Querer a un personaje
Regresa
Ada Levy en una segunda entrega en la que la joven detective ya se ha
convertido oficialmente en tal, y en la que todavía anda a mitad de camino
entre un nuevo caso y las secuelas que le dejó el anterior. Clara Peñalver mantiene
el mismo formato del estreno del personaje, es decir, la redacción de un texto
que Ada crea por consejo de su
psicóloga, una gran herramienta para que la trama llegue a los lectores de la
mano de una primera persona directa, sin tapujos ni pelos en la lengua.
El
universo de la joven motera transcurre entre una madre liberal residente en
Londres, una familia de acogida moral con un buen puñado de secretos, formada
por Enrico y Carmina y el restaurante italiano que les sirve de domicilio, y
Hugo, el hombre de los ojos diferentes, que hace todo lo posible por entender
qué pasa por la cabeza de la periodista y así seguir ganándose el esquivo
derecho de permanecer a su lado. Pero no hay familia sin fantasmas, y los que
pululan por los recuerdos de Ada Levy son bastante testarudos, empeñados en
ponerle difícil el hecho de olvidar lo ocurrido en la entrega anterior. En esta
ocasión no hay víctimas ardiendo, sino una treintena de sepulturas iguales en
otros tantos cementerios españoles, algo que está muy lejos de ser una
casualidad y que espoleará la ingobernable curiosidad de la joven.
Clara
Peñalver se maneja muy bien entre los sentimientos de su personaje y la trama
criminal, por eso se hace tan dinámica la lectura de sus novelas. Por otro
lado, ha conseguido con sólo dos entregas algo que no resulta nada fácil, que
el lector le tome mucho cariño a Ada Levy, que sufra con sus avatares e
inquietudes, y que incluso le eche una mano a la hora de seguir estableciendo
conclusiones. Una alianza que sin duda seguirá dando sus buenos frutos.
El juego de los cementerios. Clara Peñalver.
Debolsillo. Barcelona
2014. 366 págs. 12’95
euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 16/1/2016)
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