El don de fabular
La capacidad de fabular es un regalo del destino, un don celestial, llámese como se quiera, pero se tiene o no se tiene, es decir, que las musas son generosas o no lo son; ahora, cuando se tiene, se convierte en una joya digna de ser utilizada en todo momento. Luis Landero tiene ese don, lo cual es sabido ya desde hace muchos años, pero en esta ocasión ha decidido ser todavía más generoso y entregarle el don al protagonista de esta novela, para que sea él mismo quien narre una serie de extrañas y a veces estrambóticas peripecias.
Peripecias que, curiosamente, él casi no ha protagonizado, porque ha sido más un hombre contemplativo que un hombre de acción, y aparte de cometer algunos exabruptos verbales con algún desconocido callejero, o de haber seducido a una vecina con ansias de coqueta y vientos de mujer infeliz, este hombre inmaduro lo que ha hecho casi siempre ha sido mirar, pero mirar con la atención microscópica de un taxidermista, mirar y guardarlo todo para ir sacándolo, años después, tendido en la cama de un hospital, en esos momentos oscuros en que la sombra de la muerte viene con el libro de cuentas bajo el brazo para ver cómo resulta el balance, y lo saca para entregárselo a una mujer que le escucha.
Por esos ojos, al tiempo que por estas páginas, han pasado seres disconformes con el destino que les había tocado vivir, nómadas que soñaban con tener una familia estable, sedentarios que querían ser aventureros o descubridores, fontaneros cachazudos que rechazan chapuzas para seguir en su tertulia, tipos que apenas se movían, vecinos que vampirizan a los recién llegados bajo el pretexto de un exceso de atenciones, o mujeres que se solazan pomadeándose la una a la otra… Y todos reunidos en un bar, el Maracaná, en el madrileño barrio de Chamberí, una atalaya desde la que observar pasar la vida y decidir, llegado el caso, si uno se sube a su carro, o tal vez lo deja pasar pañuelo en mano.
Puede ser que algún purista crea que no hay argumento en esta novela, que es sólo la concatenación de posibles argumentos frustrados, pero se equivocaría, o tal vez no conozca bien la esencia creativa del autor extremeño, y lo que es aún mucho peor, olvidaría antecedentes de relatos o historias encadenadas que tuvieron su origen en nuestro pasado literario más glorioso. Lo dicho, ojalá que la legendaria pasión de contar siga viva durante muchísimos años en las expertas manos de Luis Landero.
‘Retrato de un hombre inmaduro’. Luis Landero.
Editorial: Tusquets. Barcelona, 2009. 234 páginas.
(DIARIO LA VERDAD, "ABABOL", 13/02/10)
4 comentarios:
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Le daría un 7'5, no es la mejor obra de Landero, pero tiene un no sé qué que me cautivaba y me llevaba a seguir leyendo, aunque me hubiera gustado que siguiera tirando de los hilos de ciertos personajes.
Lo he terminado hace poco y me gustó bastante. Tiene historias antológicas, imágenes que dejan huella y algunos párrafos que enmarcaría. Quizá, y para mi gusto, no ha profundizado más en algunos personajes y en el propio narrador de la historia, un tipo del que me hubiera gustado saber algún dato más aparte de su exacerbada capacidad observatoria del mundo que lo rodea. Alguna pista da cuando lo quieren hacer presidente de la comunidad de propietarios y lo imaginamos en un piso y solo. Pero la descripción vence siempre a favor de los otros. Unas cuantas reseñas biográficas aquí y allá, aunque fueran escuetas, creo que lo habrían enriquecido.
Soy lectora de Luis Landero desde la primera novela que sacó allá por 1989 ("Juegos de la edad tardía"). Lo he seguido, sin perder un título suyo, desde entonces. Estoy de acuerdo en el don que le atribuyes, el de fabular. Y es más que posible que muchos de sus personajes los saque de su propia memoria, ya que fue hombre tardío en el panorama literario y se dedicó a múltiples y pintorescos oficios.
Un saludo cordial.
Me alegra, Isabel, que compartamos gustos lectores, yo también he seguido a Landero desde aquella joya de primera novela, y desde entonces ha tenido que lidiar con que todo el mundo comparase sus títulos siguientes con aquél, y siempre salían perdiendo. Coincido contigo en que se deja criaturas sin profundizar, tal vez le pudo el deseo de armar un mosaico variado y no centrarse en un par de personajes o tres, como ha hecho en otras novelas. Un saludo
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