Perrolobo
Hace
ya bastante tiempo que Claudio Cerdán tiene, sin duda, una mano especial para
crear personajes tan broncos como atrayentes e inolvidables, y ha vuelto a
hacerlo en esta novela con el Perrolobo, un hombre agrietado y solitario que
sale del talego tras unos cuantos años de guardar silencio sobre la identidad
de su jefe, y después de que le hubieran encerrado gracias a un guardia civil
descompuesto (llamarle corrupto sería quedarse corto) y a los miembros de una
familia que poco a poco sólo podrán recordarse leyendo el libro que los
acreditaba como tal.
Con
esa prosa golfa que Cerdán ya ha hecho tan suya, el lector puede disponerse a
disfrutar, pero será sorprendido de nuevo, porque esta vez el orden capitular
ha sido alterado como si le hubieran encargado la corrección del manuscrito a
un yonqui en plena abstinencia. Eso sí, esas disrupciones numéricas no afectan
a lo argumental, sobre todo si el lector es hábil a la hora de apreciar las
elipsis y los saltos temporales, vamos, nada que no sepamos reconocer tras más
de cien años de cine.
Al
Perrolobo le toca, como siempre, bailar con la más fea, vengarse del clan que
le encerró, recuperar la droga que su jefe nunca vio, y hacerlo con intereses,
e intentar acercarse a un hijo al que no sabe si será capaz de llegar. Eso sin
olvidar que es necesario reorganizar a la banda, y engolosinarla con la promesa
de un golpe final, el golpe con mayúsculas que los saque para siempre de la
cloaca en la que han tenido que sobrevivir.
Complicado,
la verdad es que sí, pero Claudio Cerdán es un tipo especial, y para rizar el
rizo no se le ocurre otra cosa que desatar un apocalipsis zombi en mitad del
golpe. Antes de que los alérgicos a los muertos vivientes (entre los que me
incluyo) se lleven las manos a la cabeza, hay que decir que el disparate
enriquece tanto la trama como la narración, hace que el ritmo y la diversión aumenten
hasta el delirio gracias a un lenguaje canalla y tan descarnado como los
propios caminantes, sin olvidar la aparición de un peculiar artista que
merecería él solito la producción de una novela propia. El acoso que sufre la
banda es digno del mejor celuloide del género, los callejones sin salida se
suceden sin descanso, hasta que llegan los momentos en los que ya no se puede
dar un paso atrás. La sombra que se cierne sobre el Perrolobo y los suyos es
cada vez mayor, así que denle la mano al narrador pero, eso sí, sin quitarle
los ojos de encima.
Sangre fría. Claudio Cerdán.
Dolmen. Barcelona 2015. 345 págs. 17’95
euros.
(LA VERDAD, "ABABOL", 28/11/2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario