DE
CAÑAS CON UNA FAMILIA MUY ESPECIAL
En
realidad con dos, la formada por los escritores Ana Ballabriga y David Zaplana,
y la que han perfilado, y hasta exprimido, en su nueva novela, La paradoja del bibliotecario ciego.
Sobre ese título preguntó la concurrencia de Míster Witt, sin recordar las
herencias borgianas, y tanto Ana como David empezaron a responder a las
preguntas que les lanzó el siempre incisivo Francisco Marín.
La
novela, que llega tras el premio recibido por parte de Amazon Publishing, era
anterior a Ningún escocés verdadero,
la obra premiada, y surgió con la espoleta de un tema real, proporcionado por
una persona real, una joven árabe que un día se acercó a la pareja de
realizadores y les contó que estaba sufriendo vejaciones y violaciones en su
entorno familiar, en concreto a manos de uno de sus tíos, y que se veía
impotente a la hora de contárselo a su madre, porque lo único que iba a
conseguir es lo que logró al final, que la casaran con un desconocido en su
país de origen, y que el agresor en cambio permaneciera impune.
Ésa
fue la chispa que dio lugar a la escritura de La paradoja, pero no fue la única trama, al hilo de semejante
brutalidad Ana y David se hacen múltiples preguntas acerca de la naturaleza del
mal, y el porqué de que en tantas ocasiones aparezca proveniente de un entorno
cercano y familiar, es decir, el que siempre nos tendría que proteger. En ese
sentido, hablaron de estadísticas demoledoras, porque gran parte de los
asesinatos que se producen en nuestro país llegan precisamente del entorno
familiar o privado de las víctimas.
A
raíz de ahí, las tramas se van entrelazando y nos presentan las relaciones que
se dan entre dos familias con miembros muy dispares, a las que hay que sumar el
misterio que, en forma de herencia envenenada, recibe Camilo Rey, el
protagonista, autor de novela negra de gran éxito y algo falto de escrúpulos.
El eje vertebrador alrededor del cual se van manifestando distintas situaciones
que tienen al mal como protagonista, y de las que se habló detenidamente en el
encuentro.
Alrededor
de ese mal como motor narrativo giraron unas cuantas preguntas, y también acerca
de las consabidas cuestiones sobre quién escribe cada parte, o cuál de los dos
miembros de la pareja es más malo, más propenso a las situaciones más negativas
o violentas.
Todos
estamos sujetos a esos episodios de micromaldades a lo largo del día, vinieron
a decir, porque de una u otra forma todos llevamos dentro el mal, otra cuestión
es hasta dónde lleguen nuestra ética, nuestra moral, y nuestra capacidad para
controlarlo. Por ahí fue transcurriendo la velada, pero también sin olvidarnos
de la parte negra de la novela, que no es precisamente pequeña y en la que
Camilo se ve casi en la obligación de intentar resolver el caso que su difunto
padre, policía, no logró resolver antes de morir.
Del
ritmo endiablado de la novela, de algunos episodios especialmente duros, sólo
pudieron hablar algunos de los lectores presentes, pero sí lograron alimentar
el interés de los demás, como cierre a una sesión de literatura negra intensa
como hacía tiempo que no teníamos en el programa De cañas con…
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