CERRANDO CÍRCULOS
Lecciones
vitales, las neblinas del tiempo, el camino que hemos recorrido y el que nos
aguarda, con nuestra vejez y nuestros defectos, sin olvidar una ácida crítica
al mundo periodístico. Así se nos muestra Juan José Millás en su último libro.
Ha adquirido
hace ya tiempo Juan José Millás esa dignidad que baña a los autores que portan
mayúsculas, que lo han demostrado todo en el ámbito de la literatura y que ya
forman parte de nuestro ideario y de nuestras propias conciencias lectoras.
Si uno
le oye hablar, se encuentra con una voz mesurada, tranquila, que guarda en su
interior un leve tono zumbón cuando hace al caso, pero también halla la palabra
de un hombre que sabe muy bien qué momento de la existencia está transitando,
cuál es el equipaje que porta y cuál el que ha ido dejando atrás con el paso, y
el peso, de los años.
Esa
voz, la del hombre, se afina para encontrarse con la del Millás narrador, que a
su vez deja un hueco para el Millás personaje, como el protagonista de esta
última novela, aquejado, o tal vez afortunado, de poseer una segunda mente que
se le disocia a voluntad, y que rememora el día en el que creyó haber
encontrado a su verdadero padre, o a su padre postizo.
Con
esa fluidez de prosa que le caracteriza, Millás parodia el género periodístico
buscando un gran reportaje mientras sus jefes le miran como a un viejo lastre.
El mundillo de lo noticiable queda tan expuesto en la novela como cualquier
tema social que se nos pueda ocurrir, lo laboral, lo literario, lo social, lo
religioso incluso, y el inclemente paso del tiempo, que empieza a exigirle al
protagonista que vaya cerrando círculos a la mayor brevedad posible.
Haciendo
un recorrido de juventud universitaria, de militancia y contramilitancia, de
envidias y aspiraciones sociales, el autor nos lleva por el camino que su álter
ego recorre, es decir, la recuperación de aquel presunto hermano, del que se
hizo amigo en la universidad, y una trama novelesca que no parece terminar de
arrancar.
Humor ácido
Destacables
por el humor, un poco más ácido si cabe, son los episodios del confesionario y
el momento en el que la novela de marras parece ser reescrita por un hacker.
Ahí Millás amenaza con tomarnos el pelo con todas las de la ley, pero también
con todos sus valores literarios como espoleta para una explosión que parece ir
demorándose a voluntad.
Pero
más allá de lo puramente argumental, o complementándolo con temple, parece
surgir también el articulista, el hombre que mira el mundo con ojillos afilados
y especiales, esos con los que intentó reconocer como padre a aquel director
del Banco Hispano Americano y que luego diseccionarían convenientemente al hijo
legítimo de éste, el famoso Alberto que parece ir a escribir una novela, tal y
como se anuncia en el título.
La
identidad, los posibles dobles, la otredad, la ficción y los entresijos de la
literatura son los armazones que sustentan esta prosa incisiva y con la que el
autor valenciano hace también autocrítica cuando toca. Y por encima de ellos
flota también la memoria, esa poderosa carga de profundidad que se activa a
medida que se rebasan las décadas, y que no siempre lo hace avisando de su
presencia ni de las consecuencias devastadoras que puede llegar a provocar.
Naturalidad
Con
todo, en esos círculos concéntricos que Millás tiene que ir cerrando hay
también una naturalidad importante, que nos llama la atención como lectores
pero también como personas. Ni el autor ni sus personajes le vuelven nunca la
espalda, al contrario, asumen que hasta las situaciones más disparatadas, ya sean
los desplantes del esnob de Alberto o la confesión ficticia que anida en el
pecho del periodista durante años, pueden y deben contarse sin engolamientos,
sin adornos superfluos que corran el riesgo de entontecer al lector.
Junto
a esa memoria antes mencionada, compadreando con ella, hay otro tema que
preocupa a su autor, y es la vejez. Él mismo ha confesado no temerle a la
muerte pero sí al deterioro físico, y esos temores se hacen presentes en una
parte del libro, por mucho que Millás intente bromear con ellos convirtiéndolos
en motor de un nuevo reportaje que su jefe rechazará con la delicadeza de
siempre.
Recuperar
a Alberto, liberar la conciencia de aquella confesión, descubrir que el mundo
de la universidad estaba lleno de informantes a sueldo de la DGS son las perlas
con las que el protagonista debe lidiar en este ocaso de su carrera
periodística, y eso le irá zarandeando en una especie de fortuna pendular a lo
Lázaro, con suerte dispar, como si los miedos fueran los mismos que padecía el
de Tormes pero las resoluciones le llegaran a un Pablos más viejo y curtido, y
también algo más sabio.
La niebla de la memoria
Los
guiños de los recuerdos a veces traen consigo una niebla confusa, e invocar a
quienes fuimos en el pasado puede suponer un gran riesgo, el de que aparezcan
esos fantasmas propios exigiendo su derecho de ajustarnos las cuentas. Hay
también en estas páginas una evidencia no por sabida menos contundente, que al
ir transitando la parte final del camino no lo hacemos solos, porque a un lado llevaremos
al que éramos, o al que fuimos, y al otro al que hubiéramos querido ser. En
medio, ya lo saben, estaremos nosotros, dudando si mirar a izquierda o derecha,
si pararnos, o si seguir andando hasta ver de qué manera finaliza ese camino.
Lecciones
vitales, pero no de un catedrático ríspido y malévolo que nos mirase por encima
del hombro, sino de un profesor comprensivo que ha visto ya muchos cursos y nos
previene acerca de lo que puede llegar. Que las notas finales se acerquen al
notable o chapoteen entre el insuficiente más ramplón ya será cosa de cada
lector. Millás, por supuesto, está instalado hace mucho en el sobresaliente
alto, rozando incluso la matrícula de honor.
ESE
IMBÉCIL VA A ESCRIBIR UNA NOVELA.
Juan
José Millás
Alfaguara. 176
páginas.
(LA VERDAD, "ABABOL", 21/06/2025)
https://www.laverdad.es/ababol/libros/imbecil-escribir-novela-cerrando-circulos-20250621073502-nt.html
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