Sutileza
Hay
muchas maneras de encarar la redacción de una novela negra: dando prioridad a
las incógnitas, al propio crimen, al desarrollo de la investigación,
ateniéndose a las voces agrias de quienes indagan, al daño que sufren los
allegados de la víctima… Tantas como tipos podamos imaginar, pero hay una que
no suele ser muy habitual, la manera puramente narrativa, es decir, aquella
que, dominando los recursos literarios como los saltos temporales y la prosa
demorada, se toma su tiempo para ir presentándole el caso al lector.
En
esa línea se mueve Alberto de la Rocha con esta novela, porque de manera suave,
detallista, sin dejarse ningún aspecto guardado, nos pone frente al caso de una
joven que aparece ahogada en un pantano de la sierra madrileña, un caso que
parece estar en punto muerto tras un mes de incompetencias de un comisario más
amigo de los focos y los ascensos que de resolver crímenes.
Podría
ser cualquier noticia, por desgracia, de cualquier periódico, pero De la Rocha
le pone tanta delicadeza, tanta dedicación a su prosa, que de repente nos vemos
asistiendo a ese último fin de semana de agosto, al ambiente nocturno del
pueblo, a la problemática de los adolescentes que lo habitan, y que podrían
haber sido víctimas del crimen. Y asistimos a todo ello con la certeza de estar
leyendo buena literatura, con la verosimilitud de un narrador que no cae en los
tópicos fáciles del género, sino que nos cuenta algo más.
Ese
algo más recae en la persona del subinspector Primo Enríquez, refugiado de incógnito
en el pueblo para tratar de arrojar alguna nueva luz sobre el caso, un hombre
solitario, cuya vida personal anda bastante zarandeada, y que no comulga en
nada con los presupuestos de su comisario. Del tesón de Enríquez y su capacidad
para empatizar con el ambiente y las gentes del pueblo dependerá nada menos que
la resolución del caso.
Sumidero. Alberto de la Rocha.
Algaida. Sevilla 2015. 328 págs. 18 euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 9/7/2016)
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