DOCE LUNAS
RAQUEL LANSEROS
LAS
PEQUEÑAS ESPINAS SON PEQUEÑAS
1) Ha distribuido el poemario en cuatro partes muy
diferenciadas, en las que se habla del rocío, las mariposas, la utopía o el
pasado. ¿A qué se debe esta estructura?
Mediante estas cuatro partes he querido simbolizar
las cuatro primeras décadas de la vida humana. El rocío está presente al
amanecer, cuando despunta el día y por tanto se refiere a la infancia. Las
mariposas, alegres, hermosas, inquietas, que no cesan de revolotear, simbolizan
la adolescencia y sus chispeantes ilusiones. La utopía, tan necesaria, tan
amiga de los sueños y del afán de justicia alude por supuesto a la juventud. Y
la última parte, “El pasado es prólogo” –tomado de un verso de Shakespeare en La tempestad se refiere a la madurez,
esa época en la que todavía quedan muchas cosas por vivir, pero ya hay una
experiencia acumulada que sirve de prólogo o introducción.
2) ¿Qué importancia tiene para usted la palabra
“contigo”?
“Contigo” es una palabra que me resulta especialmente
hermosa por varias razones. En primer lugar, desde el punto de vista
etimológico es un bello vestigio del paso del latín al castellano, llevando en
su seno esa preposición “cum” (con) repetida “cum-tecum”, dándonos una idea
precisa de cómo los hablantes habían ya olvidado el significado primigenio de
las palabras latinas. Y en segundo lugar, el significado no puede ser más
inclusivo y trascendente, una palabra que se centra en el tú, en el otro, y es
emblema de la alteridad, entendida por todas múltiples corrientes filosóficas
como el proceso de conversión del yo en el nosotros.
3) De las tres mujeres que hay en usted, ¿con cuál se
queda ahora mismo?
Como señalara la efigie de Tebas, todas las personas
tenemos tres edades, -siempre que la salud y la suerte así lo permitan- el
niño, el adulto y el viejo. De las tres yo me quedaría con la del medio, la
adulta, ni demasiado joven como para no tener experiencia ni demasiado vieja
como para que el cuerpo ya se vivencie como una carga. Y justamente coincide con
la edad en la que estoy ahora.
4) “Hay un niño
asombrado de rodillas gastadas / dentro de todo hombre que ama a una mujer”, ¿responden estos versos al concepto que Raquel
Lanseros tiene del amor?
En líneas generales sí, creo que el amor nos llena
siempre de asombro, como un nuevo retoñar que nos retrotrae a la mágica
infancia. Por eso alguien enamorado es siempre un niño de algún modo, aunque
eso sí, tiene las rodillas gastadas como recuerdo de las inevitables rozaduras
que la vida ya ha producido en el adulto que es.
5) ¿Hasta qué punto están presentes la soledad y la
amargura en estos poemas?
Supongo que hasta el mismo punto que están presentes
en la propia vida: ni la llenan por completo ni dejan nunca de aparecer en
ocasiones.
6) ¿Y cuánto hay en ellos de las experiencias vitales de
su autora? O dicho de otra forma: ¿arrastra Raquel Lanseros un equipaje
existencial voluminoso?
Es difícil juzgar el equipaje existencial propio,
pero supongo que puedo decir aquello tan hermoso de Neruda: “confieso que he vivido”,
dentro de mi edad y posibilidades. He sido siempre una persona bastante
inquieta y he intentado no volverle nunca el rostro a la vida por cobardía.
Cuando he sentido la necesidad imperiosa de recorrer un camino, me he
sobrepuesto al miedo y lo he hecho, lo cual no significa que no haya tenido mi
buena ración de “pequeñas espinas” en el intento. Algo de todo eso ha de
traslucirse por fuerza en mis poemas.
7) ¿Hay en esta obra poemas más líricos o intimistas, o
en cambio predomina un poco el verso narrativo?
Yo creo que el libro es una mezcla de ambas cosas, en
diferentes dosis, pero salvaguardando como tono general esa ambivalencia o
heterogeneidad.
8) El poema ‘Aritmética’ transmite un aire muy lúdico,
¿le gusta el juego en su poesía?
Me gusta el juego en la poesía y en la vida, sí,
siempre y cuando trate de hacerse con inteligencia y evite la frivolidad o la
banalización.
9) ¿Cuáles son sus deudas poéticas, a quiénes no puede
dejar de leer?
Son tantos que es
imposible nombrarlos a todos. Todo aquel que escribe versos es sin duda un gran
lector de poesía. Hace falta leer constantemente para escribir poesía. En mi
infancia me influyeron de modo decisivo Antonio Machado, García Lorca, Pablo
Neruda, Juan Ramón Jiménez. Ahora podría citar cientos de nombres, por ejemplo
Emily Dickinson, Vallejo, Miguel Hernández, Claudio Rodríguez, Octavio Paz,
Jaime Sabines, Idea Vilariño, Prévert, Robert Frost y tantísimos otros.
10) ¿Qué ha cambiado entre lo que esperaba de la poesía
cuando empezó y lo que ella le ha dado hasta ahora?
La poesía me ha dado muchísimas cosas, tengo una
inmensa deuda de gratitud para con ella, que espero saldar continuando en mi
empeño de servirla. Hay personas extraordinarias, lugares maravillosos,
sensaciones inigualables que nunca hubiera podido conocer o sentir sin la
poesía. Es generosa y benefactora siempre que no detecte mezquindad o
cortoplacismo en la entrega.
11) El verso que cierra el libro: “No hay verdad más profunda que la vida”, ¿encierra una declaración
de intenciones sobre lo que ha de venir en obras futuras?
No puedo estar segura ahora mismo de qué vendrá en
obras futuras, puesto que primero necesito vivir para contarlo. De lo que sí
estoy segura es de que, aun amando como amo la poesía, la vida está por encima
de cualquier cosa, lo cual no deja de ser una luminosa obviedad.
12) ¿Cómo convencería a un lector desconocido para que se
acercara hasta sus versos?
Podría quizá parafrasear para él o para ella los
versos de Marina Tsvietáieva con los cuales arranca mi libro: “A ti, que nacerás dentro de un siglo, / cuando
de respirar yo haya dejado, / de las entrañas mismas de
un condenado a muerte, /con mi mano te escribo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario