EL BEBEDOR DE COÑAC, de José Luis Correa, por Antonio Parra
Título
El bebedor de coñac

Datos publicación
Alba Editorial. Barcelona 2025. 216 págs.
Datos del autor

JOSÉ LUIS CORREA (Las Palmas, 1962). Es profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de las Palmas de Gran Canaria. Sus primeros relatos cortos obtuvieron, entre otros, el Premio Julio Cortázar (La Laguna, 1998) y el Premio Campus (Las Palmas, 1999). Como novelista obtuvo el Premio Benito Pérez Armas (Santa Cruz de Tenerife, 2000) con Me mataron tan mal y el Premio Vargas Llosa (Murcia, 2002) con Échale un ojo a Carla. Pero acaso la aportación más significativa de Correa al panorama literario español tenga que ver con la creación de un personaje que ya forma parte del imaginario de la novela criminal actual: el detective Ricardo Blanco. La saga de este personaje se inicia con Quince días de noviembre (2003) y continúa con Muerte en abril (2004), Muerte de un violinista (2006), Un rastro de sirena (2009), Nuestra Señora de la Luna (2012), Blue Christmas (2013), El verano que murió Chabela (2014), Mientras seamos jóvenes (2015), El detective nostálgico (2017), La noche en que se odiaron dos colores (2019), Las dos Amelias (2020) y La estación enjaulada (2022), todas editadas en la colección Novela Negra de Alba. Su obra ha sido traducida a varios idiomas (alemán, finlandés, italiano) y goza de gran éxito entre los lectores del norte de Europa, tan aficionados a la novela criminal.
Sinopsis de la obra
Nunca es buen momento ni lugar para morir, pero morir la víspera de Reyes en un solar abandonado parece más una maldición que un destino. Eso es lo que le ocurre a Amado Martel, un hombre amante del coñac y las vidrieras, que reparte su tiempo entre los amigos de bar y su familia, y que aparece con la cabeza abierta entre los escombros de una parcela sin edificar en su barrio de siempre. Ante las sombras que arroja esa muerte siniestra, el hijo de la víctima decide apostar su beca y su palabra a un caballo testarudo y socarrón: un detective privado de Las Palmas.
Reseña
LÍRICA NEGRA
Al final, por mucho que leamos, por mucho que se escriba, por muchas etiquetas que se inventen, todo se reduce a una cuestión: escribir bien o no, crear buena o mala literatura. Lo demás es maquillaje, aderezo, aliño…, llámenlo como quieran. Decimos esto porque en ocasiones se tilda a las novelas de José Luis Correa como algo lírico y poético dentro del género negro, y parece como si esos dos adjetivos fueran dos brochazos de maquillaje del bueno, como si detrás escondieran, quién sabe, hasta defectos formales del género.
Quizá sea mi colmillo desconfiado. Pero en suma, las tramas de Ricardo Blanco se insertan en unas novelas que tienen enjundia, lirismo, y, claro, una vis poética que el personaje no puede negar porque forma parte de sí mismo, junto a sus diálogos y su cinismo ocasional. Pero hay más, hay una profunda crítica social producto del análisis de lo que nos rodea, de los personajes, ya sean víctimas o sospechosos, y hay también una manera de estar en el mundo, de enfocar la vida, de comportarse en esta realidad que corre que se las pela, como un plusmarquista pobre en busca de una beca.
José Luis Correa atesora todos esos rasgos en su literatura, y eso ha ido revalorizando sus novelas, igual que a Ricardo Blanco le ha ido revalorizando también el grupo humano, la familia que ahora comparte su vida, una vez que el abuelo Colacho emprendiera su último camino. Nada podría entenderse sin su Beatriz (¿se acuerdan de Dante?, volvemos a lo poético), y sin sus dos hijos, sin Inés, sin Gervasio y Susana, la mujer que ejerce como matriarca de todos ellos, y hasta sin la policía Esponda. De esa grey, de ese grupo familiar depende muchas veces la supervivencia del detective.
Así la realidad es filtrada por muchos más ojos, y hasta el caso más enrevesado termina en una madeja convertida en ovillo, o viceversa. En esta ocasión hay un padre, bebedor de coñac, muerto a palos la noche de Reyes, pero también un hijo introvertido y una esposa y madre que anhela ciertas libertades, y hasta unos gestores que han caído en la tentación de blanquear dinero de la mafia rusa. Admiraciones difuminadas, celos, vidas que se intentan remendar, envidias y la sombra de un tipo que parecía no meterse nunca con nadie. Pero hagan como Ricardo Blanco, lean y no se fíen del agua mansa.
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