosa que vivir en el
engaño. Pero así es el juego de la vida, la partida que se nos propone en una
novela que roza la adicción, y en la que nunca podemos estar seguros de conocer
del todo a quienes transitan por sus páginas.
Novela
con mayúsculas, con muchas mayúsculas, y con unos personajes dotados de una
potencia narrativa y vital como pocas veces se ve. Hay que zambullirse en ese
océano de gotas temporales y rezar para ser capaz de respirar en él.
Un millón de gotas; Víctor del Árbol
Destino, Barcelona 2014. 670 páginas.
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