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miércoles, 11 de agosto de 2021

METRÓPOLIS - SEGUNDOS FUERA

 SEGUNDOS FUERA

    Toda la comisaría central de Los Ángeles está allí, jaleándolos, soñando con ver a Bucky Bleichert ganar un nuevo combate, rebosando juventud por los poros.

    Elizabeth gime al notar el cigarrillo entrando en uno de sus pechos. Hace horas que no llora, no le han quedado lágrimas tras la última fractura de la nariz, ni lágrimas ni fuerzas para mover los brazos, para soñar con liberarse.

    Lee Blanchard bailotea sereno en su rincón, su madurez serena tratará de suplir el exceso de energía de su oponente. Los agentes más viejos, los que van camino de ser ya dinosaurios, han apostado por él, no en vano le han visto ya muchas veces sobre la lona.

    Otro golpe, esta vez más leve, cae ahora sobre los muslos de Elizabeth, no es una quemadura, es como si un dibujante marcase un trazo que afinara después. Y bien que lo afinan esas manos sádicas, están cortando el tatuaje de su flor, están rompiendo toda la dermis con una circunferencia diabólica. Suspira cuando el bisturí, porque eso sí lo ha visto, finaliza su tarea, y en cambio sólo puede gruñir cuando el trozo de piel, y tinta, y sangre, entra en su vagina con un golpe seco que casi le arrebata el alma.

    Bucky se ha lanzado con todo ya en el cuarto asalto, todo el gimnasio rezuma sudor, envidia y tabaco. Blanchard le ha estado parando como ha podido, sobre todo cubriéndose el rostro, como si protegiera un tesoro que le ha hecho dejar al descubierto estómago, hígado y riñones. Bucky lo sabe y le castiga de nuevo el abdomen con varios ganchos intermitentes. Toda la policía angelina ruge, los billetes pegajosos siguen cambiando de manos.

    Para cuando a Elizabeth le rajan ambas mejillas, armándole la sonrisa de Glasgow, casi no le queda aliento, el delirio ha parado hace tiempo, ya ni escucha los jadeos de su agresor, apenas percibe nada, un golpe más y revienta el único ojo sano. Lo demás no lo sentirá, ni el corte en el pezón, ni la evisceración, ni el tinte en el pelo, ni la manicura. Nada queda de ella cuando esas manos expertas sierran su cuerpo por la mitad.

    Blanchard se rehace y castiga los pómulos de Bucky, ambos siguen echando el resto. Han llevado el juego hasta el final, con la excusa del orgullo y el premio de hacerse con el primer gran caso que se presente. Mientras jadean, ninguno de los dos sabe que jamás olvidará el nuevo día, y con él el hallazgo del cadáver de Elizabeth Short.




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