LOS QUE MERECEN MORIR, de Carlos Salem, por Antonio Parra
Título
Los que merecen morir
Datos publicación
Alrevés. Barcelona 2021. 414 págs.
Datos del autor
CARLOS SALEM nació en Argentina y lleva en España «algo más de media vida». Es novelista, poeta y periodista. En narrativa, la novela negra es su campo de acción habitual. Desde que debutó en 2007, sus obras han sido publicadas en Italia, Alemania y especialmente en Francia, donde goza de gran prestigio.
Ha ganado los premios Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón, Novelpol, París Noir, Mandarache, Internacional Seseña de Novela, Valencia Negra y Violeta Negra, además de ser finalista en varias ocasiones del Dashiell Hammett, o de los Prix 813 y SCNF en Francia.
Entre sus títulos destacados: Camino de ida, Matar y guardar la ropa, Pero sigo siendo el rey, Cracovia sin ti, Un jamón calibre 45, En el cielo no hay cerveza, Muerto el perro, Un violín con las venas cortadas o El último caso de Johnny Bourbon.
Sinopsis de la obra
«Me llamo Nadie» será lo último que escuchen las víctimas de este asesino sin rostro antes de su último suspiro. Su misión, ejecutar a aquellos que han salido indemnes de sus culpas gracias a las grietas del sistema; pero quizás hay algo más.
La ola de crímenes tiene en jaque a la policía, y para detener a Nadie recurren a Severo Justo, el policía más condecorado y apegado al reglamento, con un pasado singular como sacerdote y que decide que este será el último caso que resuelva antes de suicidarse.
Para atrapar al asesino, Severo reúne un equipo heterogéneo que incluye a Dalia Fierro, una psiquiatra con cuatro doctorados y docenas de voces que discuten en su cabeza, una hacker octogenaria y un forense que habla con los muertos. Pero el asesino se obsesiona con el pasado de Severo Justo y decide incluirlo en sus planes. Nadie está a salvo de Nadie.
Reseña
DALIA FIERRO Y SEVERO JUSTO
A veces el lector de novela negra tiene cierto pudor a la hora de aceptar la presencia de un asesino serial en nuestro país, o en nuestras páginas, porque parece como si ese elemento, tan norteamericano, fuera algo que no encajara en la concepción de la novela negra española, un poco por irreal.
Quizá ese mismo lector no atesore memoria suficiente como para recordar que en nuestra realidad sí ha habido algunos criminales seriales, y que incorporarlos al género no supone venderse al amigo americano. Tal vez la cuestión radique en lo pedestre de algunos de esos asesinos reales, frente a la sofisticación con la que nos han vendido esas figuras anglosajonas, a las que no sabemos si condenar o admirar por su inteligencia y astucia.
Sea como fuere, cuando vemos una trama con un “serial killer” bien construido, hay que felicitarse, y si además al otro lado del cuadro hay un equipo capaz, atractivo y lleno de peculiaridades, pues tanto mejor. La figura de Nadie, el obsesivo y puntilloso asesino que envuelve el rostro de sus víctimas en papel film, es atractiva hasta lo diabólico, por no hablar del victimario elegido: gentes que en el algún momento han transgredido la ley y se han ido de rositas, lo que se llamaría un justiciero, vamos.
Porque ahí está otro atractivo de esta novela, la intención de ahondar en la diferencia entre justicia y ley, o entre venganza y justicia, un hueso para que roa el lector más exigente. Pero eso sí, lo hará acompañado de un equipo curioso y variopinto, encabezado por Severo Justo, un antiguo sacerdote, viudo y huérfano de hija, amargado en busca de la muerte, y por Dalia Fierro, mujer de mente superhabitada, que convive con cuatro doctorados y otras tantas voces en su cabeza.
Junto a ellos, dos policías de la vieja escuela, de los que prefieren la hostiocracia a otros métodos más refinados, un joven inspector con un prometedor futuro por delante, su abuela, octogenaria experta en informática, y un forense al que le hablan los muertos, y no precisamente de manera metafórica.
Otro autor, con este universo, quizá se hubiera extraviado, pero Carlos Salem, que es un malabarista de lo negro, no solo los combina a la perfección sino que logra que rindan y sean la envidia del cuerpo policial. Además, la trama va fluyendo como un disparo en un bar de madrugada, repentino y salvaje, y esa “brigada de los Apóstoles” consigue que el lector tenga los ojos como platos hasta el final. Ojalá los veamos pronto de nuevo.
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