Rezumando metal
Dicen
algunas voces que Dionisio Martínez ha trazado esta novela con tintes
faulknerianos, y puede que tengan razón, pero adaptándolos a la idiosincrasia
española y a la que predomina en La Unión y su Sierra Minera. Esta historia es
mucho más que una herencia, tiene latido propio desde el mal y los odios hasta
la última de sus reyertas, pero también tiene el compromiso y la fidelidad de
Espinosa parta impedir que el tiempo entierre su memoria.
Acaso
sea una de las primeras veces, salvando al gran Asensio Sáez, en las que las
estribaciones mineras de La Unión se transmutan en un universo narrativo
poderoso, árido y salvaje, y para ello había que recurrir al siglo XIX, cuando
una veta cambiaba de manos con suma rapidez en cuanto su propietario se alejaba
de ella, aunque fuera para registrarla como suya. Entonces la vida se
depreciaba, los rencores escapaban de las pieles y las órdenes del General eran
misas latinas ante las que nadie osaba rebelarse.
El
aire serrano se vuelve asfixiante, los burdeles están llenos de trampas, bajo
las camas de La Manca puede aguardar una navaja infiel, una escopeta adúltera
que reordene el caos universal a su antojo. Ante tamaños desmanes, un niño no
puede hacer otra cosa que huir, refugiarse en el norte de África y alimentar
los deseos de venganza durante años.
Porque
ni las canas pueden tapar el ansia de justicia, sólo un cuerpo de mujer tal vez
sea capaz de atemperarlo, pero antes el metal debe rezumar sangre por los poros
de la tierra explotada por ingleses, oportunistas y militares, por los montes
agrestes a los que había que arrancarles sus corazones a golpe de barreno. Y
barrenazos son los que propina Dionisio Martínez con una escritura escueta y
dura, como la propia tierra, y en la que caben muy pocos rincones para la
ternura.
Al oeste del Sancti Spíritus. Dionisio Martínez.
Editorial: Huerga y Fierro. Madrid,
2012. 248 páginas.
(LA VERDAD, ABABOL, 1/12/2012)
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